martes, 23 abril, 2024

Periodismo basura: Cartismo o anticartismo, ¿es ahi la cuestión?

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Héctor Acuña
Héctor Acuña
Director Editorial de InformatePy

Desde hace más de una década periodistas y pseudoanalistas políticos establecieron que todo análisis de la política paraguaya debe articularse alrededor de la dicotomía Cartista- AntiCartista. En aquel momento, con esta supuesta nueva forma de entender la agenda política se abandonaba la manida antinomia “Stronista- Anti Stronista” que a personas de buen tino tenía hastiados, especialmente cuando veía que los que odian a Stroessner generalmente hacen loas y erigen monumentos a Fidel Castro.

La realidad es que aquella nueva dicotomía Cartes – AntiCartes, basada en la equivocada idea de que el poder económico es poder político, o en la insuficiente observación de que el poder económico puede comprar poder político, es un análisis superficial de la política, que politólogos circenses han vendido al gran vulgo, que tiende a movilizarse a través de las pasiones y no por razones. Todo examen de topografía política, formas y principios políticos o nociones metapolíticas ha sido desterrado debido a la ignorancia de comunicadores y pretendidos expertos que confunden la realidad con sus deseos y que mezclan sus “sesudos análisis” con sus propias preferencias.

En este artículo planteo unos análisis preliminares que son dejados de lado por la muchedumbre de comunicadores, supuestos analistas y periodistas, que creen que exponer sus odios con palabras grandilocuentes es analizar. Adelanto que por motivos de extensión de este artículo no podré ser exhaustivo, pero esa es la idea, que todo lo mucho que falte en este análisis sea completado por ustedes, queridos lectores, todo con el fin de que vean que lo que se habla en radio, televisión o redes es pura propaganda o anti propaganda. Mi idea es dividir el análisis en:

  • Topografía política (El mapa)
  • Formas políticas (El continente, no el contenido)
  • Principios políticos (El territorio)
  • Metapolítica (Lo subterráneo)

LA TOPOGRAFÍA POLÍTICA

La topografía política más conocida es la dicotomía izquierda-derecha ¿Qué nos puede decir esta representación del territorio político paraguayo, este “mapa” del acontecer en el ámbito del poder? Bueno, es fácil percatarse que ningún partido político paraguayo tradicional, desde la ANR, pasando por el Partido Febrerista, Patria Querida, el Encuentro Nacional, el PLRA, hasta el PDP y el Frente Guasú, es fácil notar, digo bien, que ninguno se dice “de derecha”. ¿Hay algún partido que manifieste formalmente ser de derechas? No. Por otro lado, todos estos partidos en sus programas de gobierno, todos, utilizan los mismos conceptos para hacer frente a la demanda electoral: reforma agraria, justicia social, salario digno, Estado presente, desigualdad, distribución de la tierra, vivienda digna, “el que tenga más, que pague más”, diversidad, Estado Social de Derecho”, salud pública y gratuita, proteger la producción nacional entre otros ¿Esos conceptos, qué lado del espectro político los usa más, la izquierda o la derecha? Fácilmente es de notar que todo el acontecer político paraguayo sucede en el lado izquierdo del espectro político, siguiendo esta “topografía”, este “mapa”. Toda la política paraguaya es “una pelea de gatos” socialdemócratas, socialistas, socialistas radicales y comunistas.

LAS FORMAS DE GOBIERNO

Sin embargo, el análisis topográfico es superficial. Hay que ver las formas que asume el poder, análisis que ya fue acometido por Aristóteles hace 2300 años en su “Política”. Las formas de gobierno son la Monarquía, la Aristocracia o la Democracia. Fue así que nos enseñaron en la escuela, ¿recuerdan? Cada una de estas “formas” se basa en principios, y cuando no se siguen estos últimos, aunque se guarde la forma, “el gobierno es corrompido”[1]. Montesquieu, 20 siglos después, siguiendo la lógica aristotélica, dijo: “La corrupción de cada gobierno empieza casi siempre por la de sus principios”.[2] Nos decimos a nosotros mismos que nuestra forma de gobierno es la democracia, el gobierno del pueblo. Sin embargo, Montesquieu señala que el virtus (fuerza), o el principio de la democracia es “el amor a la igualdad”[3] jurídica, y que esta forma política degenera ante lo que él llama “el espíritu de la desigualdad”[4]. ¿Nuestra democracia tiene costo de aristocracia? ¿Entonces más allá de que conserve “la forma”, aunque el continente pretenda ser un cúmulo de reglas democráticas, si el contenido es una aristocracia política de facto que busca constantemente “repartir los fondos públicos”[5] conforme a sus intereses tribales, Montesquieu advierte que para el pueblo “no habrá más que un objetivo: el tesoro público”. Y aquí podemos ver una sombría radiografía de una forma de gobierno corrompida en sus principios. Dice: “La corrupción aumentará en los corruptores, pero también en los que ya está corrompidos. El pueblo se repartirá los fondos públicos…no habremos de asombrarnos de que los votos se den por dinero”. [6] Las formas electorales donde elegimos una aristocracia cada 5 años no nos hacen una democracia y, sin embargo, nuestros periodistas complacientes con el poder político todavía quieren “más Estado” para alimentar a una élite burocrática estatal que, a diferencia del resto de los comunes, cobra el 25 de cada mes, aunque se decrete pandemia; tiene jubilación VIP y seguro médico privado; y no paga impuestos. Estos pseudoanalistas dicen defender la forma democrática, pero alimentan una democracia corrompida degenerada en aristocracia, todo para luego quejarse de que el poder económico compra poder político ¿Se sorprenden que donde haya aristocracia haya mercantilismo estatal? Falta estudiar lecciones de historia. Resumiendo: la forma del continente no dice nada sobre el contenido y la APP (alianza público-privada) más exitosa de nuestra historia es el mercantilismo estatal, sin embargo, el periodismo estúpido piensa que dando más poder al político se restará poder al empresario ¡Hay que ser imbécil!

