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Analisis

Entrevista exclusiva con Nicolás Morás: «la única resistencia viable será la de quienes todavía sabemos que la libertad es el valor más importante»

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Empecemos por presentarte. ¿Quién es Nicolás Morás?

Ante todo, soy conocido por el oficio de periodista, donde llevo once años de trayectoria. Pero el periodismo siempre fue para mí una trinchera, un instrumento de mi verdadera vocación, que es luchar por los valores de la libertad y defenderla contra toda forma de abuso del poder y la tiranía política.

Desde muy joven incursioné en los medios de comunicación tradicionales. Fui el columnista más joven de Infobae, el diario digital nativo más importante de América Latina. Escribí en el diario La Voz del Interior. Dirigí y conduje programas de radio y televisión, y participé como analista en algunas de las principales cadenas de televisión internacional en español, desde NTN 24 hasta Telesur, todas con diferentes líneas editoriales, pero siempre defendiendo la impronta liberal de mi pensamiento, y asediado constantemente por la creciente censura que vivimos en la actualidad.

Hace dos años me cansé de enfrentarme a dichas limitaciones contra mi libertad editorial, que nunca acepté ni toleré, puesto que me hago responsable de todo lo que digo y todo lo que investigo.

Por esa razón lancé mi propio canal de YouTube, Los Liberales. Eltítulo es un claro homenaje a los grandes maestros y referentes de las ideas de la libertad, y a los valientes guerreros de la libertad del pasado y del presente. Y en solo dos años, el canal suma 360.000 suscriptores y es uno de los principales medios periodísticos alternativos en español que existen hoy en internet.

Desde que nos impusieron la famosa agenda 2030 se empezó a hablar mucho de globalismo, un concepto que muchos confunden erróneamente con la idea de globalización. ¿Cómo definirías vos al globalismo?

La diferencia principal entre globalismo y globalización radica en que la globalización es un fenómeno espontáneo de integración humana. Empezamos a hablar de globalización recién en los últimos años del siglo XX, a partir de la caída del Muro de Berlín, pero el proceso de integración comercial y cultural de las sociedades es casi tan antiguo como el hombre. Prueba de esto es como se han ido conformando los idiomas, las artes, los conocimientos científicos, las técnicas productivas empresariales, que están absolutamente conectados entre las culturas y las sociedades. El comercio, la tendencia humana a la cooperación mutua son los principales responsables de que históricamente se horaden las fronteras, líneas imaginarias impuestas por los políticos de cada región.

El globalismo es un fenómeno directamente opuesto al globalización mercantil y migratoria liberal. El globalismo consiste en imponer de facto las mismas leyes, los mismos privilegios legales, las mismas normas -en muchos casos normas liberticidas-, de punta a punta del planeta. En suma, ir restringiendo aquello que los liberales clásicos solían llamar “votar con los pies”: la posibilidad, en última instancia, de escapar de un país sumido en el autoritarismo o condenado al socialismo a otro donde persistan más libertades.

El globalismo es una plataforma internacional sobre la cual se construye un sistema autoritario con homogeneidad legislativa. A punta de pistola, el globalismo brega por imponer las mismas creencias y costumbres en los cuatro puntos cardinales del mapa, porque sólo ese ejercicio de igualitarismo e permitirá que el sistema autoritario florezca simultáneamente en todo el mundo.

Respecto a la Agenda 2030, cuando en el año 2015 las Naciones Unidas declaran los llamados “Objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” inclusive yo, que estaba imbuido en esos temas, pensé: “bueno, esta es la típica palabrería de los políticos que se reúnen a disertar en el nombre de las buenas intenciones, luego se toman el avión de regreso y lo olvidan al instante”. Pero claramente me equivoqué, y la historia me lo demostró. En los últimos años quedó claro que detrás de las palabrerías de la Agenda 2030 existen objetivos concretos para incrementar las ganancias de ciertas corporaciones coludidas con los gobiernos y, definitivamente, incrementar como nunca antes en las democracias occidentales el poder del Estado sobre el individuo.

En otras palabras, el globalismo es una coartada para la expansión ilimitada del poder político sobre la libertad individual de las personas. Y todo esto es financiado e impulsado por grandes empresas enemigas de la competencia que encuentran grandes ganancias en este fenómeno.

