Casi como si se tratase de una maniobra del Partido Comunista Chino, la justicia brasilera en manos del dictador Alexander de Moraes, tiene detenidas a más de 1.500 personas por pedir transparencia.
Además, los ciudadanos fueron obligados a firmar una “declaración de culpabilidad” para ser liberados de la detención ilegal a la que fueron sometidos.
Ahora, todos los que tuvieron la osadía de reclamar sus derechos a conocer la verdad, tienen en sus espaldas una imputación penal como “terroristas”. ¿Cómo será ahora para ellos y sus familias obtener un trabajo, un crédito, un pasaporte o una visa para viajar a otros países? No se sabe, solo está claro que fueron obligados a firmar una declaración falsa.
Hoy, la situación de Brasil no difiere en nada a la China de Xi Jinping o la Corea del Norte de Kim Jon Un. Periódicos cerrados, ciudadanos detenida ilegalmente, redes sociales tumbadas, canales bloqueados, periodistas y políticos opositores perseguidos avalan estas palabras.
La única narrativa permitida será la de los comunicadores alineados con el «partido». No hay alternativa al periódico estatal que está bajo el control del gobierno de Lula. Esa es la única «verdad».