Más de 60 diputados de los 570 de la Asamblea Nacional francesa han presentado una proposición de ley para «prohibir la escritura inclusiva en los documentos administrativos». Pertenecen al partido del presidente Emmanuel Macron, La República en Marcha (LaREM, centro) y a la principal fuerza de la oposición, Los Republicanos (LR, derecha). Es la guerra contra el «todos y todas». «Terrorismo cultural», dicen los más duros.
Entre los firmantes están las vicepresidentas de ambos grupos parlamentarios: Aurore Bergé, (LaREM) y Annie Genevard (LR). «La escritura inclusiva es tan ilegible como discriminatoria. La lucha por la igualdad entre mujeres y hombres es justa pero los caminos que toma son, a veces, confusos», se lee en la exposición de motivos. La iniciativa parte del centrista François Jolivet.
El lenguaje duplicado no debería, de hecho, usarse en la Administración Pública según una circular validada por el Consejo de Estado y emitida por el Gobierno de Edouard Philippe que recomendaba que «en los actos administrativos se observaran las reglas siguientes: en textos reglamentarios el masculino es una forma de neutro que conviene usar en términos aplicables tanto a los hombres como a las mujeres».
Sin embargo, casi toda la izquierda, desde La Francia Insumisa (extrema izquierda), al PC, Europa Ecologista y, a menudo, el Partido Socialista emplean el lenguaje inclusivo. Lo usan en sus escritos ayuntamientos como el de París, presidido por la socialista Anne Hidalgo, o el de Lyon, con alcalde verde, Grégory Doucet. El argumento, común, es «dar visibilidad a las mujeres».
La derecha en cambio siempre ha rechazado su uso: «La escritura inclusiva es una herejía, un diktat que intentan imponernos ciertos partidos. Es terrorismo cultural», ha declarado a Le Figaro el secretario general adjunto de LR, Pierre Henri Dumont.
El tono de los firmantes de la moción es menos combativo. Recuerdan que el Consejo de Estado ha declarado nulos los actos redactados en lenguaje inclusivo, lo que va en contra de la «universalidad del servicio público». También le achacan añadir problemas en el aprendizaje escolar.
A este último argumento se ha sumado la ministra de Cultura, Rosalyne Bachelot: «Tenemos ya bastantes estudiantes que tienen dificultades con la ortografía, la escritura y la lectura. La escritura inclusiva es una iniciativa elitista, creo. Lo que yo quiero es un aprendizaje democrático de la lectura y la escritura. Así que no estoy a favor».
Salvo en el uso de términos epicenos, (sustituir «derechos del hombre» por «derechos humanos», por ejemplo), la escritura inclusiva en francés es ortográficamente complicada. Sobre todo, por el punto mediano o punto de alteridad que permite añadir a una palabra el sufijo femenino. Así étudiant (estudiante) se convierte en étudiant·e; En plural es peor: professeurs (profesores) pasa a ser professeur·e·s; y se lía si la palabra cierra párrafo: citoyens (ciudadanos) es citoyen·ne·s. Al parecer, en francés inclusivo no se prevé emplear la @ para abarcar los dos géneros. Nada de tod@s. Todos y todas.
«La escritura inclusiva es una técnica extraña que se diría salida del espíritu fumado de un estudiante de código informático enamorado de una gramática. No es gracioso ni práctico y sí una ofensa a la musicalidad de la lengua de Ronsard y Musset. Pero parece haber hipnotizado a nuestras élite», decía en su editorial el diario Le Figaro, quien ha dado la noticia abriendo la portada.
Fuente: El Mundo (España)