Soy profesor universitario y a menudo suelo preguntar a mis estudiantes:
- ¿Quieren ser libres?
- ¡Si! _ responden entusiasmados
- Entonces sean responsables. La libertad se paga con las monedas de la responsabilidad, y no existe vida adulta digna que no sea una vida responsable. Al margen de ella todo es esclavitud, servidumbre y desasosiego.
Existe cierto consenso popular sobre la naturaleza restrictiva de la responsabilidad personal para la libertad personal. Viene a decir algo así como que “la única manera de ser libre es rompiendo las cadenas del compromiso, las cuerdas de los deberes y las ataduras de las responsabilidades”.
¡Es un enorme error!
Como mencioné anteriormente no existen individuos libres a menos que sean responsables primero, responsables por sí mismos, y esto es fundamentalmente porque una forma de diferenciar al adolescente del adulto es que este último, el adulto, tiene la capacidad de reparar el daño. La capacidad de reparar el daño realizado a terceros es lo que caracteriza a un adulto y no la emancipación, como acostumbra decirse. Una persona que sea solvente económicamente, esto es emancipada, pero que se niegue a enmendar sus errores, incluso a costa de su propio patrimonio, no es un individuo adulto, es un niño caprichoso, es fundamentalmente antisocial.
La responsabilidad como equilibrio
La responsabilidad sirve como una forma de equilibrio personal y social ante los excesos de la libertad, especialmente para los que abusan de la libertad en los términos del libertinaje, antisociales que van por el mundo destrozando todo a su paso en nombre de su falsa libertad. El autor del best seller “El hombre en busca del sentido”, el psiquiatra y neurólogo austriaco, creador de la Logoterapia, Viktor Frankl dijo una vez:
«…la libertad no es la última palabra. La libertad es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad es la cara negativa de cualquier fenómeno humano, cuya cara positiva es la responsabilidad. De hecho, la libertad se encuentra en peligro de degenerar en mera arbitrariedad salvo si se ejerce en términos de responsabilidad. Por esa razón suelo aconsejar que la estatua de la Libertad en la costa este de los Estados Unidos se complemente con la estatua de la Responsabilidad en la costa oeste».
Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido
La responsabilidad como brújula
La responsabilidad le otorga dirección y propósito a la libertad. Las personas quieren ser libres, ¿Libres, pero para qué? Es una pregunta legítima. En un sentido clásico, a cada derecho le corresponde una responsabilidad (los derechos y obligaciones son como las caras de una moneda) por lo tanto, si la libertad es un derecho humano, ¿cuál es su obligación correlativa? La responsabilidad, claro.
Alexander Solzhenitsyn, el premio Nobel de Literatura, prisionero del régimen soviético y escritor de Archipiélago Gulag, en un discurso en la Universidad de Harvard en 1978, dijo:
“Es hora de que en Occidente se defiendan no tanto los derechos humanos sino las obligaciones humanas. A la libertad destructiva e irresponsable se le ha otorgado un espacio ilimitado. La sociedad parece tener pocas defensas contra el abismo de la decadencia humana”.
En ese sentido, y como nos recuerda el filósofo conservador inglés, sir Roger Scruton, “la libertad no es una respuesta clara o suficiente a la pregunta en qué creen los conservadores”. Luego parafrasea al poeta, crítico y teólogo inglés Matthew Arnold, que decía: “la libertad es un excelente caballo para cabalgar, pero cabalgar hacia alguna parte”.
La libertad y la responsabilidad, inseparables
El liberal conservador Friedrich Hayek, también premio Nobel, pero de economía, también estaba absolutamente convencido de la necesidad de agentes morales responsables de sus acciones y con deberes hacia la comunidad. Al respecto, en su clásico “Los fundamentos de la libertad”, dice:
“La libertad no solo significa que el individuo tiene la oportunidad y responsabilidad de la elección, sino también que debe soportar las consecuencias sus acciones (…) La libertad y la responsabilidad son inseparables. Una sociedad libre no funcionará ni perdurará a menos que sus miembros consideren como derecho que cada individuo ocupe la posición que se deduzca de sus acciones y la acepte como resultado de sus propios merecimientos”.
Hayek se lamenta y advierte que vivimos en una época donde se ha desacreditado a la responsabilidad, ignorando los perjuicios que se generan a la causa de la libertad por este descreimiento general en las obligaciones humanas:
“La fe en la responsabilidad individual, que cuando la gente creía firmemente en la libertad individual siempre fue poderosa, ha decaído juntamente con la estima por la libertad. La responsabilidad ha llegado a ser un concepto impopular, una palabra que evitan los oradores o escritores de experiencia, debido al evidente fastidio o animosidad con que se la recibe por una generación que no gusta en absoluto quela moralicen. A menudo evoca la abierta hostilidad de hombres a quienes se les ha enseñado que nada, excepto las circunstancias sobre las cuales no se tiene control, ha determinado su posición en la vida o incluso sus acciones. La negación de la responsabilidad, sin embargo, se debe comúnmente al temor que inspira. Un temor que también llega a ser necesariamente el temor de la libertad. Es indudable que mucha gente está temerosa de la libertad, porque la oportunidad de hacer la propia vida significa una incesante tarea, una disciplina que el hombre debe imponerse a sí mismo”.
Conclusión preliminar
La libertad es fundamental para el orden social, tanto es así que una sociedad puede evaluarse en términos de que tanta libertad tienen sus individuos. Sin embargo, no se cohesiona una sociedad a base de individuos que no abracen responsabilidades mutuas que acoten esas libertades en beneficio de la comunidad, que no asuman deberes de reparar el daño que sus acciones causan a terceros y que no sean capaces de otorgar a sus vidas orientación, dirección y propósito por medio de la disposición personal y voluntaria a restringirse a sí mismos en pos de un fin superior. Las sociedades donde los individuos dilapidan el patrimonio escaso de su libertad en nombre de esa falsa libertad del vientre, están condenadas a una esclavitud insalvable: cada hombre será tirano de sí mismo.