Por Blas Cristaldo – presidente de Prodinamis
En este aniversario n° 214 de la declaración de Independencia de la República del Paraguay es importante dedicar, al menos unos instantes, para rendir nuestro homenaje a todos quienes a lo largo de nuestra historia han construido esta Nación, ya sea por la fuerza de su trabajo y sacrificio diario, ya sea por el vertido de su sangre.
Como decía Isaac Newton: «Estamos sentados a hombros de gigantes». El primer sentimiento que viene a mi mente es el de gratitud. Gratitud a todas aquellas personas que dieron todo de sí, para ir construyendo el bienestar del que ahora disfrutamos y poder mirar al futuro con un grado de optimismo y confianza que ninguna generación anterior de paraguayos ha podido tener ante sí.
De hecho, estamos en deuda con estos gigantes, que nos han legado una nación que ha mostrado de que es capaz un pueblo que ama la libertad y su identidad propia, pudiendo superar las ofensas, agravios y crímenes que se han cometido en su contra.
A lo largo de nuestra historia, los momentos más brillantes de la misma han sido aquellos en que superando nuestras estériles diferencias, hemos podido pararnos en unidad sobre nuestras propias fuerzas y «Contra el mundo, si el mundo se opone».
Esta capacidad de darlo todo, por algo trascendente a uno mismo, ya sea en el campo de batalla, o en la lucha diaria para trazarnos un futuro mejor, es el elemento que ha permitido levantar nuestro país desde profundidades de abatimiento que muy pocos pueblos han podido superar en la historia del género humano.
«Contra el mundo, si el mundo se opone» es una perfecta condensación, en una frase, del concepto de independencia. Afirmamos así nuestra independencia, a la vez que nuestra identidad, en un mundo que, desde ciertas corrientes del pensamiento, proponen el colectivismo y la anulación de la identidad; tanto de las personas, como de los pueblos.
«República o muerte» expresa la idea de la libertad afincada sobre la dignidad inalienable de todos los integrantes del pueblo paraguayo, nacidos aquí o llegados a nuestra patria, en busca de esa libertad y dignidad que les fueron negados muchas veces por naciones que se precian de ser más «desarrolladas».
No olvidemos nunca, que nuestro actual bienestar ha sido pagado a gran precio y ese gran precio, muchas veces fue abonado en sangre.
Seamos pues gratos y orgullosos de nuestro legado y asumamos el mismo con el compromiso firme de no dilapidarlo, sino traspasarlo multiplicado a las generaciones que vendrán después que nosotros.
Excelente gran amigo Blas Cristaldo