Analisis
Ucrania: La guerra y la paz
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3 años agoon
León Tolstoi es quizás el máximo exponente de la literatura rusa, solamente equiparado por su contemporáneo Fédor Dostoievski, quien lo admiraba intensamente. Entre sus obras, que combinaban al cristianismo con un anarquismo pacifista, la más célebre es “La Guerra y la Paz”, que tiene mucho de idílico y romántico, está muy influenciada por la época pero que también rezuma universalidad por el estilo del brillante autor, con quien no comparto mucho de su filosofía, pero cuyo intelecto agudo y artístico es brillante.
En esta inmensa novela se leen las peripecias de las aristocráticas familias rusas en un contexto semi-histórico: la lucha contra Napoleón Bonaparte, que invadía a la “Sagrada Rusia” y que sufría su peor derrota tras la Batalla de Borodino. Al fin y al cabo, la visión idílica, patriótica pero un poco ingenua de Tolstoi, termina reivindicando al Imperio Ruso.
Llegando al primer mes del conflicto militar entre Ucrania y Rusia, no podíamos evitar recordarlo al bueno e ingenuo de Tolstoi, quien afirmaba en uno de sus epílogos en “La Guerra y la Paz” que la historia universal, contrariamente a lo que enseñaba el escocés admirador del Paraguay Thomas Carlyle, no se trata de la “biografía de los grandes héroes” sino de la “sumatoria de un cúmulo de esfuerzos individuales” que la impulsan hacia sus diferentes caminos. Fue quizás la visión filosófica de Tolstoi lo que más ha trascendido en la historia, especialmente en círculos pacifistas y más o menos anarquistas, que centran su visión del mundo en una humanidad utópica, unida por la armonía y la búsqueda del bienestar común. Un romántico, en suma y cierre.
Pero la realidad tiende a superar a la ficción (aunque ambas se alimentan mutuamente, no crea nuestro lector que obras como “La Guerra y la Paz” no han injertado su intensa cuña dentro de las vicisitudes humanas). Cierto es que las acciones sumadas de pequeños y anónimos individuos son el torrente sanguíneo de los acontecimientos históricos. Pero a su vez, el corazón palpitante de la historia son los grandes hombres que con cada pulsión la mueven hacia sus distintas direcciones. Pongamos como ejemplo al cristianismo. Jesucristo es Dios, pero también es Hombre, y Perfecto Hombre. Como tal, su trágico sacrificio heroico es el motor universal de la historia. Pero por supuesto que, inspirados por el Espíritu Santo, cada uno de los discípulos del Divino Maestro ha hecho una sumatoria de esfuerzos, han “cooperado con la salvación” y han difundido en el mundo entero el mensaje de la Iglesia Católica.
Probablemente, esta interpretación sesgada de Tolstoi se debe a su origen bizantino (los mal llamados “ortodoxos”). Es que estos nunca aceptaron del todo a la verdad revelada (dogma) del “Filioque”, entonces se debaten en paradigmas dicotómicos de “et et, aut aut”, errores que terminarían difundiéndose “desde Rusia” (al decir de Nuestra Señora de Fátima) en forma de cismas, herejías y pre-nominalismos para luego dar nacimiento a las más terribles revoluciones de la historia humana, iniciadas en el infausto año 1517. Y me quedaré allí para no entrar en Honduras con demasiadas nebulosas.
Aunque la causa de Rusia en esta guerra nos parece más simpática desde una perspectiva geopolítica y cultural a gran escala, no podemos evitar romper algunas lanzas en favor de Ucrania, pues la nobleza obliga al historiador que intenta ser objetivo (sin que eso signifique, necesariamente, ser neutral) reconocer lo que es digno de admiración y respeto.
En primer lugar, digamos que la resistencia patriótica de los ucranianos durante este mes de guerra es heroica, tenaz y valiente, merecedora de la mejor de las estimas. Cierto es que apenas han pasado 30 días de conflicto, lo que en términos de una guerra internacional de dos países bien armados, es poquito tiempo. Pero a la vez, es mucho más de lo que se esperaba (al menos según las estimaciones de los propagandistas occidentales), aunque Rusia no ha utilizado, ni por asomo, todo su poderío y ha evitado hacer daño innecesario salvo en un par de ciudades, como Járkov o Mariupol, donde se concentran los elementos más neo-nazis del “Regimiento Azov”.
