Estamos acostumbrados (algunos estamos hartos en realidad) a los exabruptos de la diputada liberal Celeste Amarilla, quien sin ton ni son lanza improperios a quien se cruce en su camino.
En esta ocasión, la víctima involuntaria de la ordinariez de la parlamentaria fue el Embajador de la República de China (Taiwán), José Han. La diputada, por intentar ofender al ex Senador Víctor Bogado, puso al Embajador en una situación incómoda.
La diputada se encontraba conversando con la prensa acerca de la denuncia en su contra, y mientras agredía al juez afirmaba que los fueros son para que «le contemos a la prensa y al país lo que nosotros sabemos y lo que ustedes no pudieran saber si no fuera por nosotros”.
Tal vez, sin darse cuenta, la diputada reconoció que lo que ella dice es lo que ella sabe, ignorando que por su investidura está obligada a realizar la denuncia, algo que no hizo y esperamos que responda por ello.
Es tiempo que exijamos más de nuestros legisladores, al menos, que tengan el cerebro más rápido que la lengua y no a la inversa. La diputada, como vemos, es una ostra, no produce perlas, pero se entierra con la lengua; lástima que en momentos como el de hoy, nos entierra a nosotros con ella.