Buena parte de la popularidad de mi trabajo se generó a partir de que el futuro que expuse en conferencias de 2017, 2018 y 2019 se concretó rápidamente, a la vista de todos, a partir de 2020.

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Las reglamentaciones globalistas que las corporaciones y las elites gubernamentales quieren imponer, ¿implican, en algún punto, una forma más justa de progreso, como nos pretenden hacer creer, o se trata de una simple estrategia de dominación?

En cualquier proceso de cambio social vas encontrar gente genuinamente convencida de las buenas intenciones de los gobernantes, pero usualmente estas personas no son los dirigentes y los gobernantes que presidien el poder, quienes suelen tener un conocimiento más sincero de sus motivaciones, normalmente espurias e inconfesables. Por fuera de ese círculo sí, hay muchas personas “bien intencionadas”, intelectuales o artistas que promueven y publicitan este tipo de cambio y creen que lo están haciendo por el bien común. Después están los que se dejan arrastrar por la moda.

Y en cualquier caso, el camino al Infierno está empedrado de buenos deseos.

Pero a tu pregunta respondería con otra pregunta: “¿Progreso para quién?! La pandemia, por ejemplo, demuestra objetivamente como las grandes compañías tecnológicas han multiplicado sus ganancias más que nunca. Actualmente reúnen los mejores números contables de su historia. Sin embargo, son las propias cifras de Naciones Unidas, es decir, de los mismos que impulsaron este encierro compulsivo que aumentó la demanda de bienes digitales enriqueciendo a las compañías tecnológicas, las que reconocen a través del informe de las FAO (División alimentaria de la ONU) que las medidas sanitarias produjeron un genocidio de 300.000 personas que mueren de hambre al día, una cifra que multiplica los números de los años anteriores. El cierre de comercios obligó a quebrar a cientos de miles de empresas competitivas en todo el mundo, condenando al desempleo y la miseria artificial a millones de individuos. Entonces, estamos hablando del progreso de una elite minoritaria y de un terrible retroceso en las condiciones y calidad de vida de grandes masas poblacionales.

En otro nivel de discusión, diría incluso que el progreso suele ser una ilusión. Se habla de progreso como si fuera un fenómeno que ataña a todos los miembros de una sociedad cuando generalmente se focaliza en un grupo privilegiado.

Como señalaba el célebre economista francés Frédéric Bastiat, para darles a unos desde el Estado siempre debes quitarle a otros. El Estado no produce ninguna riqueza. La usurpa y, por supuesto, parte de esa riqueza va a parar a los bolsillos de los políticos, probablemente la gran mayoría.

Lo que estamos viendo actualmente es una serie de enfrentamientos sociales caldeado por el globalismo; entre patriotas e inmigrantes, entre homosexuales y heterosexuales, entre hombres y mujeres, entre veganos y omnívoros. Es la vieja premisa maquiavélica de “divide et impera” (Divide y vencerás).

En Paraguay tenemos uno de los más destacados exponentes del globalismo, Jeffrey Sachs. Siendo que Paraguay es uno de los países donde más le cuesta penetrar al globalismo ideológico (Género, LGTB, Aborto, etc), ¿cuál consideras que puede ser el rol de Sachs en todo esto? Pensando en la infusión del globalismo, pero también en su papel en las negociaciones de una de las hidroeléctricas más grandes del país, Itaipu.

Una de las grandes obsesiones de la elite globalista es el cambio hacia las energías renovable. Esto podría sonar alentador para los incautos, pero conociendo la importancia estratégica de Itaipu lo primero que debo sugerirles es temblar por la presencia de un personaje como Jeffrey Sachs.

Pongamos en contexto quien es Jeffrey Sachs. Es un economista celebrity, mucho más destacado por su rol mediático que por sus capacidades profesionales; es amigo de Bono de U2; tuvo su propia serie en MTV recorriendo África con Jennifer López; está generosamente financiado por la Universidad de Columbia, por la Fundación Bill & Melinda Gates, y también es un adlátere, un alfil de la Open Society Foundation de George Soros. Para convencerse de que clase de jugador es Jeffrey Sachs basta con ver sus fotos sonriendo y abrazado con Soros, Ban Ki Moon, Kofi Annan y otros Secretarios Generales de la ONU.

