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Analisis

Transhumanismo y hegemonía china: los macro-procesos globales de hoy

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Antes de ofrecer una pasada por las coyunturas internacionales que desde mi visión, seguramente tendrán lugar en el globo a lo largo de este año que recién comienza, como tradicionalmente se estila en los análisis internacionales. Contrariamente, prefiero colocar el lente en dos macro-procesos aparentemente sin vinculación alguna, pero que desde una mirada más aguda, corren de modo concomitante y sin duda constituyen las poderosas fuerzas que empujarán las diversas coyunturas durante al menos una década.

Y la gran verdad, es que mientras corren nuestras vidas cotidianas, pagando el alquiler, la cuota del vehículo, comprar comida, la universidad, el trabajo, los niños, un paseo familiar, las vacaciones, el verano, entre tantas posibles actividades que hacemos los humanos normalmente, resulta que los poderosos, que son muy diferentes a nosotros comunes mortales, transitan por otras sendas.

Una de esas primeras sendas, es el objetivo estratégico del todopoderoso de la China totalitaria, Xi Jinping, el hombre que ostenta el poder político del gigantesco asiático en un periodo crucial, saltar su fase de una potencia mundial a súper potencia hegemónica mundial. ¿Qué significa eso? y ¿Cuál es la evidencia para sostener tal afirmación?

Ser súper potencia hegemónica, simplemente significa sustituir el papel que ha venido desempeñando EEUU después de la II Guerra Mundial y que entre 1945 y 1989 compartió con la hoy extinta URSS, y desde la caída del muro de Berlín hasta hoy ha desempeñado solitariamente, es decir, la única gran súper potencia a escala planetaria. Claro está, ese privilegiado lugar resulta muy difícil de mantener, por los costos financieros que significa y no menos importante, por la cantidad de conflictos, emboscadas y ataques que las potencias rivales le infligen tanto directa como indirectamente de modo constante, con un solo objetivo, debilitar su poder y lograr su caída.

Aunque pueda lucir como algo muy malvado, simplemente es la típica dinámica de relacionamiento de los Estados y evolución de la política internacional a lo largo de la historia de la humanidad. Como nos dijo Braudel, los imperios nacen, crecen, se desarrollan, llegan al apogeo y de allí la decadencia y caída o atomización, lo que equivale a decir más en términos criollos, “todo lo que sube baja” o como dice el salsero puertorriqueño Willie Colón: “todo tiene su final”. Lo que quiero decir con esto es que EEUU, no será la excepción y más tarde o más temprano, terminará su hegemonía, la cual, será sustituida por otra gran potencia.

Justamente, ese es el gran proceso en el que nos encontramos hoy, la decadencia de la “hegemonía yankee” como la llaman los comunistas y socialistas, y que será sustituida por el gran dragón rojo. Los signos de la decadencia estadounidense son múltiples, desde hace décadas EEUU ya no es capaz de emprender una campaña militar en solitario, concretamente, después de la humillación de Vietnam no volvió sola a una guerra, salvo el pequeño paréntesis de Panamá en 1990, pero todas las demás campañas militares EEUU las hizo con sus socios militares de la OTAN, tales como la invasiones a Iraq y Afganistán, su incapacidad de impedir la penetración de potencias extra-hemisféricas en pleno corazón de El Caribe, proceso que inició Hugo Chávez en Venezuela con Rusia, China e Irán y, finalmente el retraso tecnológico que se observa hoy en las fuerzas militares estadounidenses frente su pares como China frente naves y misiles con velocidad hiper-sónica.

En crudo, cada vez le resulta cada vez más difícil a EEUU mantenerse en el sitial de súper potencia hegemónica, posición que ya parece financiera, militarmente y geopolíticamente por ser conquistada en la China de Xi Jinping, quien expresará esta puja en varios frentes, como corresponde, el sometimiento de más países a su proyecto imperial llamado “la ruta de la seda”, el incremento de las tensiones contra India y Taiwán y un control mayor a los aparatos multilaterales de diplomacia, es decir, la ONU y sus distintas instancias claves, el Consejo de Permanente, Organización Mundial del Comercio, la Organización Mundial de la Salud, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, entre otros.

El último aspecto a incluir en estas breves líneas aunque ambiciosas líneas, es lo referido al transhumanismo. Desde hace décadas hay enormes inversión en “investigación y desarrollo” o “innovación”, pero esas han ido fundamentalmente a la tecnología, vale decir, manipulación genética, robótica e inteligencia artificial, y, la conjugación de todas éstas en la actual vida humana sólo nos conduce a un camino por demás incierto, el transhumanismo, es decir, la era del fin de la especie humana hasta ahora conocida para dar paso a un nuevo estadio marcado por seres manipulados genéticamente y además con implantes tecnológicos embutidos en su cuerpo.

Lo peor de todo esto, más allá de los cuestionamientos éticos, morales, bio-éticos o como los quiera llamar, es que, ciertamente existen grupos de poderosos que no sólo empujan con sus inversiones a esta era incierta del ya inminente transhumanismo, sino lo que es peor, mediante una imposición estatista anti-humana, lo cual, nos conduce nuevamente a un tiempo donde los viejos debates de izquierda y derecha serán superados por la supervivencia de la libertad ante la tiranía global, elitista, neocomunista y transhumanista implantada bajo la égida estatal, para lo cual, el modelo chino resulta la vital para su éxito, tal como casualmente lo adelantó el propio Klaus Schwab.

Autor

Profesor en geografía e historia por la Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela. Analista político

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