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Analisis

I´m singing in the rain (cantando bajo la lluvia), las palabras feministas que cortan el aire

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Poco se puede decir de un film de Cantando bajo la lluvia, no tanto por todo lo que se ha escrito, sino por la dificultad de glosar en un solo texto el goce que supone dejarse arrastrar por la energía y vitalidad que desborda. No se puede decir nada de una obra cumbre, una obra maestra de la cultura popular norteamericana. La reivindicación de esa cultura popular es la que manifiesta intrínsecamente la película, poniéndola frente a la cultura clásica de las élites intelectuales. La película es un homenaje a los pioneros que sentaron las bases de lo que se ha dado en llamar, la fábrica de los sueños. Es también una auténtica fiesta de los sentidos gracias a las extraordinarias imágenes y escenas de baile, pasando de cine mudo al sonoro. Otra cosa es esa otra lluvia de palabras que nos está intoxicando y que exaspera nada más oírla, ya sea a través de la Televisión, la radio o cualquier otro medio, ya sea internet o periódico. Me refiero a:

Cosificación sexual, adrocentrismo, masculinidad tóxica, heteropatriarcal, feminicidio, micromachismo, mansplaining, Misoginia, sororidad, (que viene de «soror», hermana, y
tiene que ver con la hermandad femenina) patriarcado, violencia de género, violencia
machista, falocentrismo, el slut-shaming, ( el acto de culpa, heredera del cristianismo)
masculinidad frágil, manterrupción, ginopia, empoderamiento, cisgénero, discriminación
positiva, bifobia (odio a los homosexuales) bollera, interseccionalidad, machirulo, trans,
travesti, transgénero, gender, queer, transformista, intersexuales, agénero, andrógino,
agenital, pansexualidad. Antrosexualidad.

Es imposible que, a usted, querido lector, no le pase lo mismo que a mí. Estas maestrillas ciruelas, cargadas de malas intenciones, mujeres de mala vida biográfica, dan nauseas nada más escucharlas. Si es así, déjelo caer, aborde el tema que aquí le encomiendo. No le recomiendo que vaya a ninguna sala de conferencias, reseñas de libros como el último de No me cuentes un cuento, de Sandra Sabatés, que junto a Wiyoming presentan el programa El Intermedio, en la Sexta TV de España. El libro pretende ser una declaración feminista a través de los cuentos populares machistas sobre la opresión de la mujer. Un libro que, según Sandra Sabatés, quédense bien con su nombre, quiere moldear la mente de los niños, a través de la educación feminista, no para cambiarlos o borrarlos, sino para entenderlos, dice ella en una entrevista realizada para televisión española.

Como le digo, no le aconsejo ir a mesas redondas, mesas de debate, manifestaciones, ruedas de prensa de este nuevo código feminista y progre que nos quiere implantar el feminismo radical y terminar con el hombre, y tal vez, castrarlo. A lo mejor así el mundo se acaba, ¿será lo que quieren?, la extinción del hombre por antonomasia. Tampoco quiero que lo sufra, basta con hablar con cualquier amigo liberal para que le abanique con su amplio repertorio musical de palabras caídas del cielo, con aire sentencioso y de suficiencia. Como dice mi amigo Sánchez Dragó:

«¿Compatriotas? A pique estamos de que esa palabra caiga en desuso. Suena ya a arcaísmo y huele a naftalina. No tardarán mucho los académicos en expulsarla del diccionario o en definirla como antigualla léxica de una cultura extinta.»

Pero aún la puedo seguir usando, mientras tanto, compatriotas de todo tipo y condición, eso sí, conservadores, tradicionalistas, cristianos, sigamos bailando bajo la lluvia de estos nuevos palabros que intentan acampar en nuestras casas, y puestos de trabajo, en los teatros, y cines, para acabar de suplantar nuestra identidad. Todos al servicio del único Dios: el Becerro de Oro, la Agenda 2030. Su consigna es ir contra natura, contra la historia, contra la tradición, contra la identidad, contra la humanidad…

Pero no, más bien y aunque occidente parezca encontrarse en el diván de un psiquiatra a punto de atiborrarse de pastillas, no nos dejaremos llevar por los que nos intentan manipular con sus baratijas. Debemos convertirnos en espadachines de las ideas, malabaristas del parnaso, alimentados por las nueve musas que nos deleitan con sus inspiraciones: Calíope, Tersícore, Erato, Talía, Urania, Clío, Euterpe, Melpómene, Polimnia. Es muy posible que los chicos y chicas Millenials, de la generación X o Z, con el smartPhone en la mano, o entre los dientes, no entiendan esa figura retórica con la que se da a entender lo contrario de lo que se dice. Pero si no leen a Erasmo, ni a Voltaire, y si a Sandra Sabatés, esa, la de No me cuentes cuentos, entonces estamos perdidos.

En definitiva, que el mundo se ha vuelto loco. ¿Hay alguien que me lleve la contraria? Si es así, que hable o, calle para siempre.

I´m singing in the rain, comienza la música, empieza el baile. ¿Me acompañas?

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