El discurso del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, en la cena anual de la Fundación Libertad ha sido analizado en los últimos días, debido a que algunos analistas lo han sentido como una réplica al modelo que propone Javier Milei, o al menos, así lo han planteado. Sin embargo, a mi criterio, el presidente oriental, coherente con lo que siempre ha dicho, es muy afín ideológicamente a su par, el libertario argentino. Al respecto, es obvio que tienen similitudes cuando definen qué es un “Estado fuerte”:
“Un Estado fuerte no quiere decir un Estado grande. Es más: para que sea fuerte seguramente no tenga que tener mucha dimensión” …un Estado fuerte significa instituciones fuertes; para que las instituciones sean fuertes tiene que haber una clara separación de poderes…”.
Un estado fuerte y pequeño es la encarnación del estado liberal clásico, y el equívoco filosófico y político fundamental es confundir “fuerte” con “grande”. Nadie podría tampoco negar que la teoría de la división de poderes constituye el programa político liberal, en tanto y en cuanto la separación de poderes establece límites a la acción estatal. Hasta ahí no veo la diferencia entre Javier Milei, Luis Lacalle Pou y Héctor Acuña. Vamos bien.
Posteriormente, Lacalle Pou, utilizó una imagen que, no es solo uruguaya, sino rioplatense, para explicar las funciones de un Estado subsidiario, es decir, un estado que puede tener funciones de asistencia social focalizadas y transitorias. Dijo:
“En Uruguay le decimos hacer piecito. Cuando uno era bajo y no podía saltar el muro le hacían piecito. Tenemos que tener un Estado fuerte para que el individuo pueda gozar de la libertad”
Un Estado fuerte y subsidiario, que “haga piecito”, no es incompatible con el liberalismo, en general, ni con el liberalismo de Javier Milei. Al contrario, incluso ideólogos liberales han planteado filosófica, política y económicamente la cuestión de la ayuda a los más necesitados. Al respecto Friedrich A. Hayek, el autor del célebre “Camino de servidumbre” y premio Nobel 1974, a quien Javier Milei frecuentemente cita, dijo:
“No hay motivo para que una sociedad que ha alcanzado un nivel general de riqueza (…) no pueda garantizar a todos esa primera clase de seguridad sin poner en peligro la libertad general (…) Es indudable que un mínimo de alimento, albergue y vestido, suficiente para preservar la salud y la capacidad de trabajo, puede asegurarse a todos”
Y agregaba:
“No existe tampoco razón alguna para que el Estado no asista a los individuos cuando estos tratan de precaverse de aquellos azares comunes de la vida (…) cuando se tratan de riesgos genuinamente asegurables, los argumentos para que el Estado ayude a organizar un amplio sistema de seguros sociales son muy fuertes”
Por lo tanto, el discurso de Lacalle Pou refleja una posición liberal en el sentido de que, el establecimiento de un Estado subsidiario, siempre y cuando la asistencia sea transitoria, focalizada y bien diseñada no es incompatible con el liberalismo. La imagen de “hacer piecito” es acorde, considerando que esperamos que la persona que recibe esa ayuda, que suele ser baja de estatura, crezca y pueda trepar la muralla o el árbol posteriormente por sus propios medios. Hacer piecito es una medida amistosa transitoria y focalizada.
El equívoco
Ahora sí, a mi parecer, hay en el discurso del presidente uruguayo un equívoco fundamental, equívoco comprensible en el mundo de la política, equívoco que creo no fue dicho de mala fe, y que, sin embargo, es importante advertir. Es el equívoco de confundir libertad con riqueza. Lacalle Pou dijo:
“No todos podemos disfrutar de la libertad. Acá seguramente casi todos se vayan en auto, duerman calentitos, los hijos estudien, mañana tienen laburo y tienen salud decente. Ahora, qué difícil gozar de la libertad individual si se vive en un rancho, si no se tiene acceso a una salud, si mis hijos no estudian y por ende no tienen una luz al final del camino para esforzarse”.
Es verdad que existen tradiciones de libertad en Occidente, entre ellas, las denominadas por Isaiah Berlin como libertad negativa y la libertad positiva, sin embargo, la libertad individual, no entendida como libertad absoluta, metafísica u ontológica, es un concepto político relacionado estrictamente con los límites de las actuaciones humanas en convivencia, y por lo tanto estrictamente negativo y político.
