En las últimas horas, una nueva pelea sacudió al espacio “Unidos por Asunción”, aunque —como casi siempre— la disputa se da por las razones equivocadas.
La diputada Johanna Ortega volvió a convertirse en el blanco de los ataques opositores. ¿Su pecado? Querer competir democráticamente. Pero en el manual de la rosca, eso parece ser una falta grave. La acusan de “dividir a la oposición”, un clásico de la política nacional: culpar a quien cuestiona el reparto preacordado de cargos.
Y, por supuesto, el insulto de rigor no podía faltar: “cartista”. Porque cuando no hay argumentos, siempre queda el recurso del grito y el dedo acusador. Si alguien les pidiera desarrollar una idea, probablemente entrarían en un loop infinito de “eeeee… ehhhh”, digno de un estudio lingüístico.
Lo curioso —y hasta cómico— es que tanto Ortega como Kattya González, quienes no suelen figurar en el altar de simpatías de muchos sectores, solo buscan resolver democráticamente las candidaturas para una elección democrática. ¡Imagine, estimado lector, semejante osadía en tiempos donde lo democrático parece ser todo… menos eso!
Mientras tanto, Soledad Núñez, la abanderada de la pureza opositora, rehúye al debate, rehúye a las internas, pero lo hace —faltaba más— “para preservar la democracia”. Una democracia que, según su relato, estaría en peligro por culpa de todos… menos de ella.
Así, el espacio “Unidos por Asunción” parece cada vez menos unido y cada vez más un laboratorio de marketing donde los focus groups reemplazan a las ideas, y donde debatir es sospechoso, pero hacer campaña con frases vacías sigue siendo tendencia.
Porque, al final, en esta oposición tan preocupada por “no dividirse”, lo único que parecen compartir todos es el miedo a la democracia interna.




