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Analisis

La insoportable levedad del no ser

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Trucho, trucho, todo es trucho en Paraguay, mejor dicho Bolaguay, es el nombre que merece por los frutos que da o por los que no da mejor dicho. Prefiero el Purifru de frutilla que el de naranja, no así la mayoría de la gente.

Lindo título para mi novela. Claro, más de uno va a asociar con la de Milan Kundera, “La insoportable levedad del ser”, la cual, obviamente, inspira el encabezado de hoy. No obstante, el contenido es completamente distinto, creo que mi artículo hace mucho más honor a su título que el del escritor checo a su libro.

Viene al caso el parlamento teatral más célebre del mundo, el ser o no ser de Hamlet, de la obra más famosa de Shakespeare y también cuando Marcelo le dice a Horacio -personajes de la misma obra- guardias del palacio: «Algo huele a podrido en Dinamarca», ya que en Bolaguay, siempre algo huele a podrido.

Todo lo que es trucho en verdad no es, pero se le llama como si fuese, he ahí la perversión, entonces, ser o no ser es la cuestión, no basta con solo parecer.

Lectura recomendada, de Jean Paul Sartre: «El ser y la nada», 800 páginas, cuatrocientas del ser y 400 de la nada, ja ja ja!! En verdad no lo recomiendo, muchos entrarán en pánico al leerlo y a otros les explotará la cabeza. Sin embargo, ayudaría.

Como no somos del todo, solo imitamos a los que son y esto nos convierte en farsantes, podemos decir que eso es lo que somos por en cuanto, una sociedad de farsantes, de imitadores, así se enriqueció Ciudad del Este al menos. La Camorra también, en Napoli, en su fase moderna diría, falsificando marcas de prestigio mundial, hasta el vestido de la sintética Angelina Jolie en una de las entregas de los Oscar era una falsificación hecha por estos tanos. Preguntale a Oscarci, él te va a contar toda la historia.

Ahora, ¿por dónde hilamos las falsas prendas confeccionadas por la Camorra con Ciudad del Este? Ambas ciudades de ética similar y los chinos, sastres especialistas en imitación contratados para el efecto.

¿Es en verdad todo bola? Claro que no, ahí están las casas, los edificios, las plazas, las canchas, los shoppings, pero eso no lo inventaron los paraguayos, responden a reglas universales como la ley de la gravedad aunque el papá de Marito alguna vez la intentó cambiar al enterarse que era una «ley» y quería una chimenea flotante en la sala de su nueva casa donde se crió el burrito.

Para ser más cosmopolitas, el influyente y degenerado escritor norteamericano William Burroughs, tituló a su novela más conocida a sugerencia de un amigo; «Naked Lunch» (Almuerzo desnudo: un instante congelado en el que todos ven que hay en la punta de sus tenedores) como un momento de realidad innegable, ya que el escritor, al estilo Melamed, decía también que todo era bola en la cultura estadounidense. Bruto, feo, no me gusta. O los curepas, muchos creyeron que la frase dicha por el Pocho (Perón) que «la realidad era la única verdad» la inventó él cuando en verdad es de Aristóteles.

Sucede algo similar con la sentencia «El que no trabaja que no coma» la que fue atribuida a mucha gente menos al autor; Pablo apóstol.

Hablando de almuerzo al desnudo, el tembi’ú paraguay es verdadero y nuestro, el poha ñana ni qué decir y el dulce y expresivo idioma guaraní, solo nuestro, cosa nostra. Nada de esto es bola, todo el resto sí.

¿Y qué es el resto? Lo que nunca fuimos y queremos ser o imitar porque no tenemos la suficiente convicción en lo que somos. Por eso se nos pega tan fácilmente los acentos extranjeros, especialmente el curepa ¿te das cuenta? Somos parte de una cultura blanda.

El paraguayo es un ser incompleto en gran parte gracias a la levadura católica reconocida en la propia Constitución Nacional, Artículo 82: Se reconoce el protagonismo de la Iglesia Católica en la formación histórica y cultural de la Nación.

Ahí está, a confesión de parte relevo de pruebas. Por eso, en verdad, aquel que dice ser católico confiesa sin darse cuenta no estar completo porque su religión es una imitación, una farsa, pura forma, rito, liturgia, cuerpo sin alma. Pero debo decir que muchos católicos son glamorosos aunque eso no alcanza para salvarse. Sólo Cristo salva y en las Iglesias Católica, Él está colgado, crucificado, muerto. Muy contradictorio para alguien que dijo: «He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». Algo no está bien ahí.

Carlos Rangel, en su libro «Del buen salvaje al buen revolucionario» explica que Latinoamérica es lo que es o lo que no es en gran parte por el protagonismo de la Iglesia Católica tal cual como reza el artículo 82 en nuestra carta magna.

La ética básicamente hipócrita del catolicismo coagula en una conducta generalizada donde la mentira es la norma. Como dijo el célebre escritor mejicano Octavio Paz: «La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza a zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad. Durante más de cien años hemos sufrido regímenes de fuerza, al servicio de las oligarquías feudales, pero que utilizan el lenguaje de la libertad. Esta situación se ha prolongado hasta nuestros días. De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma».

Por eso a este país le queda perfecto el nombre «Bolaguay».

Imagínense, «El país de la sopa dura» como título el finado Helio Vera una de sus obras, en el cual, existe un programa de televisión llamado «Polémica en el bar» que no tiene polémica alguna y otro que se llama «Políticamente incorrecto» conducido por el más abyecto conductor de lo «políticamente correcto». Sin duda, una republiqueta bananera donde podés pedir una banana split sin banana y no pasa nada.

Solución, si quieren nomás, no pasa por ninguna elección, en las cuales, tampoco nadie elige un carajo, solo cree que lo hace. Llamar a las cosas por su nombre sería un buen comienzo y de esta manera someterse a lo que dijo Pablo, vuestro apóstol: «Sed imitadores de mí como yo de Cristo», siendo esta, la única imitación que vale.

¡Que grande padrino!

Por lo demás, entender que el papa no es solamente un pelotudo o un papanata, sino un verdadero aña memby. Hay solo una manera de llegar al cielo y no es a través de las vacunas.

El que es de Dios, Cristo es su pastor y no necesita más nada, los borregos del dios de este siglo son los que se vacunan y cada uno llevará la marca de su dueño.
Ser o no ser es la cuestión.

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