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Corsi e recorsi: La debacle en clave deportiva

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Se lee «fin de ciclo» en diferentes lugares. Olimpia acaba de cerrar una serie con abismales diferencias versus Flamengo, y de nuevo se plantea el famoso cierre de viejo proyecto para dar paso a uno nuevo. ¿Por qué ante el no logro de los objetivos, las decisiones son apocalípticas? ¿Cómo es que un equipo 5 veces campeón de 7 posibles termine con una deuda de 30 millones de dólares? ¿Estamos seguros que solo es un problema de entrenador?

UN RESULTADO DEPORTIVO

Es un resultado deportivo, sí, y marca las actuales diferencias que existen desde el plano deportivo y de gestión de proyectos: el análisis deportivo del cruce Olimpia – Flamengo está determinado por una casi categórica supremacía en calidad de parte de los brasileños. En la ida, la polémica instalada aplacó un poco lo que, a ojo detenido, ya era muy notorio: la supremacía de los brasileños.

La cantidad de goles (9-2) solo colocó hitos numéricos para la diferencia cualitativa.

EL APOCALIPSIS COMO RESPUESTA: CORSI E RECORSI

El resultado impactante acarrea decisiones fuertes en un club como el Olimpia (pasaría lo mismo en Cerro o en Libertad). El 9-2 global fue el golpe de gracia definitivo para la apreciación sobre varios jugadores, el (ya) anterior CT y miembros de la CD.

Varios de los jugadores señalados formaron parte de una de las páginas más gloriosas del club: ganaron 5 de los 7 últimos campeonatos. Una gran performance, si bien el campo internacional le fue esquivo en todo este tiempo.

La primera (invariable) reacción de los clubes es disolver todo, y volver a iniciar con nuevos recursos. Estamos como enamorados del apocalipsis que significa también el inicio de la nueva era.  

Disolver todo lo que había para volver a contratar a mansalva: nuevo cuerpo técnico, nuevos jugadores, mientras se aumenta la deuda del club que no terminó aún de pagar a los prescindidos y ya adquiere nuevos compromisos de pago.

BALANCE FINANCIERO NEGATIVO

Esta gestión que solo se limita a contratar y prescindir o rescindir contratos de jugadores o cuerpos técnicos, no puede llevar a muchos años de salud financiera. Sin embargo, los equipos paraguayos persistiendo en este modelo de gestión.

¿Cómo es que el más campeón de los últimos 4, 5 años termine debiendo 30 millones de dólares? ¿Cómo puede ser que el rival de siempre deba una cifra similar?

¿Los clubes no son autogestionables? La respuesta es NO. La mayoría de ellos dependen de aportes personales de presidentes y dirigentes. La cantidad de socios al día apenas alcanza para algunos menesteres, los planes de sponsor y campañas de marketing ayudan un poco, y la competencia local no termina de ser todo lo atractiva como para pensar en un producto mejor que pueda ser vendido.

A DIFERENCIAS ABISMALES, NECESIDAD DE PROYECTOS

¿No es hora de pensar y ejecutar otros modelos de gestión? ¿Que no saldremos campeones por unos años con tal de establecer un equilibrio? Pues sería peor que el club termine embargado, ¿no?

A diferencias tan notorias, necesidad de análisis más objetivos, y apuestas por proyectos sólidos, medibles, evaluables.

No podemos competir en términos de economía con el mercado brasileño, y con los clubes más importantes del continente. Es hora de cambiar la perspectiva, e ir por un proyecto global, destinado a situar al fútbol paraguayo en un escenario de mayor competitividad.

Los clubes tal y como están actualmente pensados no pueden sustentarse con ingresos genuinos, y dependen directamente de la billetera personal de, casi siempre, su presidente. Así las cosas, no se puede pensar en salir a ganar a Flamengo, que se puede dar, ¡eh!, porque es fútbol, pero es un evento particularísimo. Lo normal es que ese fantástico equipo te arrolle como una locomotora.

Pero la pregunta es: a excepción de los brasileños y de River Plate, ¿a quién no le fue esquivo competir internacionalmente? La diferencia que está marcando el mercado brasileño, y los proyectos en sí, hacen muy difícil que podamos sentarnos en la misma mesa a dialogar con ellos.

MIRANDO LA PUNTA DE LA NARIZ

Todos están esperando la victoria del próximo domingo, nada más. Es lo único que importa: una manera de entender las cosas que, tal vez, nos permita competir si fuésemos una potencia mundial económica, social y futbolística.

Pero no lo somos. Somos la «isla de la que se enamoró el infortunio» que refirió el gran Augusto Roa Bastos. El pensamiento de querer ganar solo el próximo partido, y el siguiente, y el siguiente… no lleva a un viaje muy lejano.

Necesitamos que el fútbol paraguayo sea un proyecto global: que cada transferencia sea empujada por todos y sea un logro de todos, que, además, consigamos colocar jugadores en ligas competitivas, en clubes top. Se hace imprescindible que los equipos que nos representan reciban las mejores condiciones de parte de todos, etc.

Por sobre todo, es importante que en cada club los dirigentes se predispongan a mejorar las condiciones de la competencia; que se comprometan a ofrecer mejores campos para jugar y entrenar; que ofrezcan los mejores lugares a sus fuerzas básicas y profesionalicen todo el trabajo que los acompaña.

Desde este espacio se aboga por un radical cambio en la gestión: realizar verdaderos procesos de scouting (seguimiento) de jugadores a contratar, que sean verdaderos refuerzos, apostar por las fuerzas básicas e ir fortaleciendo el plantel temporada tras temporada: llegará el momento en el que ese plantel fortalecido será competitivo.

No podemos más competir desde el aislamiento y dando la espalda a lo que está pasando ahí, afuera, en la casa del vecino. Eventualmente, podremos ganar algún partido épico (la clasificación versus Inter), pero cada vez estamos más lejos como país de competir afuera.

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