De cualquier manera, los rudos ucranianos se merecen un simbólico aplauso. A pesar de que el avance ruso sobre su tierra es arrollador en apenas 30 días, están dando batalla lo mejor que pueden. Claro, resisten con inmenso apoyo de los países de la OTAN encabezados por EEUU e Inglaterra, quienes con absoluta alevosía les proveen de financiación, armamento e incluso soldados mercenarios en cantidades inmensas. Ya dijimos en otro artículo que, salvando las diferencias demográficas, de poderíos y de tamaños, en este sentido Rusia está sufriendo ahora lo mismo que Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza. ¡Lo único que falta es que se descubra la existencia de un “Tratado Secreto” entre los gobiernos ucraniano, estadounidense y británico para hacer una “guerra limitada” contra el Gobierno de Rusia y quizás, quitarle algunos territorios para luego desmembrarla! Aunque hay fuertes sospechas de que esto es real si nos basamos en las declaraciones del nacionalista ucraniano Yevhen Karas, uno de los líderes neo-nazis del Gobierno de Kiev, en esa misma ciudad durante una conferencia llamada “Bandera Readings” dada en el 5 de febrero de corriente año, afirmó que los ucranianos están siendo armados por Occidente “para hacer la guerra a Rusia”, en un pacto que une (según sus propias palabras) a Inglaterra, Polonia, Turquía y Ucrania. ¿No se llamará Edward Thornton el diplomático británico que se encargó de llevar adelante este hipotético acuerdo mencionado por Karas? Es lo único que faltaría al mix.
Hablando de alianzas secretas y reveladores lapsus calami, otra de las interesantes virtudes mostradas por Ucrania durante esta contienda es su espectacular manejo de las relaciones públicas. En lo referente a la “guerra de información”, los mismos rusos han reconocido que han sido derrotados en dicho frente. Es que en el mundo occidental, tan poco viril, tan emasculado, tan infantilizado, las razones complejas y sólidas no sirven de mucho. Solo importan las emociones, las imágenes lacrimógenas, los relatos fantásticos y el victimismo más histérico. La propaganda ucraniana, con el apoyo incondicional de la gran prensa internacional manejada por EEUU e Inglaterra, literalmente ha arrasado con las mentes de la inmensa mayoría de la población que consume de estas fuentes sin cuestionarlas. La misma gente que vive mirando Netflix y los programas de entrevistas pseudo-cómicas estadounidenses. Allí se produce, además, el fenómeno del nominalismo anglosajón en su peor forma. Estos aceptan, por lo general, la idea de que “la explicación más sencilla es la más aceptable cuando tenemos posturas encontradas sobre un mismo tema”, la llamada “Navaja de Ockham”. No dejan lugar a la complejidad, a lo multifactorial, a las causas diversas y a las ramificaciones que circulan por diferentes vasos comunicantes. Porque es más fácil decir a la gente que “Vladimir Putin es un maligno tirano que quiere ser émulo de Napoleón y coronarse Emperador de Ucrania” (cuento para niños bobos, incluso si fuera cierto) antes que explicar punto a punto las contundentes razones por las cuáles Rusia debió intervenir en Ucrania, que ya abordamos en su momento.
Tolstoi habla de la “sumatoria de acciones de individuos que en conjunto, mueven la historia”. Cierto, el pueblo nacionalista ucraniano, esa sociedad de hombres y mujeres unidos en unas leyes y cultura en común a las que engloban en la llamada “República de Ucrania”, unieron sus valerosos brazos en este combate contra su enemigo. Los ucranianos (no sus élites globalistas y liberales hasta el tuétano) son de costumbres conservadoras y más o menos tradicionales. Tienen un sentido del orden, del sacrificio y del patriotismo que son sumamente admirables. Lo que llama poderosamente la atención es cómo los occidentales, que generalmente se muestran como absolutos enemigos de todo “nacionalismo” y de toda defensa de la “tradición”, ahora están levantando las banderas de Ucrania, país que tiene a un pueblo heroico, patriótico y bastante conservador en lo social (repetimos, a pesar de sus élites gobernantes). ¿Es que hay una disonancia cognitiva aquí? Sí, para el pobre tontorrón que repite cuánta consigna provenga de los grandes medios del sistema globalista, claramente que la hay. Pero no para los oligarcas de la mafia tecnocrática y cosmopolita occidental con sedes en EEUU e Inglaterra, quienes saben muy bien que solamente con un pueblo aguerrido, corajudo y patriótico se puede sostener una guerra contra la poderosa Rusia. ¡Imagine Ud. qué pasaría si los ucranianos fueran como los aburguesados londinenses o neoyorquinos del promedio, todos emasculados pro LGBT! ¡La contienda duraba 23 horas como máximo!
Pero al mismo tiempo, los ucranianos encontraron un par de hombres heroicos que se convirtieron en baluartes de su resistencia. Aquí es donde Tolstoi se quedaría corto en su filosofía de la historia, pues para él, los “grandes hombres” no existen o su relevancia es menor. No obstante, la realidad le desmiente. Uno de los “símbolos” de la lucha ucraniana es el ex boxeador y campeón mundial Vitali Klitschko, actualmente Alcalde de Kiev. Su sola presencia es alimento para el espíritu de los combatientes de su ciudad y su país. ¿Y acaso Vitali Klitschko necesita estar arriesgando innecesariamente su vida, entre bombardeos y balaceras, siendo un tipo hecho y derecho, con suficientes medios económicos para subsistir en otros lugares del mundo? Pero el campeón mundial de boxeo está allí, con sus compatriotas y ciudadanos, encarnando al heroísmo de los ucranianos en cuerpo presente.
