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Analisis

Domingo sangriento, mafia y democracia

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San Bernardino, la ciudad veraniega del costumbrismo paraguayo, que se llena con miles de bañistas y farristas del país en los meses más calurosos del año, cuenta con un simpático anfiteatro a la vera del legendario Lago Ypakarai. Allí se reunieron unos 15.000 fanáticos de la cachaca para una fiesta que terminaría en balacera. Se habla de dos muertos y siete heridos. En otro escenario, un tiroteo entre bandas de maleantes en Ypane dejaba como saldo otras dos víctimas fatales, según los reportes. Mientras tanto, el Presidente de la República Mario Abdo Benítez y su esposa Silvana López Moreira se encontraban celebrando el cumpleaños de la Primera Dama, con fuegos de artificio y todo. Así de versallesco.

Se ha dicho que estos casos están vinculados a la mafia y el narcotráfico. No es extraño que haya actos violentos de este calibre en el país, especialmente en zonas fronterizas como en la ciudad de Pedro Juan Caballero. Pero el “Domingo Sangriento” ocurrido el 30 de enero de 2022 en Paraguay fue algo peculiar. Nunca había acontecido en un concierto masivo, al aire libre. Jamás se ha dado con tanto descaro, sin disimulo, sin intentar que fuera lo más acotado posible. Aunque parezca extraño decirlo, los “narcos” suelen tener “códigos de honor” que respetan porque es base de su disciplina jerárquica. A ellos no les gusta “matar por matar”. Además, para los negocios, es preferible tener una imagen “amigable” con los potenciales clientes antes que “infundir terror”. Pero el “Domingo Sangriento” fue excepción. Quizás fuera por algún error de cálculo de los sicarios. Se dio un tiroteo en el Anfiteatro de San Bernardino con 15 mil personas dentro cantando los éxitos populares del mundo cachaquero. Falleció una conocida modelo y comunicadora para más inri, lo que generó indignación generalizada (se afirma que eso fue “daño colateral”, pero yo prefiero ser prudente al respecto).

Un amigo, experto en temas de seguridad interna llamado Lorenzo Ohgga, mientras lamentaba la triste muerte de su admirada “influencer” en ese episodio violento, nos dijo en un grupo que, directa o indirectamente, se ha querido transmitir un mensaje a la sociedad en general con el ataque en el Anfiteatro. Quizás no fuera la intención de los miembros del hampa, pero al final es lo que consiguieron. La pregunta que queda responder es: ¿Cuál mensaje quisieron mandar? En ese grupo de amigos se especuló… No mucho realmente porque a nadie le interesaba tanto el asunto como para desvelarse una madrugada de lunes. Pero yo sí me atreví a decir que, “sin querer queriendo”, el ataque de los miembros del hampa en dicho evento masivo dejaba un profundo significado: es la más clara representación de la democracia liberal, decadente pero coherente consigo misma. El buen Lorenzo intentó retrucarme, pues él es un fanático y acérrimo defensor del liberalismo, pero su esposa le dio un pailazo en la cabeza (según las malas lenguas) y tuvo que irse a dormir…

¿Pero qué tiene que ver una cosa con la otra, es decir, en qué se relacionan la mafia, el hampa, los sicarios y matones con la democracia liberal?

Según un dogma de los libertarios, el “Estado” es el único ente que posee capacidad para ejercer el uso de la fuerza. Dicen que tiene el “monopolio de la violencia”. Bueno, quizás esto fuera cierto en un mundo de cuento de hadas, pero no en la realidad visible y palpable. Habría que preguntar a la infortunada Cristina “Vita” Aranda si fue un hombre del “Estado” el que jaló del gatillo y le dio muerte (aunque aún no se sabe, pero todo parece indicar que era un sicario del narcotráfico)… Sin embargo, la cosa se complica en manos de un sofista que nos dirá: “ah, pero el Estado es inútil porque no fue capaz de proveer la seguridad necesaria a los ciudadanos y se demuestra que el Estado debe ser abolido y la seguridad otorgada a entes privados, que lo harán mejor”, pero lo que se ha visto en este trágico evento es todo lo contrario. La “seguridad privada” de la productora del evento fracasó rotundamente en su cometido (por muchas razones que quizás escapen a las posibilidades de ellos mismos, es decir, quizás no tuvieron la culpa y también la Policía Nacional, como se está viendo en las investigaciones periodísticas, ha fallado gravemente) y por lo demás, ¿acaso un matón del hampa no es, de una forma u otra, “seguridad privada”?

