Daniel Dennett, uno de los hombres que fueron conocidos a finales de la década de los 1990s como «los Cuatro Jinetes del Ateísmo» (junto a Richard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens) falleció el 19 de abril de 2024. Esto ocurrió semanas después de que uno de sus compañeros intelectuales, el biólogo británico Richard Dawkins, causó sensación al admitir que se considera a sí mismo como «un cristiano cultural», que disfrutaba de las «tradiciones cristianas de Occidente, cantar villancicos navideños» y que no quería que «sea purgada de la sociedad nuestra historia cristiana».
De hecho que no es la primera vez que Richard Dawkins realiza este tipo de afirmaciones. Por lo menos desde hace 15 años atrás, viene diciendo cosas similares, todas en coincidencia con la catastrófica situación sociocultural en Europa, y especialmente en Inglaterra, en donde se constata la proliferación cada vez más acentuada de religiones y culturas completamente foráneas al sentimiento europeo, como los mahometanos, al igual que las «ideas progresistas» que introdujeron todo tipo de supersticiones anticientíficas (la «ideología de género», por ejemplo) en el pensamiento y la vida política de los pueblos occidentales.
Dawkins también afirmó que «el cristianismo es nuestro principal antemural contra el avance del Islam» y que «sí se trata de elegir entre el benevolente cristianismo y el malévolo islam, pues entonces yo soy un cristiano».
También el recientemente fallecido Daniel Dennett, en sus últimos años de vida, hizo declaraciones similares. Hablaba de cantar «Himnos al Universo», de que «el Universo en sí mismo es maravilloso», de que es «bastante posible que no tuviéramos ciencia sí no fuera por las eras religiosas que vinieron primero» y que «deberíamos estar agradecidos» por todo ello.
¿Se cumple la vieja regla de que «todos son ateos hasta que están por morir»? No me atrevo a afirmarlo. Yo también, quizás 15 años atrás, fui militante no sólo del ateísmo sino del «neo-paganismo» más anticristiano imaginable. Bueno, una cosa condujo a la otra: los llamados «Cuatro Jinetes del Apocalipsis» tenían severas fallas en su lógica a la hora de argumentar en contra de los aspectos meramente irracionales y no reductibles a lo que se conoce como «método científico». Era necesario encontrar algún tipo de literatura que compense esta notable deficiencia de Dawkins y sus amigos; allí aparecieron, como por arte de magia, Savitri Devi, Mircea Elíade, René Guénon, Julius Evola, Stewart Chamberlain, Alfred Rosenberg…
Más correctamente, lo que podría decir es que los hombres, cuando son jóvenes, por el vigor de las energías mal conducidas, son capaces de recorrer por los más siniestros caminos sin darse cuenta, y como alguna vez señalé, «uno mira al abismo con los propios ojos, corriendo el riesgo de que el abismo devuelva la mirada». Luego, pasan los años, y algunos tienen la posibilidad, siempre por una bendición inmerecida, de reconocer sus errores, recapacitar y escapar a tiempo de las diabólicas tinieblas en las que se estaba inmerso.
Igual, arrepentidos y todo, ¿quién nos quita lo bailado? Peor, mucho peor, es ser liberal a los 18 años y seguir siéndolo a los 108. ¡Dios nos libre y guarde!
Volviendo a los «ateos cristianos», esta es una categoría que ya la escuché (o leí) en otros pensadores, como el filósofo español Gustavo Bueno, que hablaba de un «catolicismo cultural» para defender a la Hispanidad de la destrucción que se cernía sobre el mundo occidental. En este sentido, lo de Richard Dawkins y sus coleguillas no es nuevo, ni original.
Lo que sí es distinto, está en el contexto. El mundo anglosajón se percibe a sí mismo como decadente, débil, incapaz de enfrentarse a la disolución cultural que ellos mismos desencadenaron. Porque, amigos, sí Europa y posteriormente América lograron un nivel de desarrollo filosófico e intelectual espléndido en los últimos diez siglos, esto fue gracias a las profundas raíces cristianas que la Iglesia Católica sembró durante el primer milenio después del Divino Redentor.