Y aunque no nos caiga bien por sus ideas globalistas y libertarias, el mismo Presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, ha sabido maximizar su cualidad de comediante y actor para transmitir a su país y al mundo entero el mensaje de una pequeña nación que con intenso patriotismo está resistiendo el ataque inmisericorde de una superpotencia militar como Rusia. Claro, esto es propaganda y lo logra con la complicidad y el apoyo meticuloso de sus aliados occidentales, que magnifican su voz y hasta le preparan los discursos según se dice, pero Zelensky cumple con el rol que le corresponde como Jefe de Estado: levantar la moral de sus tropas y trabajar para que su versión de los hechos, aunque sea falsa, sea la que se imponga en la conciencia colectiva internacional. Probablemente Tolstoi, como anarquista que era, tenía sus razones para negar la influencia de los “grandes hombres”, pero reiteramos, la realidad siempre supera a las ficciones e ideologías. Obviamente que Zelensky, se nota a leguas, no es un “Leónidas de Esparta” con toda su heroica gloria y tragedia. Pero tampoco tiene que serlo: su rol como Presidente es demasiado importante para estar exponiéndose a los tiros enemigos, como en el ajedrez no se manda al Rey a combatir junto a los peones durante la apertura. Ahora, cuando las papas quemen, es allí el momento en que tocará ver de qué está hecho Zelensky, si está listo para morir con sus últimos soldados en su última trinchera. No obstante, si nos basamos en las informaciones que surgieron hoy de la “prensa occidental”, el Presidente de EEUU Joe Biden se reunió con un grupo de ministros ucranianos en Varsovia, la capital de Polonia. ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso ellos no tenían que estar en su país, peleando palmo a palmo junto a los demás ciudadanos? Lo que nos lleva a la categórica pregunta: ¿está Zelensky con ellos, en Polonia? Demasiadas suspicacias…
De cualquier manera, la valiente resistencia de los patriotas ucranianos, con líderes que a pesar de sus defectos están haciendo lo mejor posible su tarea de defender la soberanía de su país, merece reconocimiento. Aquí no hay contradicción alguna. No se puede negar que Zelensky, Klitschko y sus adeptos están combatiendo con ahínco y fervor por su Patria, aunque sean meros títeres del mundo occidental, aunque sus causas son bastante endebles en comparación con los contundentes argumentos de Rusia (que también, desde luego, está empleando lo mejor de su patriotismo en defensa de su nación y especialmente, en contra de la degeneración del globalismo).
La Guerra y la Paz tienen sus complejidades, que traspasan a las visiones maniqueas y bizantinas, propias del romanticismo decimonónico del novelista ruso Tolstoi. Porque la realidad es que los pueblos tienen a sus conductores y estos son quienes, en los momentos críticos de la historia, deben estar a la altura de los desafíos que se presentan y sí es necesario, en defensa de nobles ideales, morir por ellos y por la Patria, que los representa. De allí que el Conde Joseph de Maistre haya hablado tantas veces de que “cada nación tiene a los gobernantes que merece” en determinado momento y lugar.
Al fin y al cabo, si un pueblo está dispuesto al máximo sacrificio en defensa de su heredad, es porque sabe que sus gobernantes estarán con él y caerán junto a él, si es necesario, en el último campo de batalla. Y si esos líderes logran escribir con letras de oro tan gloriosas epopeyas, es porque sus pueblos así lo quisieron y los sostuvieron hasta la más extrema circunstancia. Porque, si el Divino Maestro quiso “hacerse pecado” para colgar del madero, es quizás (y Dios me perdone por querer escrutar en tan Sagrado Misterio) porque sabía que su Iglesia Católica estará llena de santos y mártires que la renovarían hasta el fin de los tiempos. Y sí estos mismos santos y mártires llegan a tanta gloria en sus sacrificios, es porque del Divino Maestro procede el Espíritu Santo que los enciende y acicala para tan sublime entrega, cooperando con la Historia de la Salvación. Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem, qui ex Patre Filioque procedit. ¡Sagrado Misterio, señor Tolstoi! ¡No hay contradicción para los que tienen la Fe Verdadera, la Ortodoxia que solo está en la Roma Eterna, donde se sienta el Papa, en la Cátedra de San Pedro! ¡No hay contradicción al decir que los “grandes hombres” son fundamentales tanto como la “sumatoria de pequeñas acciones de los individuos anónimos”, pues ambos factores cooperan para mover los hilos de la historia!
Por lo demás, la “primera fase” de la ofensiva rusa ha llegado a su fin, alcanzando sus principales objetivos: liberar a los territorios ruso-parlantes al sur de Ucrania y fortalecer a las posiciones de Donetsk y Lugansk, que iniciarán su independencia. Todo indica que la guerra continuará y que Rusia irá prevaleciendo (salvo que el conflicto escale y se involucren otros países, lo que podría ser una catástrofe planetaria) en su “guerra justa” contra el decadente e hipócrita mundo anglosajón, con su tecnocracia de oligarcas liberales y degenerados. Veremos cuánto más se prolonga la resistencia del heroico y valiente pueblo ucraniano, que fue convertido por sus élites en “carne de cañón” de los cosmopolitas del globalismo apátrida, archienemigos de todas las naciones valientes y viriles.
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