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Una explosiva indeterminación dinamita los sueños de clasificación

Brasil cumplió con el trámite en el Defensores del Chaco, y se alzó con su sexta victoria consecutiva por Eliminatorias. No necesitó extremar recursos para llevarse un 0-2 (Neymar, Paquetá) cómodo ante un Paraguay que anunció querer ser muchas cosas y terminó no siendo más que un racimo de jugadores esparcidos con voluntades desconectadas.

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Ser o no ser, he ahí la cuestión

¿Qué pretendimos ser? La indeterminación cobró muy caro frente a una selección de tanta jerarquía. A los 3´estábamos 0-1 abajo porque quisimos ir a presionar muy alto a la selección con mejores recursos técnicos en la competencia.

En la previa, cobró fuerza la posibilidad de jugar con tres centrales y volantes, más dos laterales. Parecía una opción más plausible para competirle a este equipo. Pero Berizzo sorprendió con un inusitado 1-4-4-2: Lucena y Giménez en línea de volantes; Villasanti y Santiago Arzamendia de volantes externos para competir con los laterales brasileños. Robert Rojas y Omar Alderete de laterales.

¿Se contaba con especialistas? Desde luego. Amén del día a día que es potestad de analizar de parte del entrenador, muchas veces, los equipos empiezan a funcionar cuando cada pieza va a su lugar: la cama va al dormitorio, la mesa al comedor, el lateral como lateral, el central como central.

Paraguay navegó la indeterminación de ser o no ser, en toda la noche, y de la mano de su entrenador: esa fue la verdadera cuestión.

Presionar es un arte

Presionar alto, máxime a un equipo de los quilates de este Brasil, requiere de una mecanización y de una convicción ausentes en la noche del Defensores. Hay que ser precisos y atacar los fundamentos adecuados. Paraguay saltó a presionar alto sin sistema, y no tomó la opción Ederson: en un abrir y cerrar los ojos puso a Gabriel Jesús ganando las espaldas a Omar Alderete y con toda la defensa corriendo contra su arco. Demasiado tentador para el cazador Neymar que venía llegando sin ser seguido por ninguno de los volantes.

En el intento, Paraguay quedó desparramado en casi 70 m. Un escenario ideal para sufrir daños irreparables.

Un frankenstein inconcluso

Los 20´finales de la selección lo descubrieron como un Frankenstein exagerado en sus incongruencias; un fenómeno deforme hecho desde decisiones apuradas y poco dotadas de sentido común: sin volante central natural, con mucha gente por delante de la línea de la pelota, y pocos jugadores para hacer llegarla a los delanteros.

Paraguay quiso atacar, pero esa es una acción que no depende solamente de la voluntad. Hay que querer y además saber.

Las decisiones desde el banco no contribuyeron al querer, y como consecuencia terminamos sin atacar ni defender. Neymar venía construyendo el callejón de la diagonal, y al rayar el pitazo final incursionó por última vez en una zona ya sin volantes, habilitó a Lucas Paquetá que con un golpe de billar bajó el telón de una obra con final demasiado previsible.

Maneras y maneras de ganar y perder

Desde luego que es dable perder contra este Brasil. Sí preocupa la falta de un modelo identificable que nos emparente con la selección. Después de un partido así, ni siquiera se puede ajustar la crítica porque no se sabe a ciencia cual fue la intención del entrenador.

Durante 25´jugamos sin volante central natural frente a Neymar. En el medio, se elevó a un central a línea de volantes, se cambió a los tres volantes por jugadores de otras posiciones… Los últimos 20´jugamos con Junior Alonso y Oscar Romero en línea de volantes. Demasiadas improvisaciones para detonar los sueños de una clasificación al próximo mundial.

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