A su vez, Jeffrey Sachs es el gran ideólogo de la Agenda 2030. Es consultor de las Naciones Unidas, miembro prominente del Foro Económico mundial y es, ni más ni menos, que el principal asesor medioambiental del Papa Francisco. Es el ideólogo laico de la encíclica “Laudato si”, la encíclica ecologista del Papa que tanta polémica y fastidio generó en muchos fieles católicos.

Entonces, el rol de Sachs es ser un ideólogo del nuevo orden social donde, entre otras cosas, se busca imponer antivalores como que un árbol vale más que un niño, o que una montaña vale más que los ancianos y que el ser humano es el único responsable del apocalipsis y catástrofe climática.

¿Qué sucede cuando querés reconstruir -como hoy está haciendo Joe Biden en Estados Unidos con su New Green Deal– la totalidad de la infraestructura existente para hacerla supuestamente más ecológica? Por un lado, estás cayendo en el viejo cuento keynesiano de cavar pozos por la noche para taparlos durante el día. Y lo peor es que es un terrible derroche de recursos públicos que los países del tercer mundo no podrán permitirse, por lo que termina siendo un golpe mortal a la competitividad. Porque lo cierto es que Tesla (empresa de autos eléctricos de Elon Musk), compañíaen alza bajo esta coyuntura, es una caja sin fondos de subsidios estatales, una empresa completamente incompetente, deficitaria, que no puede existir sin inyectarle impuestos. Sin embargo, al ver la progresiva prohibición del uso del automóvil y de los vuelos cortos de aviones se comprende que la gente está siendo gradualmente obligada a elegir autos eléctricos, que al ser muchos más caros, lo que en el fondo significan estas medidas es prohibirle a un sesgo poblacional el acceso a este tipo de transporte.

Esto está ocurriendo ahora. España, Francia y Gran Bretaña avanzan actualmente en la prohibición de los vuelos cortos para sustituirlos forzosamente con el uso del tren, y todo en nombre del medio ambiente. Es ahí donde se ve como todo el entramado ecologista implica apropiarse de los recursos de los países para vulnerar la propiedad privada. Pero siempre, claro está, en nombre de las buenas intenciones.

Por supuesto que Jeffrey Sachs representa una obsesión para sus financistas por su rol en las fuentes generadoras de energía eléctrica, como lo es Itaipu. Durante el proceso, de paso, van destruyendo empleos y empresas, y se empieza a crear la ficción de que en el mundo sobra mucha gente. Porque detrás de la idea ecológica que defiende Sachs reside la falacia de la superpoblación (una idea que fue refutada también por Frédéric Bastiat). Pero la verdad es que no sobra mucha gente en el mundo, sino que sobra para la clase de modelo social que ellos quieren imponer: un modelo tecnocrático que demanda cada vez menos mano de obra y que ya no necesita que consumas bienes materiales, sino digitales. De todo esto se trata, en definitiva, la Agenda 2030 que promueve Jeffrey Sachs.

¿Alguien puede creer que es casualidad que después de la venida de Sachs a Paraguay hayamos tenido un episodio inédito en el centro de Asunción con indígenas disparando flechas contra la policía por la ley que prevé aumentar las penas en ocupaciones ilegales de tierra? Esto se va a convertir en un problema cada vez más grande. ¿Por qué? Porque estos mismos millonarios “progresistas” necesitan imponer la agricultura tecnificada en las áreas rurales. Entonces utilizan este tipo de herramientas, como financiar ocupaciones reclamando “tierras ancestrales”, o el ultra polémico Tratado de Escazú que habilita la intervención política de las propiedades rurales en el nombre del cuidado del medio ambiente. En pocas palabras, un comunismo solapado en cuidado del medio ambiente. Estos son los riesgos que implica tener a Sachs como uno de los asesores predilectos de Mario Abdo Benítez.

Hablaste de la encíclica “Laudato si”. ¿Existe punto de vinculación del proyecto globalista con la izquierda jesuita representada por el Papa Francisco?

La Compañía de Jesús ha sido tradicionalmente un grupo de poder bastante autónomo dentro de la Iglesia Católica, y una de sus principales características es que son grandes publicistas. Han sabido concentrar a muchos de los principales intelectuales católicos, y siempre tuvieron una simpatía natural hacia las ideas de izquierda. Fueron, por ejemplo, los principales impulsores de la teología de la Liberación.

