En un contexto regional marcado por el avance de proyectos políticos globalistas que amenazan con socavar la soberanía nacional y debilitar las instituciones democráticas, el nacimiento del Instituto Húngaro-Polaco de la Libertad representa un acontecimiento de vital importancia para los defensores de los valores conservadores y patrióticos en Europa Central.
Impulsado por el prestigioso Centro para los Derechos Fundamentales, el nuevo Instituto surge como una respuesta directa a los preocupantes acontecimientos ocurridos en Polonia tras la llegada al poder de la coalición izquierdista-liberal liderada por Donald Tusk a finales de 2023. Desde entonces, según denuncias de sectores conservadores, se ha desatado una serie de acciones ilegales que ponen en entredicho el funcionamiento del estado de derecho, al tiempo que buscan acallar a la oposición política y mediática.
El Instituto tendrá como misión principal documentar y exponer las amenazas contra la democracia real en Polonia, haciendo foco en cuatro aspectos centrales: la retención ilegal de fondos al principal partido opositor (PiS), la politización de la fiscalía, la posible manipulación del resultado electoral si el oficialismo es derrotado, y la censura en redes sociales. En todos estos puntos, se advierte una peligrosa similitud con los métodos utilizados por antiguos regímenes comunistas para consolidar el poder y eliminar a sus adversarios.
La creación de esta institución adquiere un valor aún más estratégico al considerarse el caso polaco como un «laboratorio» de lo que las fuerzas globalistas podrían intentar replicar en otros países como Hungría, donde ya se percibe una presión creciente por parte de medios internacionales y sectores de izquierda para revertir los logros alcanzados durante los gobiernos soberanistas.
El Instituto Húngaro-Polaco de la Libertad no sólo busca denunciar estos atropellos, sino también fortalecer el eje de cooperación entre las naciones que luchan por preservar su identidad, su soberanía y el verdadero estado de derecho, frente al avance de una agenda supranacional que intenta uniformar la política europea según los intereses de Bruselas.
En momentos donde los discursos progresistas hablan de “democracia” mientras eliminan los contrapesos institucionales y persiguen a la oposición, la fundación de este nuevo Instituto se presenta como un acto de resistencia civilizada, que pone en valor la libertad como patrimonio de las naciones, no como concesión de las élites.
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