El gabinete del primer ministro Justin Trudeau y las administraciones de distintos niveles está repleto de acólitos del Foro Económico Mundial, incluida la viceprimera ministra Chrystia Freeland, una «joven líder mundial», y los resultados son tristemente predecibles.
La alcaldesa de Toronto, Olivia Chow, pretende gravar a los residentes en función de la cantidad de agua de lluvia que cae sobre sus propiedades. El gobierno lo llama un «impuesto sobre el uso de aguas residuales» y se basa en la cantidad de agua de lluvia que se escurre de las superficies duras de los residentes, como las entradas de vehículos y los techos.
La propuesta establece que las propiedades con superficies más duras pagarán impuestos más altos, ya que estas superficies escurren más agua que termina en el sistema de alcantarillado de la ciudad durante las tormentas.
La ciudad está llevando a cabo consultas públicas sobre su esquema de impuesto de lluvia hasta el 30 de abril, incluidas reuniones virtuales abiertas los días 8, 11 y 16 de abril, así como una encuesta en línea.