Señora Celeste Amarilla.
En primer término, me impresiona su altísimo grado de discusión; su forma tan educada de dirigirse a la gente, sus finísimos vocabularios y, por sobre todo, su envidiable control que ejerce sobre sus impulsos y su ira, además, no puedo dejar de mencionar su probada humildad demostrada en cada gesto, en cada palabra que emanan de su agradable figura.
Pero, lo que más me emocionó de los innumerables valores que atavían su encantadora personalidad, es su carísima sensibilidad social y humana. Por otro lado, debo confesar que tengo una sana envidia a la educación que ha recibido de sus maestros y seguro estoy, que los mismos, estarán tan orgullosos de Usted.
Señora Celeste.Sepa Usted que con la importantísima intervención que realizó durante la Sesión Extraordinaria en la Cámara de Diputados respecto al reclamo del sector docentes fue tan oportuna e inteligente, porque, seguros estamos de que la EDUCACIÓN DE NUESTRA NACIÓN mejorará sustancialmente.
También, como docente, debo manifestar el agrado con que recibí el alias de “burro”, teniendo en cuenta que este virtuoso animal fue el que le cargó Jesús, el Maestro más grande de la humanidad, hasta Jerusalén donde una multitud le aguardaba.
Asimismo, cuando Usted dice que “aprendamos a hablar primero”, le informo que saber hablar no solo implica ordenar sintácticamente ese tan rico vocabulario que Usted tiene, sino, que es muy importante también el tono con que uno lo exprese, manifieste o diga.
Para concluir, debo declarar que mi formación académica y la educación que recibí de mis padres no me permiten ponerle a Usted un apodo denigrante, Señora Celeste, además, me cuesta mucho bajar en el sub mundo del analfabetismo funcional y la intolerancia que, al parecer, usted profesa de manera sorprendente.
Saludos!!
Una Docente burra.