Cuando decimos que la libertad individual es un concepto relacional y negativo, nos avenimos a la tradición liberal clásica, donde John Locke definía la libertad como “ausencia de coacción arbitraria por parte de terceros”. Estos terceros pueden ser tus vecinos, tus enemigos, y hoy por hoy, el Estado.
Ciertamente, no es deseable ni moralmente aceptable que en nuestra época de gran opulencia existan personas que no tengan una cama para dormir o que no puedan comer todos los días, sin embargo, de eso no se deduce que no tengan libertad. Lo que les falta es acceso a bienes y servicios materiales. Para entender el concepto utilizo las siguientes imágenes:
- El esclavo de un príncipe puede vivir toda su vida participando de la opulencia y los banquetes de la corte, encerrado en un fastuoso palacio. Tiene todas las provisiones materiales para vivir cómodamente y sin embargo lo que no tiene es libertad individual para establecer su plan de acción personal ¿qué libertad individual existe en ser un esclavo bien alimentado?
- Un residente penitenciario, condenado por asesinato, puede disponer todos los días de albergue, cama y comida, y, sin embargo, no tener derecho a la libertad de tránsito, libertad personal para establecer un plan vital o para elegir donde residir ¿Qué libertad individual y política existe en las cárceles donde están encerrados los que usaron mal su libertad?
- Las mujeres en gran parte del mundo islámico suelen tener acceso a multitud de bienes materiales, residencias cómodas y pueden comer todos los días 3 veces, sin embargo, no pueden votar, no pueden disponer de propiedad privada y no eligen con quien desposarse ¿qué libertad tienen ellas aun disponiendo de vidas materialmente aseguradas?
- Un jovencito que tiene acceso a bienes materiales, televisores, comida, pantallas, smartphones, juegos electrónicos y se pasa horas preso del vape, los juegos en línea y nunca piensa, excepto en lo que una escuela estatal mediocre le dice que tiene que pensar ¿Por qué habría que creer que eso es libertad, aunque este chico tenga asegurada una provisión material opulenta?
Por lo tanto, el problema que plantea el presidente Lacalle Pou no es un problema de libertad, es un problema económico ¿Qué las personas que tienen acceso a bienes y servicios materiales tienen más opciones para desplegar sus libertades individuales? Sí, y, sin embargo, disponer de bienes materiales no es condición necesaria para la libertad personal, la ausencia de coacción arbitraria por parte de terceros sí. De otra forma deberíamos concluir que la gente era menos libre en el pasado que ahora, deberíamos decir que los esclavos alimentados eran libres y además no sería explicado el genio creativo de millones de personas que vivieron en la miseria, y, sin embargo, cambiaron el mundo para siempre ejercitando su libertad individual.
Creo que el politólogo Giovanni Sartori explica mejor que yo lo que pretendo decir, cuando declara:
“Nadie discute que la libertad y las condiciones económicas estén relacionadas. La libertad, se dice, comienza con el desayuno, y el que tiene hambre puede perfectamente denominar al pan “libertad”. Sin embargo, esta es solo y tan solo, a corto plazo, una manera de pedir alimento. A corto plazo, porque en los sistemas que no son liberales el problema no se resuelve proporcionando más pan, sino [creando las condiciones para que la gente por sus propios medios acceda al pan]. Además, y por supuesto, no nos hacemos libres en el momento en que nuestros estómagos se llenan. Es cierto que la libertad política no solventa el problema del hombre [la escasez]; pero es igualmente cierto que el pan tampoco soluciona el problema de la libertad política”.
Para concluir su explicación, Sartori nos reseña un episodio de la revolución francesa:
“Al comienzo de la revolución francesa, Jean Paul Marat escribía a Camille Desmoulins: “¿Qué tiene de bueno la libertad política para los que no tienen ni para comer? Cuenta para los teóricos y para los políticos ambiciosos”. La pregunta estaba fundada, pero el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios demostraría que la respuesta era totalmente inadecuada. Uno no puede evitar preguntarse si cuando el propio Desmoulins caminaba hacia la guillotina no empezaba a descubrir que la libertad política tiene su utilidad y que los que reivindican la igualdad confundiéndola con la libertad, conocen una libertad irreal”.
Sospecho que Desmoulins desayunó aquella mañana y, sin embargo, no le sirvió para ser libre.