Cory Morningstar es una periodista de investigación radicada en Canadá y especializada en estudiar a fondo el funcionamiento de las ONGs. Desde hace años, Morningstar se ha especializado en denunciar las estrategias de numerosas organizaciones del Tercer Sector, que, de acuerdo con sus pesquisas, «sirven, en realidad, como herramientas de manipulación social al servicio de intereses concretos«.
Su investigación más reciente tiene que ver con el fenómeno de Greta Thunberg, la activista climática sueca que, con apenas dieciséis años, se ha convertido en una figura de primer nivel, hasta el punto de que las casas de apuestas la sitúan como como favorita para recibir el próximo Premio Nobel de la Paz.
Al igual que una investigación paralela lanzada por The Times y recogida por Libre Mercado, Morningstar ha constatado que la carrera pública de Thunberg es inseparable de la figura de Ingmar Rentzhog, máximo responsable de la plataforma We Don’t Have Time, responsable de popularizar la figura de la joven activista sueca a través de distintas campañas de comunicación.
Vinculado con Al Gore, Rentzhog no tardó en llevar a la joven Greta a los medios de comunicación. La historia era llamativa: una menor de edad se negaba a ir a clase mientras los políticos no tomasen medidas para poner fin a la «emergencia climática«. Los medios de comunicación mordieron el anzuelo desde el primer momento y la cobertura mediática se multiplicó en los meses siguientes, hasta volverse internacional.
De hecho, la historia de Greta no es tan diferente de la que ya lleva algunos años protagonizando Jamie Margolin, otra joven activista de apenas diecisiete años que logró cierto eco mediático en 2017 de la mano de una campaña contra el cambio climático que no llegó a generar tanto revuelo como las «huelgas» de Thunberg, pero sí fue suficiente para lanzar con éxito una ONG denominada Zero Hour.
La campaña de Greta fue capitalizada por Rentzhog, cuya organización lanzó una petición de financiación en una campaña orientada a recaudar fondos entre personas sensibilizadas por la protesta de la joven. En cuestión de días, más de 500 personas habían movilizado parte de su patrimonio para apoyar las protestas.
Pero, al margen del apoyo que prestan los activistas de a pie, hay importantes figuras políticas y empresariales vinculadas con el movimiento. No hablamos solamente de viejos conocidos como Al Gore, sino también de empresas interesadas en promover tecnologías tradicionales, como la energía solar, pero también nuevas fórmulas que requieren más inversiones, caso de la «captura y almacenamiento de carbono» (CCS).
Morningstar ha explorado los vínculos de la campaña de Thunberg con organizaciones radicadas en Estados Unidos. No solo eso: también ha comprobado cómo la madre de la joven ha aprovechado el tirón de la activista para lanzar un libro y ganar un premio de la organización medioambiental WWF.
Pero la investigadora canadiense ha ido más allá y también ha puesto precio a los objetivos de quienes, de manera directa o indirecta, promocionan la campaña de Thunberg. Según su investigación, «la idea última es desbloquear fondos públicos y privados por un monto de 100 billones de dólares para dirigir dichos recursos hacia tecnologías verdes controladas, en gran medida, por los principales actores del movimiento medioambiental que ha catapultado a Thunberg a la fama».