En Paraguay es un tema bastante sensible. La banda criminal de terroristas asesinos denominada “Ejército del Pueblo Paraguayo” (EPP), derivado de un partido comunista como Patria Libre, fue fundada por 11 seminaristas y que, de haber sido ordenados, habrían sido curas bergoglianos.

El Papa Francisco empezó hace unos 25 años a hacerse eco de estas ideas. Soy el autor del biográfico de Francisco más visto del mundo, titulado Todos los secretos del Papa Francisco, que tuvo de 2.6 millones de visualizaciones. Ahí se retrata los orígenes y objetivos de este personaje, así como su relación con la ultraderecha católica y su rol en la entrega de sacerdotes a la dictadura militar argentina.

Jorge Mario Bergoglio -su nombre secular- se vincula con la elite globalista a través de un ex ministro del entonces presidente Carlos Menem y actual empresario de medios en Argentina y Paraguay, José Luis Manzano. En esos años fue designado arzobispo de Buenos Aires y cardenal de la Argentina. Entonces dio un giro de 180 grados en su discurso, consciente de que la nueva ideología dominante del poder mundial comenzaba a ser socialdemócrata. Y es así que hoy vemos un furibundo giro a la izquierda en el Vaticano que pone los pelos de punta a una gran cantidad de sacerdotes y feligreses que no adhieren a estas interpretaciones. Pero Bergoglio se ha puesto a sí mismo en el lugar de líder espiritual de los cambios que están ocurriendo.

Podemos ver cómo sin ruborizarse pidió un gobierno mundial, o cómo es un gran referente del ecologismo catastrofista de Greta Thumberg; o como se lleva de maravillas con el Partido Comunista Chino en una nítida traición a los millones de católicos chinos perseguidos por el régimen de Beijing. Y todo esto, a su vez, forma parte de una operación que implicó un golpe palaciego a Benedicto XVI, tal como revela Wikileaks, que dejó ver las correrías de Hillary Clinton, Obama o Joe Biden bregando por una “primavera católica”. Dicho esto, podemos vislumbrar que el fenómeno Francisco no es casual. Es algo previsto por esta misma elite para manipular masivamente a las personas en el nuevo dogma desde la institución más antigua y arraigada de occidente, la Iglesia Católica. 

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Hace ya algunos años en Bolivia, y ahora en Argentina y Chile, apareció o recrudeció en algunos casos, el conflicto con las fuerzas de choque de los grupos indigenistas. ¿Esto también es parte de la agenda 2030 y de la idea que encierra esa irónica sentencia: “no tendrás nada y serás feliz”?

Absolutamente. Estas cosas de las que estamos hablando no son interpretaciones ni conjeturas. Están directamente explicitadas en la web de la ONU o del Foro Económico Mundial. “El Gran Reinicio”, no tendrás nada y serás feliz.

Los grupos indigenistas siempre fueron utilizados por la izquierda con una fuerte impronta paternalista y racista. Generalmente son blancos de la izquierda aristocrática que se creen en condiciones de decidir qué es lo mejor para esas personas.

En la Argentina podemos atestiguar cómo luego de más de un siglo de absoluta paz social entre todas las etnias ahora tenemos tomas de tierras en la Patagonia donde muchas personas fueron gravemente agredidas. También en Chile, donde directamente las organizaciones mapuches armadas han asesinado inocentes. Están avanzando en ambos países de manera coordinada contra la propiedad privada azuzando el rencor. Porque el progresismo vive de azuzar el rencor y el enfrentamiento entre las personas. De manera curiosa, los terroristas “indígenas” nunca invaden las tierras ocupadas en territorio nacional por sus grandes inversores de la elite globalista, como en la Argentina puede ser el caso de Joe Lewis (Magnate inglés), dueño de una lujosa mansión y de un lago, sí, un lago, a sólo kilómetros de las tierras que reclaman, donde atacan a los pequeños e inocentes propietarios.

Es curioso que hoy en Paraguay, uno de los países donde más se respeta a las culturas originarias, un país que es casi en su totalidad bilingüe y donde sigue vivo el legado de los guaraníes, se vean las imágenes como las de los últimos días, donde aparecen indígenas quemando coches, arrojando piedras y flechas, defendiendo la toma de tierras como si eso se tratara de un derecho cuando en realidad se trata de un delito. ¿Por qué pasa esto? Porque hay organizaciones que lo permiten y lo patrocinan tratando de ideologizar el pasado de la América precolombina.

