El poeta romano, Décimo Junio Juvenal, en Sátiras, inmortalizó la frase: panem et circenses (pan y circo). La misma surge en una época donde la corrupción de Roma había destrozado todo resquicio de institucionalidad. Juvenal sostenía que el pan y el circo eran los deseos más fervientes de un pueblo criado en el vicio y la molicie.
Siglos más tarde, Lorenzo de Médicis, poeta y político florentino ―quizás parafraseando a Juvenal―, dijo: pane e feste tengono il popolo quieto (el pan y las fiestas mantienen a la gente en silencio).
Ambas frases hacen referencia a que a los pueblos hay que darles espectáculo y entretenimiento para que su atención no se pose en sus miserables condiciones de vida ni en la corrupción o errores de sus gobernantes, sino que se distraiga con las farsas truculentas. Los fascistas, socialistas y NAZIS de la primera mitad del siglo XX fueron maestros en la coreografía política. Además, de convertir los actos políticos en grandes escenas teatrales para entretener a las masas.
Por este lado del mundo las cosas no son diferentes. De hecho, Fidel Castro, Hugo Chávez o Evo Morales son especialistas en organizar espectáculos circenses, o aprovecharse de los que ya existen, por ejemplo, el carnaval.
Desde finales de enero y principios de febrero muchas autoridades municipales, a lo largo y ancho de Bolivia, hablaron de la posibilidad de normalizar las actividades carnavaleras después de dos años. Jeyson Auza, ministro de Salud y Deportes, declaró que cada Alcaldía deberá analizar si se realizan las fiestas carnavaleras, de acuerdo con los reportes epidemiológicos de las últimas semanas. En resumen, bienvenido Rey Momo.
Sin embargo, mientras los canales de televisión, radios e influencers inundan los hogares con eslóganes a favor de nuestras «hermosas» costumbres carnavaleras, la calificadora Standard & Poor’s redujo la clasificación de Bolivia a B+ con perspectiva negativa. Asimismo, remarcando el riesgo de una rebaja en los próximos seis a doce meses. Especialmente por el déficit fiscal y el aumento de la deuda pública. Esta última, según sus estimaciones, podría superar el 60% del PIB para el 2023.
Por otro lado, en su Índice de libertad económica 2022, la Fundación Heritage colocó a Bolivia en el puesto 169 de 184 países. Eso significa que, a nivel regional, solo nos encontramos, muy ligeramente, por encima de Cuba y Venezuela ¡Vaya consuelo!
Empero, a todo lo anterior debemos añadirle otro factor agravante: la dificultad de acceder a financiamiento para sostener el Modelo Económico Social Comunitario Productivo Boliviano (MESCPB). De manera más concreta, y aunque Jorge Richter (vocero presidencial) dijo: «No es un tema dramático», el gobierno está teniendo problemas en conseguir los 2.000 millones de dólares que, dicho sea de paso, servirían para financiar los bonos con vencimiento en octubre de 2022, 2023 y 2028 (por un total de 3.000 millones de dólares).
Lo cierto es que, si el gobierno no logra colocar los bonos en los mercados internacionales, el país tendrá que pagar un vencimiento de los bonos del 2012 en este año por valor de 500 millones de dólares, en momentos donde las reservas internacionales en divisas no llegan siquiera a los 1.500 millones de dólares. Finalmente, es un hecho que La Reserva Federal, más pronto que tarde, incrementará las tasas. Por ende, al régimen se le hará mucho más difícil conseguir financiamiento. Pero tranquilos, las cosas van «bien» porque, después de dos años, tendremos corsos, murgas y mucho alcohol en las calles. Total, el circo es lo importante, aunque no haya pan.