martes, 14 mayo, 2024

¿Por qué Taiwán es importante para el mundo?

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¿Debe EEUU defender Taiwán? No se trata de un debate abstracto. Durante el fin de semana, Beijing simuló bombardeos sobre la isla, mientras su armada rodeaba a Taiwán.

En respuesta a la constante escalada de la presión militar china sobre la isla, el presidente Joe Biden ha prometido — en cuatro ocasiones — que EEUU defendería a Taiwán de un ataque de China.

Para algunos en EEUU, las promesas de Biden son poco menos que una locura. Doug Bandow, del grupo de expertos Cato Institute, se queja de que «la mayoría de los responsables políticos estadounidenses están dispuestos a arriesgar el suicidio nacional para proteger a Taiwán». ¿Por qué EEUU, harto de la guerra, amenaza con luchar contra China, otra potencia nuclear, para defender una isla de 24 millones de habitantes situada a unos 160 kilómetros de la costa china?

El escepticismo sobre la defensa de Taiwán es aún más pronunciado en algunas partes de Europa. Volando de regreso de una visita a China la semana pasada, el presidente Emmanuel Macron dio a entender que Francia no movería un dedo para proteger la isla. Refiriéndose a Taiwán, le dijo a Politico que el «gran riesgo» para Europa es quedar «atrapada en crisis que no son nuestras».

En realidad, pocos esperan que los ejércitos europeos se impliquen directamente en un conflicto en torno a Taiwán. Pero las actitudes de políticos europeos como Macron son importantes, ya que repercutirán en los cálculos chinos de los costos económicos y diplomáticos de cualquier ataque.

Sin duda la vida de los líderes europeos y estadounidenses sería más fácil si no tuvieran motivos para preocuparse por el destino de Taiwán. Pero la realidad es que una anexión forzosa de la isla por parte de China tendría profundas consecuencias mundiales que se sentirían rápidamente tanto en París como en Peoria.

Hay tres argumentos principales para defender a Taiwán. El primero trata del futuro de la libertad política en el mundo. El segundo trata del equilibrio de poder mundial. El tercero trata de la economía mundial. En conjunto, constituyen un argumento convincente para mantener a Taiwán fuera de las garras de Beijing.

El Partido Comunista de China (PCCh) sostiene que el régimen de partido único es el sistema perfecto para China. EEUU, insiste, debería dejar de promover valores liberales y democráticos, que no están funcionando bien en Occidente y que supondrían un desastre para una cultura comunitaria como la china. Pero Taiwán, una sociedad próspera y floreciente, es la prueba viviente de que la cultura china es totalmente compatible con la democracia. Su existencia mantiene viva una visión alternativa de cómo podría gobernarse algún día la propia China.

Beijing ya ha aplastado las aspiraciones democráticas de Hong Kong. Si se le permitiera a Xi Jinping hacer lo mismo en Taiwán, la autocracia se afianzaría en todo el mundo de habla china. Dado que China es la superpotencia emergente del siglo XXI, eso tendría implicaciones políticas sombrías para el mundo. Quienes se muestran cínicos ante la promoción de la democracia por parte de EEUU podrían disfrutar aún menos de la protección de la autocracia por parte de China.

La idea de que China continental abrace algún día la libertad política sigue siendo una perspectiva lejana. Pero el Indo-Pacífica en su conjunto cuenta con varias democracias prósperas, como Japón, Corea del Sur y Australia. Todas dependen en cierta medida de una garantía de seguridad de EEUU.

Si China aplastara la autonomía de Taiwán, invadiéndola o forzando a la isla a una unión política involuntaria, el poder de EEUU en la región sufriría un duro golpe. Ante la perspectiva de una nueva potencia hegemónica en el Indo-Pacífico, los países de la región responderían. La mayoría optaría por adaptarse a Beijing cambiando su política exterior e interior. El deseo de no ofender al quisquilloso nuevo hegemón restringiría rápidamente la libertad de expresión y acción de los vecinos de China.

Las implicaciones del dominio chino del Indo-Pacífico también serían globales, ya que la región representa alrededor de dos tercios de la población mundial y del producto interno bruto. Si China dominara la región, estaría en vías de desplazar a EEUU como la nación más poderosa del mundo. La idea de que Europa no se vería afectada por ese cambio en el poder mundial es absurda. Ahora, más que nunca, Europa depende de la voluntad de EEUU de enfrentarse a Rusia, el despótico aliado de China.

Algunos podrían alegar que nociones abstractas como «hegemonía» le importan poco a la gente común y corriente. Pero una peculiaridad del desarrollo económico de Taiwán significa que el control de la isla tendría rápidamente importantes repercusiones en el nivel de vida de todo el mundo.

Taiwán produce más del 60 por ciento de los semiconductores del mundo y cerca del 90 por ciento de los más sofisticados. Los dispositivos que hacen funcionar la vida moderna, desde teléfonos hasta coches y maquinaria industrial, funcionan con chips taiwaneses. Pero las fábricas que los producen podrían ser destruidas por una invasión.

Si las fábricas de chips de Taiwán sobrevivieran, pero cayeran bajo control chino, las implicaciones económicas serían enormes. El control de los semiconductores más avanzados del mundo le daría a Beijing un dominio absoluto sobre la economía mundial. Como ya ha descubierto EEUU, reproducir la industria de semiconductores de Taiwán es mucho más difícil de lo que parece.

Todas estas consideraciones — económicas, estratégicas y políticas — constituyen un argumento de peso para que EEUU y sus aliados protejan a Taiwán. Nadie en su sano juicio quiere una guerra entre EEUU y China. Pero ahora, como en el pasado, a veces es necesario prepararse para la guerra … para mantener la paz.

The Financial Times

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