Siendo que no hay buenos en la historia, pretender instalar un debate que establezca que ciertos grupos tienen más derechos que otros en función de lo que pasó hace casi 600 años es un disparate. Pero claro, sería un disparate si no fuera parte del plan de enfrentar a las personas, a las sociedades, disgregarlas y avanzar bajo cualquier pretexto sobre la propiedad privada, que es el principal reducto de la soberanía de los hombres y de libertad individual.

En apariencia, los Estados Nación no tienen la fuerza necesaria para combatir las políticas de los organismos supranacionales y sus “filántropos” como Bill Gates y otros. ¿Coincidís con esta visión o existe alguna alternativa en la que se pueda trabajar para salir de esta situación?

Claro que existe una alternativa, y es el empoderamiento de la sociedad civil, el empoderamiento de los privados, la alianza entre los ciudadanos. Porque el Estado Nación no está debilitado, sino que es la causa de todo esto. La consolidación de los Estados Nación implicó fundamentalmente que el Estado pasó a hacerse cargo de la educación y de la salud, bienes suministrados por la comunidad durante siglos. Tenemos el caso de la Atenas Clásica. Durante su apogeo ni el más pobre siervo era analfabeto, y no existía ningún tipo de instrucción pública. Es cuando surge el proyecto de ingeniería social moderna que el Estado absorbe la responsabilidad de inculcar valores y antivalores, ideas y conocimientos (sesgados) a los niños. En otras palabras, modelar la consciencia de los súbditos en nombre de su propio bien.

Con la salud pasó lo mismo, y el Estado comenzó a apropiarse, a través de la salud pública, de lo más sagrado que tiene un hombre: su vida, su cuerpo. ¡Y que alguien venga a decirme que esto no es precisamente lo que acabamos de vivir! Limitaron todas tus libertades y derechos en nombre de salud pública.

En resumen, el globalismo es la alianza mafiosa entre nuestros políticos, nuestros estados nacionales. Ellos encontraron un gran incentivo en aliarse con otros estados en la misma dirección, porque eso implica que como individuo ya no puedas escapar. Pueden cobrarte los impuestos que quieran, imponerte las leyes que deseen, abusar de ti como les dé la gana. Porque el globalismo es un marco que extiende ese poder autoritario y no te da como ciudadano vías de escape.

Han pasado de educarnos con las viejas ideas nacionalistas de que “debes morir por tu patria”, algo con lo que tampoco estoy de acuerdo, para reemplazarlo por LGBT, ecologismo, indigenismo, feminismo, etc. En resumen, el Estado mundial se está gestando a partir de la solidez de los Estados nacionales que tienen más poder que nunca.

En ese sentido, la sociedad paraguaya tiene mucho que enseñarles a sus vecinos, y tiene mucho que preservar en su seno porque existen valores de reacción en defensa de la libertad. Ese es el modelo que debemos preservar intacto: la cohesión de los hombres contra la clase política. Esto se trata de ellos contra nosotros.

Hace dos años la pandemia pasó a ocupar nuestra vida de manera inesperada, y la sociedad fue cediendo libertades en pos de una aparente seguridad sanitaria ante la amenaza. ¿Qué futuro le ves a las libertades individuales después de semejantes retrocesos?

El futuro de las libertades individuales depende exclusivamente de cuanto estamos dispuestos a hacer para defenderla. Colocar un papel en una caja de cartón no cambia absolutamente nada.

Todo reside en la vieja premisa de Thomas Hobbes: “el miedo gobierna el alma de los hombres”. Motivados por el miedo a la muerte, manipulados por los medios de comunicación y la educación pública que nos dijo que el Estado debe cuidar de nuestra salud, aislados por el garrote de los policías que salían a perseguirnos por ejercer nuestro sagrado derecho de salir a ganarnos el pan, terminamos aceptando un encierro totalmente injustificado en términos científicos. Los mejores epidemiólogos, los mejores sanitaristas, los mejores virólogos del mundo discutieron las medidas liberticidas desde el día uno, y se les respondió con un censura atroz.

