Mientras la población boliviana perdía el juicio en las borracheras y chapucerías del carnaval, que duran desde enero hasta abril, Fitch Ratings, a comienzos de febrero, rebajó la calificación de incumplimiento de emisor en moneda extranjera de Bolivia de B- a CCC.
La calificadora argumentó que el Déficit Fiscal (acumulado por una década), la caída de las exportaciones de gas, la significativa reducción de las Reservas Internacionales Netas, y el constante crecimiento de la deuda pública son los principales indicadores que ponen a la economía boliviana en situación de alto riesgo. El informe, textualmente, señala:
Sin embargo, ¿cómo afecta esto al ciudadano de a pie, que, en muchos casos, no comprende la complicada terminología económica.
La falta de dólares, consecuencia de la caída de las Reservas Internacionales, tiene una repercusión directa sobre la capacidad importadora del país. Es decir, que no contar con la divisa norteamericana es el equivalente a cerrar nuestro contacto comercial con el mundo. Por ejemplo, las empresas farmacéuticas bolivianas han advertido que, ante la creciente dificultad de conseguir dólares, están enfrentando serias complicaciones para pagar a sus proveedores, lo que afectará, ya lo está haciendo, el abastecimiento de medicamentos. Al respecto, el presidente de la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (Cainco), Jean Pierre Antelo, expresó que:
La respuesta del gobierno, fiel a su tinte autoritario, no fue otra que anunciar más controles y castigos contra los «especuladores» de dólares.
Se lo pongo en sencillo: Bolivia se cae a pedazos.
Empero, no se trata de un desconocimiento de los principios básicos de economía por parte de los mandones bolivianos, por lo menos no de manera exclusiva, sino de un plan muy bien elaborado por las macabras mentes que parieron El Socialismo del Siglo XXI.
En su libro, El Socialismo del Siglo XXI, Heinz Dieterich, quien fue asesor de Hugo Chávez, sostenía que para superar la pobreza y la desigualdad se debe terminar con toda la institucionalidad neoliberal y capitalista. Esta debía ser superada por la «democracia participativa», la economía centralmente planificada con sustitución de importaciones y la ciudadanía por la identidad étnica, entiéndase indigenismo u otra versión del racismo.
Por su parte, Néstor Ceresole, otro de los consejeros directos de Chávez, recomendaba terminar con la institucionalidad de las Fuerzas Armadas de los países para ponerlas al servicio del «pueblo», la imposición de una nueva constitución, además de centralizar toda la actividad económica en manos del Estado para, en sus palabras, terminar con la miseria neoliberal.
Como vemos, en la teoría, el Socialismo del Siglo XXI es un recalentado de las viejas mitologías de la izquierda que buscaban reemplazar el libre mercado por la planificación centralizada, pero, en la práctica, es el crecimiento de la pobreza, el reinado de los narcotraficantes y, especialmente, el establecimiento de dictaduras, como la que estamos viviendo en Bolivia.
Y no se deje empañar el juicio por la disputa entre Evo Morales y Arce Catacora, pues no es una división, sino una multiplicación para dominar la totalidad del aspecto electoral, una especie de MAS en el oficialismo y MAS en la oposición.
En conclusión, al ritmo del bullicio carnavalero, la dictadura va eliminando los espacios de libertad, democracia e institucionalidad.