Desde la Feria de Cantón —la exposición comercial más grande e influyente de China— surgieron nuevas señales de alarma sobre el deterioro del comercio entre China y Estados Unidos, tras el endurecimiento de la política arancelaria impulsada por Washington.
Candice Li, gerente de marketing de Conmo Electronic Co., empresa especializada en la fabricación de dispositivos médicos, expresó con crudeza la gravedad de la situación: “Es una cuestión de vida o muerte, podríamos decir. Entre el 60 % y el 70 % de nuestro negocio proviene de clientes estadounidenses, por lo que la presión que soportamos es extremadamente alta”.
Según Li, los pedidos desde Estados Unidos se han reducido drásticamente, hasta prácticamente desaparecer, como consecuencia del incremento del 145 % en los aranceles aplicados a los productos chinos. Esta medida, impulsada por la administración estadounidense, busca reducir la dependencia del gigante asiático en sectores clave como la tecnología médica, pero su impacto inmediato ya se siente en empresas como Conmo, que ven peligrar su supervivencia.
Desde la Feria, otros expositores también reconocieron una fuerte desaceleración de los pedidos internacionales, especialmente desde América del Norte, lo que pone en evidencia las crecientes tensiones comerciales entre las dos principales economías del mundo.
Mientras el gobierno chino busca mecanismos para contrarrestar los efectos de estas medidas proteccionistas, muchas empresas exportadoras advierten que, si la tendencia se mantiene, podrían producirse cierres masivos, despidos y un freno sustancial en la recuperación post-pandemia del sector industrial.
La advertencia desde Cantón es clara: la guerra comercial no es solo una disputa entre gobiernos, sino una amenaza directa al tejido económico de miles de empresas y trabajadores, tanto en China como en el resto del mundo.