De hecho que la debacle de nuestra civilización inicia en el siglo XVI con Martín Lutero, pero todavía logramos avanzar «como un todo» gracias a la inercia y al «efecto rebote» de aquello que estuvo enraizado anteriormente.
Ahora, Richard Dawkins descubre que para él, todo fue muy fácil y muy sencillo: nació «en el lugar correcto y en el momento correcto», esto es, en una nación de raíces cristianas que le permitió desarrollar la ciencia y hasta le brindó enormes espacios para difundir sus ideas ateístas. ¿Hubiera sucedido esto sí el mencionado individuo nacía y vivía en Arabia Saudita?
Ya sé, que eso es conjeturar en lo contra-fáctico. Pero el caso permanece tal cuál: es el cristianismo el que hizo avanzar, por dos mil años, a la denominada «civilización occidental». Tarde o temprano, los «Cuatro Jinetes del Ateísmo» se iban a dar cuenta, y todavía mejor se pone la cosa cuando es Richard Dawkins, quizás el «cabecilla» de dicho grupo, el que empieza a hacer tales afirmaciones. Por estos conductos llegamos a una verdad tan irrefutable como indiscutible, y es la siguiente: más allá de la cantidad de pecadores que llenen sus filas, «la Iglesia Católica siempre tiene la razón, no importa cuándo leas esto».
El ateo Daniel Dennett falleció, y somos pocos los que supimos de su existencia. Anteriormente, su compañero, el marxista Christopher Hitchens, quedó enterrado y ya nadie habla de él. No sé en qué andaría Sam Harris, es como que «pasó de moda» y creo que también tuvo sus momentos de reconocer la necesidad de una «espiritualidad en el hombre», primer paso para abandonar el ateísmo.
Luego, tenemos al señor Richard Dawkins, quizás el más influyente de todos ellos (hasta tiene un desopilante capítulo que le dedicaron en la serie «South Park», titulado «Go God Go»; les recuerdo que ese programa es irreal y grosero, las voces célebres son pobres imitaciones y debido a su contenido, nadie lo debe ver). Tal vez, en el fondo, este biólogo británico se siente arrepentido de corazón porque, en cierta medida, él fue una importante pieza (consciente o inconscientemente) para la difusión de ideas «anticristianas» en el mundo occidental, que terminaron socavándolo hasta los cimientos. Pues bien, amigo inglés, lo que puedo ofrecerte es «la Paz de Nuestro Señor Jesucristo», que siempre está dispuesto a perdonarnos todo con tal de que nuestro arrepentimiento sea sincero, que se entregó para toda la Eternidad como Perfecto Sacrificio por causa de nuestras impagables deudas con el Divino Creador.
Richard Dawkins, rezo por Ud. Yo mismo fui ateo y anticristiano, «pero vi al abismo, y el abismo me devolvió la mirada». Ojalá, más pronto que tarde, podamos escuchar sobre Ud. en las noticias, pero ya no como un «ateo cristiano» sino simplemente como un «cristiano», en toda la plenitud y magnitud de esa palabra: «católico apostólico romano».
Además, hay otro factor clave en todo este meollo y es que todas las cosas pasarán, cielo y tierra pasarán, la decadencia de este mundo será la más oprobiosa que podamos imaginar, pero le aseguro, señor Dawkins, que ni siquiera en el Apocalipsis la Iglesia Católica dejará de existir. ¿Tal vez es necesario que todas estas cosas sucedan para que se manifieste con más rutilancia la gloria del Divino Jesucristo? Estoy seguro de que es así.
Nadie celebra ni tampoco llora mucho por la muerte de los ateos… Pero el universo entero se ilumina «y se cantan himnos de gloria» por un solo pecador que, durante su vida, se convierte y proclama la grandeza del Divino Hacedor y que en la hora de su muerte, entrega a Jesucristo su último suspiro.
He allí el triunfo imperecedero del cristianismo.
El catolicismo no sería muy diferente al islamismo sino fuese por la valiente intervención del sacerdote católico Martin Lutero.
Excelente reflexión qué más ateos puedan escuchar y luego conocer a Dios para gloriar su nombre