El encierro fue político. No fue realmente sanitario. Es un precedente nefasto, porque lo que han hecho fue experimentar hasta qué punto estábamos dispuestos a aceptar que vulneren nuestras libertades y nuestros derechos, Y resulta que estuvimos dispuestos a que nos humillen, a que nos reduzcan a la condición de esclavitud durante más de un año y medio.

Confieso que soy bastante pesimista, pero no dejo de pensar que generalmente los ingenieros sociales fracasan. Estos proyectos mesiánicos a la larga terminan fracasando, porque el ser humano es imprevisible y, como dijo Baruch Spinoza, “la libertad siempre vive unos minutos más que sus enemigos”.

Hace unos días, en Argentina prohibieron la peregrinación a caballo a la Virgen de Luján, una tradición que lleva décadas. En una entrevista hablaste de un paradigma equivocado cuando se habla de derechos animales. Sin defender por ello el sufrimiento animal, explicaste que la ética entre derechos y obligaciones son una institución humana. La agenda animalista, el veganismo, etc, ¿responde a una agenda económica o social?

Definitivamente responde a una agenda económica. Basta con ver cuáles son los precios de las carnes de laboratorio en las que han invertido personajes como Gates o Bezos o ver los precios de todas las marcas de comida vegana. Pero más allá del negocio en sí, por supuesto que existe un impulso de biopolítica parecido al de la pandemia por meterse en tu mesa, en el plato de los que estás comiendo, en tu cuerpo.

No en vano Bayer, una de las principales farmacéuticas del mundo, y Monsanto, principal monopolista de las semillas transgénicas, se fusionaron. No en vano Gates es accionista tanto de Monsanto como de Walmart. No en vano detrás de todos los movimientos animalistas están los mismos financistas de los movimientos indigenistas y de los movimientos LGBT, que no defienden la libertad de los gays, sino que buscan privilegios estatales.

No tengo ningún problema con quien elige ser vegetariano o vegano. Mi problema es con que traten de imponernos una agenda alimentaria. Si bien el tema está en ciernes y genera mucho rechazo, hace años también generaba mucho rechazo el feminismo revanchista, el feminismo misándrico, y hoy se convirtió en la norma, en la ley, literalmente hablando, de muchos países.

Siempre me gusta recordar el libro de Aldous Huxley, Un mundo feliz, que pregonó entre otras cosas que terminaríamos entregándonos al sometimiento y amando a quien nos somete, donde el Estado se adueñaría de los hijos y dejarían de ser de sus padres, premisa que por cierto están ejecutando poco a poco a través de los ministerios de educación, la UNESCO, etc., y donde la gente se alimentaría con pastillas. Avanzamos hacia eso. Avanzamos a un control tan estricto y violento de nuestros hábitos y costumbres, entre otras cosas, en nombre de los pobres animales.

La relación de los humanos con los animales es biológicamente un hazaña inexplicable. Haber logrado domesticar a las bestias, que un lobo nos lama la mano y nos protejan, es una suerte de milagro. Es lo que nos ubica, sin lugar a dudas, como los reyes de la naturaleza. Y hemos hecho más por los animales, por cuidarlos y servirnos de ellos, que cualquier otro animal del mundo, porque su mandato instintivo es matar y disputar.

Entonces, pretender que los animales tengan derechos no es sólo una locura, porque los animales no son responsables de sus actos, sino que además es una locura antihumanista, un movimiento suicida para nuestra especie, un retroceso en nuestra condición de seres humanos.

Todo esto nos lleva a hablar, indefectiblemente, del cambio climático, ¿Somos los humanos responsables cómo dicen las campañas del relato mundial? ¿Tenemos que asustarnos y hacerle caso a Greta?

A medida que voy profundizando en el tema descubro que el cambio climático es un hecho totalmente desligado de cualquier cosa que hagamos nosotros. Irónicamente, estos animalistas o ecologistas nos sobredimensionan, sobreestiman nuestras capacidades. El mundo existió y podrá existir perfectamente sin nosotros.

La contaminación sí que es un problema, y estoy de acuerdo con que se lo aborde. No podemos contaminar el agua y el aire de todos, ni talar todos los bosques. Pero no son estos temas el foco de estas políticas. El cambio climático es inevitable y está relacionado con muchísimos factores que escapan a nuestras manos. En los siglos que precedieron al Renacimiento, la salida de esa larga noche feudal europea, había dos grados de temperatura más que ahora, y lejos de existir catástrofes e incendios y hambrunas fue un período de prosperidad agrícola inmensa.