EL MAPA NO ES EL TERRITORIO: LOS PRINCIPIOS POLÍTICOS

Sin embargo, el mapa no es el territorio, ni el continente es el contenido, es preciso pues analizar los principios que movilizan la acción política, con el fin de percatarnos que la dicotomía Cartista-AntiCartista es una añagaza, o anzuelo para pájaros bobos. El territorio está definido por un norte, esto es, por principios inamovibles, aunque cambien las formas y cambie el mapa. ¿Cuál es el norte que mueve a nuestra política? Si la política paraguaya fuera de carácter liberal los principios políticos que regirían nuestras vidas serían “Vida, libertad y propiedad privada”[7]; si fuera conservadora, “Dios, Patria y Familia”. Esos principios no rigen nuestra política.La realidad es que esta última está seriamente condicionada por nuestra carta magna que determina que Paraguay es un “Estado Social de Derecho”[8] y promueve figuras jurídicas de carácter colectivo, como ser los funcionarios públicos, los campesinos y los indígenas, quienes son sujetos jurídicos de leyes especiales, en latín (privi-legium). No es raro entonces que, en un Estado social de derecho, o Estado de derechos sociales, donde se otorgan derechos adicionales a ciertos grupos sociales, la ideología dominante sea la socialdemocracia. Sus principios son: “Derechos, derechos y más derechos”. En la socialdemocracia el principio igualitarista moral se corrompe al invocar la igualdad de resultados, y con el tiempo degenera al establecer políticas de acción afirmativa (“discriminación positiva”) en razón de compensar supuestas “desigualdades históricas”, arribando al distópico final orwelliano, donde los cerdos decían: “Todos somos iguales, pero algunos más iguales que otros”. Es así, que vemos, entre otros ejemplos, que se redistribuye la renta de una clase media que no posee vivienda y que suele pagar su alquiler mes a mes, para financiar planes habitacionales, donde el Estado regala vivienda “gratis” a supuestos grupos vulnerables. Derecho a la vivienda, le dicen.

La noción laxa e indeterminada de derecho rige las socialdemocracias modernas y usted puede inventarse un pseudoderecho y chillar tanto que la sociedad termine pagándoselo, todo depende de su capacidad de chillar. La perniciosa idea de que existen miles de derechos y que el Estado es el agente rector que debe dispensarlos lleva a nuestras sociedades socialdemócratas, no solo a la bancarrota económica mediante una gigantesca redistribución de la renta, sino a la ruina moral. Nuevamente aquí el actor que más se beneficia de esta retórica dominante es el político, que “parte y reparte, y se queda con la mejor parte”. Las ideas de que “donde hay una necesidad nace un derecho”[9], y que estos derechos deben ser financiados “de cada quien según su capacidad”, para ser otorgados “a cada quien según su necesidad”[10], son nociones colectivistas derivadas del filofascismo y del marxismo que alimentan las sociales democracias modernas. Ningún partido político paraguayo en su práctica política se ha resistido de llamar “derecho” a cualquier cosa que le convenga, y para botón vale una muestra. El partido Patria Querida, supuestamente de centro, impulsó el impuesto a la renta personal en el año 2010[11] y más recientemente una ley para extender a toda niña, adolescente o mujer que esté en un colegio, centro de salud estatal o centro penitenciario, el “derecho” a que tenga un kit mensual de productos de gestión menstrual[12].

