El presidente argentino, Javier Milei, enfrenta una notoria caída en su imagen pública. Según datos recientes de una encuesta nacional, el mandatario argentino acumula un 57,5% de imagen negativa, frente a un 41,9% de imagen positiva. Su compañera de fórmula y vicepresidente, Victoria Villarruel, tampoco escapa a esta tendencia: cuenta con un 55,3% de imagen negativa y apenas un 38,6% de positiva.
La evaluación de la gestión presidencial refleja un creciente desencanto social. El 56,8% de los encuestados desaprueba el rumbo tomado por el gobierno de Milei, mientras que un 55,4% lo considera directamente un “riesgo para la sociedad”. A este clima de malestar se suma un dato político clave: el 52,8% de los consultados afirma que desea votar en las próximas elecciones con la intención de castigar su gestión. Además, un 53,6% se autopercibe “anti Milei”, superando incluso a quienes se consideran “anti Kirchneristas” (45,2%).
Este escenario sugiere que la famosa grieta política argentina sigue plenamente vigente, aunque sin espacio para una tercera vía: el 39,7% se identifica como peronista y el 38,7% como antiperonista, dejando a los sectores independientes en una posición marginal.
En medio de este panorama polarizado, el gobierno aún mantiene cierto respaldo en un segmento del electorado que valora su lucha contra la inflación como el principal mérito de la gestión. Este grupo, que aún simpatiza con La Libertad Avanza, ve en el ajuste fiscal y las medidas económicas un intento necesario para estabilizar la economía, pese al costo social que conllevan.
No obstante, el desafío de Milei es doble: sostener el apoyo de su base fiel mientras logra revertir la percepción negativa que crece en amplios sectores de la población. La consolidación o el colapso del experimento libertario en Argentina dependerá de su capacidad de demostrar resultados concretos en los próximos meses.