Nos están tratando de vender el fin del mundo. Uno de los principales exponentes de la religión del calentamiento global supuestamente causado por el hombre, Paul Ehrlich, enunció que la humanidad se extinguiría en 1964. Bueno, Paul Ehrlich, quien sigue vivo, es financiado por Bill Gates y fue premiado por el mismo Jeffrey Sachs, insiste que, si bien no todavía… ya llegará.

El problema es que ahora los políticos se han hecho eco de este discurso anti científico y pretenden empobrecernos, una vez más, en nombre de nuestro propio bien. La estupidez siempre es peligrosa, pero lo es aún más cuando se trata de una estupidez amada, una que será defendida por la policía o el ejército, por órganos represivos que no están para cuidarnos a nosotros sino a ellos de nosotros.

Hablar de pandemia o de cambio climático, finalmente, es hablar de libertad, con todo lo que vimos durante la pandemia y estamos empezando a ver con el nuevo impulso ecologista. ¿Por qué pensás que la gente, más allá de la falta de información, pareciera tener miedo a ser libre? ¿Qué cambió en la sociedad?

Mayoritariamente, la búsqueda de poder y la búsqueda de libertad nos definen. Es algo tan antiguo como el hombre mismo. El sociólogo Franz Oppenheimmer realiza un extraordinario ejercicio de honestidad intelectual en su libro El Estado. Oppenheimmer fue un socialista moderado que se dispuso a investigar el origen de los estados, y en este trabajo investigativo se vio obligado por su propia honestidad profesional a darnos la razón a los liberales. Descubrió que el surgimiento de todos los estados, en todas las civilizaciones más importantes, diversas, enormemente separadas por la geografía, fue similar. Primero el hombre descubre la agricultura. Deja de ser nómada, se asienta y produce más de lo necesario para vivir. Ese excedente es el capital, la propiedad, el ahorro. Entonces surge la división del trabajo, el intercambio. El beneficio de la sociedad venía de intercambiar entre nosotros, cuidarnos entre nosotros más o menos armónicamente. Ese es el surgimiento del mercado, del comercio. Y es así hasta que un grupo de tipos listos no quiere trabajar esforzadamente para vivir, no quiere depender de su capacidad para ayudar a otros, y pretende que por su mera existencia tenían derecho a comer, derecho a un que les den techo, a expensas de la libertad y el esfuerzo ajeno. Ese grupo armado promete que te va a defender de los otros grupos armados que quieren secuestrarte, pero quien te termina secuestrando es el Estado. Sea donde sea, es el Estado. Después surgirán las clases sacerdotales que dirán que este es el orden divino, que el Estado es lo natural y la libertad es lo antinatural.

¿Y cómo convencer a la gente? Con el miedo. Te dirán que la libertad implica riesgos. Y es verdad, la libertad no es refugio. La libertad es intemperie. Pero preguntémonos, ya que estamos con el animalismo: ¿quién es más feliz? ¿Un león que nació en un zoológico que tiene comida y salud garantizada pero no es otra cosa que un objeto de espectáculo, o un león libre, que asume los riesgos de su propia naturaleza reinando feliz en la sabana? Esa es la diputa que tenemos. Los enemigos de la libertad siempre tienen una excusa para poner por encima de la libertad a la patria, a la tradición, al progreso, a la igualdad. Pero ninguno de estos valores sirve de nada si no hay libertad. ¿De qué me sirve saber leer si no puedo elegir qué leer? ¿De qué me sirve una casa si no puedo elegir qué casa? ¿De qué me sirve que el Estado me regale algo si no lo gané con el sudor de mi esfuerzo?

Nos están infantilizando. Quitarle la libertad al hombre es, al fin y al cabo, quitarle su dignidad y su humanidad. Los acobardados se sienten más cómodos con alguien más tomando las decisiones por ellos. Esas personas no tienen salvación posible. Por eso yo creo que la única resistencia viable será la de quienes todavía sabemos que la libertad es el valor más importante, por encima de cualquier amenaza o promesa que nos quieran traer los encantadores de serpientes.

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