LA METAPOLÍTICA

Podría decirse mucho más sobre el asunto de los principios políticos de nuestra fallida socialdemocracia con olor a socialismo, sin embargo, me basta para los fines del artículo. Ahora, después de los principios, hablemos de los metaprincipios, lo que hay más allá de los ejes que articulan la política dominante, son los principios de naturaleza humana que subyacen a la dominación: la metapolítica. Los principios metapolíticos son el adhesivo que se encuentra en toda ideología política y que unifican, por debajo del sustrato, a toda la acción política. Parecen ser universales y tienen quizás una fuerte carga etológica o biológica. Les presento, en esa dirección, a la Ley de Hierro de la oligarquía[13], la cual expresa con una lógica comportamental incontestable, que no hay manera de evitar que toda forma política (monarquía, aristocracia o democracia) tienda a la oligarquía, o al gobierno de pocos. En ese sentido, un destacado politólogo español Dalmacio Negro Pavón, dice: “Es una ley metapolítica inmanente a todas las formas de gobierno y de régimen al ser inherente a la naturaleza humana: los gobiernos son siempre oligárquicos”[14]. Continúa diciendo que es fundamental “para entender el carácter universal de la ley de hierro, la diferencia entre formas de gobierno y formas de régimen”. La conclusión es que, más allá de que la forma sea monárquica, aristocrática o democrática, el régimen siempre será oligárquico, siempre mandarán unos pocos, sobre muchos. Dalmacio Negro Pavón, señala objetivamente, como buen cientista político, que “la oligarquía como forma trascendental del gobierno no es condenable sin más, puesto que obedece a la realidad de la naturaleza humana”[15]. Pavón tiene razón, es una característica humana la tendencia esta que traslada poder político de la masa a una minoría, incluso a uno solo. Nosotros, como seres humanos, no escapamos a la lógica del alfa de la manada de los estudios etológicos. El punto es cómo evitar que pocos _una casta política privilegiada_ vivan predatoriamente a costa del trabajo, ingenio y sacrificio de muchos _nosotros, los comunes_, lo cual es necesariamente incompatible con la dignidad humana y cercano a una forma de esclavitud moderna vía fisco.

“El fundamento del escepticismo político es la ley de hierro de la oligarquía como una ley de la naturaleza humana trascendente e inexorable. A causa de esa ley, los problemas políticos no tienen solución: sólo cabe el compromiso”[16] _ dice Dalmacio Negro Pavón. ¿Por qué no hablan de estas cosas los pseudoanalistas, comunicadores y periodistas de todos los medios? ¿Por qué analizan la política de forma tan burda como si fuera una guerra en el grupo de WhatsApp de padres de la escuela? ¿Acaso el análisis político se agota en la disyuntiva Cartes-AntiCartes? La respuesta es sencilla: Los periodistas y supuestos analistas de medios de comunicación son reduccionistas porque ellos tienen una fe y un dogma, creen que dando más poder al Estado y a los políticos el mundo será mejor, y creen que así el poder económico podrá comprar menos poder político. ¿En serio creen que si aumentamos la capacidad de oferta del poder político va a disminuir la demanda de favores del poder económico? Quizás muchos de ellos se imaginen recibiendo algún estímulo monetario por la promoción deliberada que hacen del Estatismo, sin embargo, para mal nuestro, yo estoy seguro que la mayoría son fieles devotos del poder. Eso solo empeora el panorama.

Como decía Max Weber, uno de los padres de la sociología moderna: “Sólo el periodista es político profesional y sólo la empresa periodística es, en general, una empresa política permanente”[17]. Weber estaba en lo cierto.


[1] Aristóteles, La política, p.79, cap. V, Gobiernos puros y gobiernos corrompidos.

[2] Montesquieu, Del Espíritu de las leyes, p.98, Libro VIII, Cap. I

[3] Montesquieu, Del Espíritu de las leyes, p. 42, Libro V, Cap. II

[4] Montesquieu, Del Espíritu de las leyes, p.98, Libro VIII, Cap. I

[5] Idem.

[6] Idem.

[7] John Locke, II Tratado sobre el Gobierno Civil, p. 83, Gradifco, 2007.

[8] Constitución Nacional del Paraguay, art. 1

[9] Frase de Eva Perón: https://perio.unlp.edu.ar/2021/04/28/donde-hay-una-necesidad-nace-un-derecho/

[10] Karl Marx, Crítica del programa de Gotha, p.28

[11] https://www.ultimahora.com/patria-querida-apoya-el-irp-y-afirma-que-los-que-se-oponen-tienen-algo-que-ocultar-n365130.html

[12] https://www.csj.gov.py/cache/lederes/G-199-13102022-L-6993.pdf

[13] Robert Michels, Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna, 1911.

[14] Dalmacio Negro Pavón, La ley de hierro de la oligarquía, p. 11, 2015.

[15] Dalmacio Negro Pavón, La ley de hierro de la oligarquía, p. 59, 2015.

[16] Dalmacio Negro Pavón, La ley de hierro de la oligarquía, p. 90, 2015.

[17] Max Weber, El político y el científico, p. 44, Ediciones Libertador, 2008.

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