Con las repercusiones del atroz fraude electoral perpetrado por el tirano matón Nicolás Maduro Moros me he visto en la necesidad de salir a deshacer un entuerto semántico del ámbito de la filosofía política y el realismo político, a saber, la diferencia entre tiranía y dictadura. Es fundamental usar los términos de forma restringida, de otra forma, nuestro lenguaje se convierte en la “irrespetuosa vidriera de los cambalaches”, donde “cualquiera es un señor, cualquier es un ladrón” y nuestra relación con el mundo se asemeja a una “torre de Babel”.
A menudo la palabra dictadura se usa como sinónimo de tiranía, pero lo cierto y lo concreto es que no son lo mismo; es más, son términos diametralmente opuestos. La palabra dictadura indica que se gobierna a punta de decretos o dictados. Sin embargo, es fundamental comprender que la dictadura es una modalidad de poder esencialmente republicana. Roma atravesó tres periodos durante su historia: la monarquía, la república y el imperio ¿Dónde existió la figura de la dictadura? Solamente en la república, lo cual terminará siendo evidente por sí mismo, porque ¿qué sentido tendría una dictadura en un imperio o en una monarquía?
La dictadura en Roma era una modalidad del poder republicano que, vía senado, se establecía como una forma de salvación de la república. En épocas de anarquía que amenazaban con la disolución de la nación, se elegía a un dictador, con el fin de que imponga el orden y establezca la paz. Ese cargo debía durar como máximo 6 meses. Al respecto, el excelente profesor de derecho, abogado y ex diputado nacional, Bernardino Cano Radil explicaba:
“La dictadura era una magistratura suprema electa por los cónsules con acuerdo del Senado. En tiempos de peligro para la República facultaba al dictador a gobernar como un soberano investido de imperium, poder absoluto en lo administrativo, judicial, legislativo y militar. El dictador toma decisiones sin consultar al Senado ni al pueblo y sus funciones duran seis meses. Si continuaba el problema se convoca al Senado para designar a otro también por seis meses”.
B. Cano Radil, “Teoría política: historia de las ideas, ideología, poder, Estado y gobierno”, p. 111
Posteriormente, en el ámbito más extenso de las democracias occidentales, la dictadura se inserta como una posibilidad legítima cuando así lo establece la ley. Los famosos estados de excepción o el régimen de la pandemia son formas de dictaduras establecidas en un ámbito no solo republicano, sino también democrático. El economista y politólogo austriaco Joseph Schumpeter declaró:
“El método democrático estará en desventaja en las épocas de perturbación. En efecto: las democracias de todos los tipos reconocen prácticamente con unanimidad que hay situaciones en las que es razonable abandonar el caudillaje de competencia y adoptar el caudillaje monopolista. En la antigua Roma establecía la constitución un cargo no electivo que confería tal monopolio del caudillaje en casos de emergencia. El titular de ese cargo se llamaba magister populi o dictator. Cláusulas semejantes se conocen prácticamente en todas las constituciones incluyendo la de los Estados Unidos; el presidente de los Estados Unidos adquiere, en ciertas eventualidades, un poder que le hace para todos los efectos un dictador en el sentido romano, no obstante, las grandes diferencias que existan…”
J. Schumpeter, “Capitalismo, socialismo y democracia”, p. 376
Schumpeter denomina “caudillaje de competencia” a la democracia, así como a la dictadura sindica como un tipo de “caudillaje monopólico”.
¿Le sorprende que la dictadura sea una modalidad del poder republicano o incluso democrático? Pues sí, siempre fue así, o al menos así fue hasta que la izquierda empezó a envenenar nuestro lenguaje político y a adherir al concepto dictadura una carga emocional negativa y peyorativa, equiparándolo con tiranía o totalitarismo.
Usualmente la gente concuerda con el politólogo italiano Giovanni Sartori cuando este dice que “dictadura quiere decir simplemente estructura de poder que permite un gobierno absoluto”, y, sin embargo, tenemos que repetir al unísono con el filósofo liberal clásico John Locke que “aún el poder absoluto, cuando fuere necesario, no es arbitrario por ser absoluto”. Aquí es donde podemos empezar a entender la diferencia entre dictadura y tiranía.
Locke, argumenta que “la tiranía es el ejercicio del poder allende al derecho” y que “siempre que la ley acaba, la tiranía empieza”. La tiranía es un gobierno absoluto que se impone más allá de los márgenes de la ley, es arbitrario, caprichoso y esencialmente injusto.
En ese sentido, la dictadura, también es un poder absoluto, pero tiene mecanismos de salida, posee resortes republicanos como la duración del mandato o la naturaleza de la emergencia que es el hecho generador del mandato, por lo tanto, no es arbitrario ¿Qué existen dictaduras que degeneran en tiranías? Si, por supuesto, es un riesgo. Sin embargo, también eran un riesgo la anarquía, la disolución y la oclocracia que amenazaban la nación y que precipitaron a la República a convocar una dictadura. Acabados esos riesgos, el dictador debe irse. Si no se va, se convierte en tirano y muta la naturaleza política de su gobierno. Eso puede pasar. Lo que no puede pasar es que estemos comprando “gato por liebre”, confundiendo “peras con manzanas” o usando los conceptos de tiranía y dictadura de formas intercambiables sin ruborizarnos.
¿Qué Pinochet, Videla o Stroessner eran dictadores? Sí, te lo firmo; pero Maduro es un tirano, y en la tiranía ya no hay república; en la dictadura sí. Las cuentas claras y el chocolate espeso, gente.