El pasado domingo 4 de septiembre, alrededor de 13 millones de personas sufragaron en el Referéndum Constituyente, donde les correspondió decidir si aprueban o rechazan el Proyecto de Constitución redactado por la Asamblea Constituyente. Vale acotar, que todas las encuestas apuntaban a una victoria del rechazo, aunque variaban en los márgenes, los cuales oscilaban entre los 4 hasta 12%.
Pero la realidad, una vez más superó la ficción, la victoria del rechazo fue supremamente aplastante, una lectura corta y rápida de los resultados es que de cada 3 electores, 2 votaron por el rechazo, lo que equivale a decir, dos tercios de los electores chilenos no están de acuerdo con el texto Constitucional propuesto por la Asamblea Constituyente de 2022.
Ahora bien, vamos a la lectura profunda de lo que expresan estos números, más allá de comentarios arbitrarios y profundamente sesgados como los del Presidente de Colombia Gustavo Petro, quien señaló que ganaron los pinochetistas, es decir, para Petro los 8 millones de electores que votaron por la opción de rechazo son pinochetistas, sencillamente absurdo y fuera de toda realidad. Sin contar con los comentarios en esa tónica emitidos por el gobierno de Venezuela, Nicolás Maduro, quien pretende pontificar sobre “democracia participativa” y “liderazgo popular”, cuando éste es reconocido como un vulgar tirano y violador de derechos humanos a gran escala.
De vuelta y apartados de esas visiones burdas e ideologizadas propias de la ultra-izquierda neocomunista, vamos primero al proceso de elaboración del proyecto Constitucional en sí mismo, recordemos que éste emergió de la revuelta urbana a finales del año 2019 y que obligaron al entonces Presidente Sebastián Piñera a convocar a una Asamblea Constituyente, la cual, quedó compuesta en su mayoría por izquierdistas, quienes terminaron produciendo un voluminoso texto el proyecto en julio de este año, compuesto por 388 artículos en 176 páginas.
En crudo, el reciente proyecto de Constitución hoy categóricamente rechazado en las urnas, amén que implicaba una incertidumbre político-institucional, pues, eliminaba el Congreso bicameral para dar lugar a una Asamblea al estilo de la Fidel Castro en Cuba y más tarde replicada por la “marea revolucionaria” de Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia y Ortega en Nicaragua, además de la supresión de los Carabineros, institución tradicional del Estado chileno y pilar de la seguridad interna, modelo de gestión policial para el resto del Latinoamérica. No conforme con ello, también pretendía implantar en Chile una suerte de Estado socialista, camuflado con cosméticas reivindicaciones sociales, a los pueblos indígenas, el falso feminismo y los demás temas propios de la agenda progresista global.
Por todo lo antes expuesto, la inmensa mayoría de los electores chilenos rechazó esa propuesta de Constitución socialista, no obstante, y para infortunio del propio pueblo chileno, esta maniobra de la izquierda no terminó con el fracaso de este intento que inició con el plebiscito de octubre de 2020 donde grosso modo el 80% de los 7 millones de electores, votó a favor de la redacción de una nueva Carta Magna. Ajustado estrictamente a derecho, ese mandato popular feneció con el aplastante rechazo del domingo pasado. Lo que equivale a pensar racional y lógicamente, que debe la sociedad chilena continuar funcionando con su actual Constitución.
Infelizmente, el propio Presidente Gabriel Boric el mismo día de conocerse los resultados, abusivamente ignora la contundente manifestación popular del domingo 4 de septiembre y retrotrayéndose a octubre de 2020, señaló que él va a cumplir el mandato que le dio el 80% de los chilenos para hacer una nueva Constitución. Este empeño de Boric, a todas luces es contrario al derecho y políticamente autoritario, aunque discursivamente se pretenda dar un manto de legalidad, de democracia y participación popular o con cambios de Ministros del gabinete. Nada más alejado de la realidad, el pueblo ya se expresó, masivamente acudió a votar y por amplísima mayoría rechazó el proyecto de Constitución de 2022 que implica condición sine qua non, el fin de ese mandato.
Finalmente, oscuros días vendrán sobre Chile si el Presidente Boric se empña en esa dirección, pues, la INCERTIDUMBRE en el ámbito político-institucional como en política interna se refiere, es lectura que no sólo hacen los mercados, sino que está nítidamente reflejada en la significativa caída libre que experimentan tanto la demanda interna como el PIB, que sobre la última magnitud para el 2023 se estima que la misma se ubique en 0,5 a 0,1%, según cifras del BID, con lo cual, la economía de Chile continuará contrayéndose y tendrá uno el peor desempeño respecto a las economías de la región. Con este resultado se cumple la regla, los gobiernos de izquierda, sólo destruyen riqueza y aumentan los pobres.