El inicio de su campaña política ha comenzado el viernes 1o de agosto en Pinto. Al mejor estilo del conurbano bonaerense, el Mocase se compara (y compite) en cuanto al nivel de financiación y cargos públicos, con el Movimiento Evita. Y con Quebracho, en relación a la violencia ejercida sobre los territorios y sus habitantes.
Llenaron colectivos con gente humilde de otras localidades, quienes debieron asistir como contraprestación a su plan social o tan solo por la esperanza de obtenerlo, se calcula que arribaron más de 500 personas. Arreadas como ganado, al consultarles solo respondían que “venían por el salario social”.
Su refinado modus operandi es definido entre la dirigencia y los abogados del Mocase; en rigor de verdad, como todo lo que sucede en esa organización. Los que han pasado por allí, coinciden en que las “fotografías en ronda” son meramente ilustrativas. En las reuniones del Mocase si hay algo que no circula, es la palabra. “Se hace lo que dicen Farias, Chaza, Deo, etc”, comentan los que debieron irse de la organización al negarse a atacar a sus propios vecinos.
En esto se ha convertido el MOCASE, una pieza más del engranaje partidario electoral santiagueño y nacional. Y en su grosera defección, no solo ensucian la memoria de aquellos hombres campesinos que con valentía enfrentaron al poder en tiempos de Juárez, hoy ellos son el poder y arrasan no solo con la tierra campesina y el trabajo de cientos de familias rurales, sino con la dignidad de los más humildes.
“Ellos dicen defender a los campesinos de los empresarios”, nos cuenta Juan abrazando a sus hijos, quienes son a la vez sostén y motor de su valentía para denunciar al mito devenido en asociación ilícita. “Quiero contarles que ellos hoy son los nuevos empresarios”.
El relato de la organización que “da de comer al pueblo” se cae escandalosamente.