“¡Ah, pero el Estado tiene el monopolio de la violencia, dice mi eslogan ridículo, y es imposible que la violencia venga del ámbito privado, es imposible!” (Grita el libertario llorando, ahogado en un mar de lágrimas ante la realidad que pone en evidencia su adoctrinamiento falaz).

Cuando la “democracia liberal” se instala como dogma en la mente del pueblo, más pronto que tarde uno ve sus resultados: la proliferación de mafias, cárteles, la llamada “narco-política” (que no tiene banderas ni colores partidarios), sicarios y matones. ¿Por qué? Sencillo, porque la “democracia liberal” consigue que la base del poder político sea el dinero, bien habido o mal habido, pero es dinero. Y por dinero baila la gansa.

Se habla mucho de la “libertad de prensa”, pero con la “democracia liberal” se tiene (siempre con honrosas excepciones) al periodismo más alquilado y más manipulable que pueda imaginarse. En cualquier otro sistema político, la “prensa” será más amordazada y quizás controlada, pero también habrá mayor valentía e integridad para que, con ingenio y buen tino, se cuestione al poder (en cualquiera de sus formas) y se hagan las denuncias correspondientes. Era lo que ocurría, por ejemplo, en el Imperio Español en su “Siglo de Oro”. Se tenía a la “Santa Inquisición” controlando cualquier publicación, pero precisamente la existencia misma del Tribunal del Santo Oficio motivaba a los más brillantes escritores que conoció la historia moderna, a que hicieran sus denuncias y sus críticas al sistema imperante entonces, con enorme alambicamiento, sutileza, ingenio y mordacidad camuflada en la belleza insuperada de sus obras. Lo que Don Miguel de Cervantes no podía expresar abiertamente con panfletos, lo hacía con obras de teatro hirientes, cáusticas y satíricas contra el costumbrismo y la corruptela de su época (lo que levantaba enormes sospechas, claro está, pero peor era censurar, esto hasta la Inquisición lo entendía y mientras no se blasfemara contra los dogmas de la Iglesia Católica, se toleraba). Lo que Fernando de Rojas no podía describir analíticamente en artículos de opinión contra la hipocresía de la sociedad, lo hacía con su “Celestina” para bien o para mal, siendo acusado de inmoral y artero nihilista, pero generando, con sus oscuras moralejas, tremendo impacto en todo el glorioso Imperio Español. Y así podríamos dar más ejemplos. Pero a diferencia de la “Monarquía Hispánica”, hoy estamos en una “democracia liberal” a la hechura del mundo anglosajón, en la que no existe ingenio ni picaresca para atacar lo que deba ser atacado, sino que todo se basa en el puritanismo hipócrita del “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, con plumíferos a sueldo que simplemente “toman partidos” por quiénes mejor les pagan. Porque con la “democracia liberal”, no existe la búsqueda de la Verdad, sino la búsqueda del mejor postor.

