Desde que el sujeto teórico del feminismo fue puesto en entredicho por la Cuarta Ola del movimiento (Ola Queer) el mismo se ha convertido en una cueva de hombres con serios trastornos de identidad, personas muy confundidas y pescadores de río revuelto ¿Qué significa y por qué es tan catastrófico para el movimiento feminista que su sujeto haya sido cuestionado hasta la náusea? Significa que desde el momento que el sujeto feminista deja de ser la mujer las conquistas de las luchas feministas de Primera y de Segunda Ola hoy pueden ser vilmente instrumentadas por hombres oportunistas, amparados por una legislación espuria, y por toda una caravana de mujeres inescrupulosas. En un sentido dramático hoy ya no existe el feminismo y lo que tenemos haciendo bulla es un variopinto y esperpéntico movimiento social que aglutina resentidos, confundidos y oportunistas de toda calaña, izando la bandera del extinto feminismo _como se iza un cadáver muerto en una pica _ esto para pellizcar algún privilegio estatal en metálico. “¡El feminismo ha muerto; viva el feminismo!” es el infame mensaje de estos advenedizos oportuneros que se cuelgan del putrefacto y exánime cadáver de una ideología sin alma, envenenada por sus propios ideólogos.
Naturalmente, donde hay un cadáver, sobrevuelan los cuervos y prosperan las hienas. Los predadores, hombres con trastornos de identidad sexual, muchos con velada, y otros con declarada propensión pedófila se acercan a este movimiento, amparados en las letras desquiciadas y confusas de la oscura ideóloga, Judith Butler, principal autora moral e intelectual del asesinato del movimiento feminista. Desde el momento en que esta perversa escribió “El género en disputa: feminismo y la subversión de la identidad” en el año 1990, el sujeto feminista, la mujer, fue herido de muerte. En adelante, y juegos retóricos mediante, se expulsaría a las mujeres del centro del feminismo y se pondría en él a cualquier homo sapiens macho trastornado que declarase ser mujer. Hoy en día, en nombre del feminismo, una caterva de hombres inadaptados, elevados a la potencia de incomprendidos sociales, son el sujeto ideal del impostado feminismo, o como diría Michel Foucault, el padre de la teoría queer:
Muchas personas confundidas, almas dolientes y adolescentes, entusiasmados con el fantasma del feminismo acuden a donde yace su cadáver esperando encontrar respuestas a sus inquietantes dilemas. No sería la primera vez que los seres humanos intentan encontrar respuestas a los pies de un cadáver, somos una especie funeraria. Estas personas que se acercan al feminismo son generalmente mujeres jóvenes y jovencitos (adolescente de adolescere, adolecer) que buscan sentirse partes de una causa relevante, o de un grupo, o quizás solo esquivar la omnipresente soledad que acecha la vida adulta que asoma (adulto del pretérito adolescere, que significa “el que terminó de adolecer”) y creen que existe una solución de continuidad entre el perverso movimiento queer actual y las primeras olas del feminismo, sin percibir la temible fractura que sus ideólogos han cavado entre ambas orillas. Estas almas rotas serán instrumentalizadas, usadas como objetos, por los predadores mencionados más arriba y por los pescadores de río revuelto que citaré a continuación.
El interminable cortejo fúnebre del feminismo no podría existir sin la caravana de las mujeres inescrupulosas, expertas pescadoras en ríos revueltos, políticas y militantes oportunistas que alzan el espantoso esqueleto con criterios de utilidad, conveniencia y poder. Estas mujeres han captado que pueden sacar ventaja si blanden las anacrónicas banderas de un extinto movimiento feminista cuando están en un callejón sin salida, cuando quieren evadir la responsabilidad personal o cuando quieren uncir a los demás a sus tiranas preferencias. Son feministas hasta que se pincha el neumático, porque entonces recuerdan que existen los roles de género. Feministas hasta que entra un ladrón a la casa, entonces quieren un macho a la antigua, protector, y no un demócrata afeminado que tire una moneda al aire. Feministas hasta que se les descubre en actos cuestionables, entonces denuncian violencia contra la mujer para evadir la investigación. Esta semana la senadora Kattya González no tuvo reparos ni se ruborizó en sacarle el santo sudario al descompuesto cuerpo del feminismo y gritar “me persiguen porque soy mujer” o “es violencia política contra la mujer”. Esta ventajista forma de comportarse no es monopolio de la senadora sino de toda hipócrita feminista doctrinaria.
Lastimosamente, estas tres clases de personas, predadores, almas rotas y parásitos oportunistas medran abusivamente alrededor de las osamentas de lo que alguna vez fue el feminismo, un movimiento social, cultural y político que acondicionó al mundo para que las mujeres tengan más y mejores oportunidades. Pero el feminismo ha muerto y lo que hoy se dice feminismo no es más que un corpus pútrido, sin alma, que contamina y corrompe el cauce de las relaciones sociales con el veneno del conflicto, la hipocresía y el victimismo.