Unos días atrás visité a mi primer entrenador de halterofilia. Aparte de recordar épocas doradas en nuestro amado deporte, la trágica situación de Bolivia fue uno de los temas que conversamos. Para un par de viejos (mi profe un sesentón y yo un cuarentón) resulta trágico ver como nuestro país, por ende, parte de nuestras vidas, ha caído en una vorágine destructiva.
Es más que obvio que los jóvenes algún día harán la pregunta, ¿qué pasó?
Es un cuestionamiento complejo. Así que vamos por partes.
Allá, a finales de los años 90, la prensa boliviana y muchos profesores universitarios empezaron a ofertar un cambio. Obviamente, muchos se dejaron seducir por tan bella oferta. Pero muy pocos cuestionaron que tipo de cambio.
El cambio que nos encajaron fue la sustitución de la política por el crimen organizado. Todo eso con dramáticas consecuencias para la población boliviana. Por ejemplo, en el Índice de Seguridad y Policía, Bolivia ocupa el puesto 114 entre 127 países de la región, eso nos deja como uno de los lugares más peligrosos del mundo.
También nos dijeron que había mucha riqueza concentrada en pocas manos, que era necesario redistribuirla. Así que a partir del 2006 el gobierno nacional empezó a asaltar empresas petroleras, y desde el 2013 dispuso del uso arbitrario de los ahorros privados que estaban resguardados en el sistema financiero nacional. Hoy nuestra economía requiere grandes dosis de capital privado, pero nadie está dispuesto a invertir acá. Ni hablar del riesgo de default.
Asimismo, acusaron a nuestra constitución de ser muy «derechista», muy «neoliberal» y poco «inclusiva». Nos persuadieron de cambiarla por una «plurinacional» e «inclusiva». Sin embargo, sólo fue un pretexto para que la dictadura se atornille en el poder. Además, la nueva constitución plurinacional viola el derecho humano de igualdad en dignidad y derechos, otorgando más derechos y poder a grupos que justifican como indígenas y otros.
Nuestras instituciones de seguridad (Policía y Fuerzas Armadas) fueron obligadas a abandonar su rol de protectoras de la patria, la constitución y la ciudadanía. Las corrompieron a tal nivel que ahora son parte de una enorme red de narcotráfico. Ya no protegen al país, sino que son los guardianes de la dictadura y parte del crimen organizado.
Los militares de honor ―esos que protegieron al país del castrismo en los 70― son sometidos a todo tipo de persecuciones y humillaciones, por ejemplo, el General Gary Prado Salmon.
Ni siquiera nuestra rica tradición hispánica y católica debería quedar en pie. Había que «descolonizarnos» con suma urgencia. Para eso nada mejor que copiar la idea guevarista de construir el «hombre nuevo» desde el Estado.
Hoy en día, según el estudio Terce de la UNESCO, Bolivia ocupa uno de los últimos lugares de la región en cuanto a desempeño educativo. De hecho, más de la mitad de los estudiantes bolivianos no tienen las habilidades necesarias y requeridas para los muchachos de su edad.
Ahora aparecen muchos «arrepentidos» a decirnos que esto no es «verdadero» socialismo, que en Bolivia se vive bajo un régimen «populista». Pero la verdad es otra. La crisis moral, política, legal y económica del país es producto de la aplicación de la receta socialista, ni más ni menos.
Perdimos nuestra libertad porque muchos se dejaron guiar por consignas. Fueron los idiotas útiles del Foro de Sao Paulo.