Por ende, toda la sociedad se convierte en un campo de batalla en el que, lastimosamente, el pueblo tiene como única opción elegir entre “mafia”, “hampa”, “cártel” o “sicario”. Demos por descontado que con este sistema, solamente pueden llegar a gobernar quienes están más dispuestos a transar con las sociedades secretas o discretas del inframundo, con la delincuencia y la ruindad más pérfida y felona. Mi amigo Lorenzo Ohgga dice que “la mafia y la narco-política han permeado toda la sociedad paraguaya” y yo estoy de acuerdo con él, pero le complemento en su acertada apreciación diciendo que “si la mafia y la narco-política han permeado toda la sociedad paraguaya, es porque la democracia liberal como sistema existe para que eso ocurra”. O sea que, la culpa no es del chancho (los mafiosos) sino de quién le da de comer (el Estado Liberal).

Entonces, ¿estoy a favor de la tesis liberal de que el Estado es el problema y eliminar al Estado (o a sus regulaciones absurdas respecto al narcotráfico) la solución? Es debatible, pero por supuesto que me opongo rotundamente al argumento falaz de “despenalizar el tráfico de drogas” para que “eso acabe con el negocio de los narcos”. Los que piensan así, primero, no analizan las consecuencias de su escasísima lógica y segundo, toman por tontos a los narcos, que podrán ser cualquier cosa, menos estúpidos.

Como dije a alguien en algún lugar, la cuestión de la “despenalización de las drogas” es compleja, pero el “hampa” no se reduce simplemente a los “estupefacientes”. Podemos tener poderosos cárteles que, con apoyo de la gran prensa a la que tienen en su bolsillo, promueven a su industria médico-farmacéutica por medio de propaganda y terrorismo mediático, vendiendo tratamientos que nadie necesita a precios exorbitantes… Podemos tener a grandes empresarios que crean una pequeña oligarquía mafiosa que se encarga de mantener al país dependiente de las importaciones y que nunca desarrolle su capacidad industrial… Podemos tener a políticos (generalmente los zurdos, pero también en otros partidos) que manipulan a campesinos e indígenas, convirtiéndolos en sus peones para llevar adelante políticas que podríamos también denominar mafiosas… Incluso podemos tener oenegés o discretas sociedades “filantrópicas” internacionales que actúan como verdadero “hampa” legalizado… Es más. ¿Acaso no vivimos hoy bajo una tecnocracia globalista que, con el poder del dinero, se maneja como una verdadera mafia cosmopolita y que tiene a todos los “Estados Liberales” comiendo de su mano, destruyendo la soberanía de los pueblos?

La “mafia” no está solamente en el narcotráfico o en el contrabando, pequeñines. Visto el tema de esa forma, se nos abre un extenso abanico de posibilidades y cada una de ellas debe ser analizada meticulosamente, a la luz de la “recta razón”, como diría otro amigo, el célebre Iustinianus del Twitter.

Pero el principal problema que enfrentamos y que quedó patente en el “Domingo Sangriento”, es que la “democracia liberal” como sistema, es la base para que todas las organizaciones del país, de alguna u otra forma, se manejen como pequeños centros del hampa en los que cada cacique tiene a sus pandillas y nadie respeta sino la ley del más fuerte. Solo que a diferencia de los “soldados de la mafia” que lo hacen arriesgando sus vidas a punta de pistola y con ciertos códigos de honor (que los compartamos o no, es otro tema), con el Estado Liberal todo se resuelve a “platazo limpio” (más correcto sería decir “platazo sucio”), de la manera más rastrera y servil que uno pueda imaginar y allí, salvo excepciones, no existe valentía, honorabilidad ni honradez alguna.

¡Sí! ¡Hasta en los pistoleros mafiosos, a pesar de que a veces causan daño colateral como lo ocurrido en San Bernardino, hay más “códigos de honor” que en la mayoría de nuestros depravados politicastros, quienes viven azotando al país cada minuto! ¡A eso nos conduce la “democracia liberal”! ¡A que un Vito Corleone (fantasía) o un Pablo Escobar (realidad) parezcan mil veces más serios y respetables que un Mario Abdo Benítez (desastre)!

Y el otro problema es que el mundo liberal y posmoderno es archienemigo de la “recta razón”. Pero eso es harina de otro costal y para otro artículo, quizás.

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