Publicado
hace 3 añosen
Aquellos que apelan al famoso refrán “sobre gustos no hay nada escrito”, evidentemente nunca han leído las extensas obras sobre Estética en la historia de la filosofía. Por lo demás, esta rama del pensamiento siempre ha sido considerada como poco menos que “totalitaria”, pues es intensamente “autoritaria” en el sentido clásico de la palabra. La belleza es algo objetivo, determinable. El famoso refrán que hemos mencionado suele ser subterfugio de liberales y progresistas para escapar del inapelable juicio de la Verdad: sobre gustos mucho se ha escrito, casi siempre en contra del relativismo librepensador. Eso me sirve para aclarar que casi nunca miro series, películas, animes, mangas, etcétera. Soy de la vieja escuela, leo libros antiguos especialmente. El aroma de la celulosa añeja es la primera sensación que me fascina al abrir y correr las páginas. Aunque en los tiempos que corren, leer se ha vuelto un lujo más que una actividad cotidiana, si exceptuamos a pasarnos la mitad del día mirando las pantallas de los teléfonos móviles. Y salvo excepciones, aplico la siguiente regla con películas y series: no miro nada que tenga menos de 5 años. Es como el principio utilizado con el vino tinto: al menos 60 meses de reserva para que su sabor sea lo más auténtico posible. La inmediatez en el maremágnum posmoderno arruina absolutamente todo.
En estos días hice una excepción a la regla y por lo que estuve leyendo en redes sociales, Dave Chapelle presentó su último stand-up para Netflix, denominado “The Closer” (Lo Más Cercano). Este afroamericano, uno de los más brillantes en su estilo de hacer comedia (que no es precisamente destacable por su profundo sentido de la estética), se destaca porque no le tiembla el pulso para lanzar mordaces invectivas en contra de aquello que él considera digno de recibirlas. No es que me guste mucho el “stand-up”, es muchas veces ramplón, con un humor burdo e innecesariamente soez. Yo soy de esos con proverbial mala uva (ya que hablamos de vino), prefiero el viejo y confiable sarcasmo, la ironía oscura. Generalmente, me gusta burlarme de la muerte porque tarde o temprano ella se burlará de mí. Aunque el 99% de la humanidad toma al acto más común de nuestra historia, el obituario, como algo demasiado serio.
A lo nuestro: Chapelle hizo su última presentación para Netflix y no dejó títere con cabeza. COVID, vacunas, SIDA, pastores protestantes, judíos, feministas, homosexuales y transexuales. Solo le faltó hablar de la peste negra.
Pero lo más destacable, a mi criterio, es el enfoque que dio a estos asuntos de relativa importancia en el mundo occidental, posmoderno y decadente.
Me explico, Chapelle un hombre afro de los Estados Unidos. Es decir, negro. Es decir, que tiene mucha carga histórica para hablar de ese asunto con soltura de cuerpo y mientras se burla de su propia gente, carga las tintas respecto al nuevo “racismo” que según su precepción, es blanco y es homosexual.
Nos dice el comediante estadounidense que cuando los negros de su país, por una vez desde Martin Luther King, lograron levantarse y empezaron a saldar cuentas históricas con ese país que es símbolo de la esclavitud, el mundo anglosajón inventó un nuevo truco para salirse con la suya: la ideología de género, la homosexualidad y transexualidad, el feminismo y todos estos fenómenos que para Chapelle, no son sino una nueva estrategia de dominación del micro-management yanqui y londinense.
“Ustedes nunca me han prestado atención, se habrían dado cuenta que mi asunto fue siempre contra los blancos”, dice Chapelle. Por medio del humor, el más brillante de los “estandapéros” (neologismo que me tomaré la libertad de utilizar) penetra con una profundidad inesperada hasta el fondo de la cuestión. El mundo anglosajón siempre se sale con las suyas para esquivar las balas. “Ahora ya no soy un blanco racista, soy una mujer transgénero y tú eres un negro machirulo. ¡Estás frito, Chapelle!”.
Es que el turbo-capitalismo, la ideología de la tecnocracia globalista que nos domina, necesita de soldados que le salgan bien barato mantener y alimentar con la maquinita del mega-consumo mundano y putrefacto ganando. “Servicios mediocres y bienes mediocres de Walmart”, diría Dave. Así, sin mucho esfuerzo, tenemos a un ejército de putos, travestis y tortilleras (permítaseme el arcaísmo, ya usé un neologismo antes) dispuestos a defender, a capa y espada, toda la explotación y toda la depravación depredadora de la corporatocracia tecnócrata global con solo mostrar a un par de niños transexualizados besándose en una serie de HBO, y es más que suficiente para que las hordas libertarias de la bandera arcoíris salgan a gritar que “mi cuerpo, mi decisión; mi dinero, mi decisión”.
La “Sociedad de los Gerentes”, como quien diría. Todos ellos de género fluido, así tienen degenerados guardaespaldas gratuitos. ¡No se ha visto mejor magia negra salida de la galera anglosajona, que dejó de ser racista puritana para ser progresista puritana, o sea, lo mismo de antes pero de otra manera! Es esto lo que nos señala Dave Chapelle, con mucha comedia y mi interpretación que quizás es algo profunda, pero creo estar muy cerca de su intención.
El comediante afroamericano, de nuevo, tiene la libertad de decir todo esto porque puede apelar a la carta de que es de raza negra. De hecho que se escuda detrás de todo esto. Un blanco, siempre y cuando sea heterosexual, tiene prohibido animarse siquiera. ¡Ah, pero llegó la ideología de género para solucionar todas estas limitaciones, según Chapelle! “¿Puede un homosexual ser racista?”, se pregunta. La respuesta es evidente.
Durante su presentación, habló del caso de J.K. Rowling, autora de Harry Potter, una mujer exitosa y feminista que se atrevió a cuestionar la “ideología de género” afirmando que solo existen “hombres” y “mujeres”, lo que desató la furia del mundo transexual que logró cancelarla. Es el mundo de lo “políticamente correcto”, que en realidad como ya señalamos, no es sino la corporatocracia y sus soldados avanzando sobre una disidente que apareció en alguna trinchera. Chapelle se une al equipo de Rowling: “el comediante transfóbico”, se autoproclama con ironía. “Do not abort DaBaby”, fue su mejor línea en todo el show.
Pero la cuestión, por paradójico que sea, no es convertirse en “políticamente incorrectos” sino tener la política correcta. ¿Cuál es esa, me preguntará algún despistado? Puede Ud. empezar leyendo la Doctrina Social de la Iglesia Católica. No agregaré mucho más para no ser demasiado “políticamente incorrecto”, pero mi sentido de la estética, más o menos inquisitorial y autoritario, no podía evitar decirlo.
“The Closer” de Dave Chapelle es una obra inteligente, aunque tiene sus momentos de humor ramplón yanqui. Arranca risas porque es humor negro, muy negro, en todo sentido. Está disponible en Netflix, lo que es un testimonio más, con cinismo e ironía cómica, de que el capitalismo no tiene ética alguna: simplemente le interesa hacer dinero y de vez en cuando, aprovecha que el 95% de la población aprobará esta clase de programas que salen a cuentagotas, mientras que el 5% seguirá produciendo y difundiendo “Cuties” o shows filo-pedófilos semejantes con carta blanca.
¡Al mercado no le interesan tus sentimientos, solo el dólar!