viernes, 03 mayo, 2024

Nosotros por la libertad, ellos por el servilismo

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Víctor Pavón
Víctor Pavón
Pdte. del Centro Estudios Sociales (CES), Socio de Prodinamis Catedrático de materias jurídicas y económicas. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes”; “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

La agenda globalista tiene como adversario acérrimo al orden social de la libertad que se destaca por su roca filosófica, la férrea defensa de la vida, la libertad y la propiedad. La agenda globalista propicia serviles obsecuentes al poder. El orden social de la libertad propone ciudadanos en libertad.

Los globalistas se destacan por su bufonería. Son marionetas del nuevo orden mundial. Están dispuestos a percibir su asignación básica mensual, aunque ello les signifique perder su libertad hasta el delirio delincuencial de hacernos perder la nuestra. Los globalistas desean imponer una nueva sociedad. Les seduce un gran reseteo (borrar) de los fundamentos sobre los cuales se levanta Occidente.

Y Occidente es precisamente el orden social de la libertad. El orden social de la libertad de la que Occidente hizo héroes y heroínas fue el paso de la barbarie a la civilización. El ateniense Pericles en su Oración Fúnebre con acierto dice: “la libertad no nos hace hombres sin ley”.

Occidente es razón, búsqueda de la verdad, reflexión y crítica para entender al mundo no solo desde el qué sino también del por qué. Este paso se inició en Grecia, específicamente en Atenas, luego durante un breve lapso en la República romana hasta que después de más de mil quinientos años fue rescatada por los pensadores de la libertad en la Escuela de Salamanca (España) y la Escocesa, sin dejar de mencionar a la Ilustración.

Los propiciadores de Occidente lograron valorizar al ser humano para que habiendo ingresado a la sociedad política no pierda sus derechos naturales. En ningún modo es aceptable que los aprendices de dictador a violen nuestros sagrados derechos individuales.

De igual importancia, el orden social de la libertad tiene raíces profundas en la misma tradición judeocristiana que consiguió establecer mandatos morales escritos en los 10 mandamientos.

No robar, no codiciarás los bienes ajenos, no darás falsos testimonios, los que empiezan en “sólo existe un Dios, creador y todopoderoso al que adorar…” pasando por “honrarás a tu padre y a tu madre”, son un poderoso incentivo para proteger a la familia y tomar en cuenta a mi prójimo mediante la cooperación y la compasión, la mano tendida voluntariamente hacia el pobre y menesteroso.

Con la puesta en marcha del gobierno de la libertad bajo el auspicio del Constitucionalismo, la ley no necesariamente debía estar escrita. Así un notable filósofo de la tradición liberal como Hume sostuvo acerca de las tres leyes fundamentales de la naturaleza: la estabilidad de la posesión, su transmisión por consentimiento y el cumplimiento de las promesas.

Adam Smith afirma que no hay necesidad de usar la fuerza para que las personas cooperen entre sí y John Locke nos advierte hasta hoy día que la ley está sobre el Rey.

Los gobiernos del presente siglo XXI, por tanto, si desean ser respetados por los ciudadanos deberán inexorablemente garantizar los derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad, derechos que provienen de Dios y de una larga tradición iniciada en la cultura greco-romana.

Así como vamos hay una sola alternativa: nuestra rebelión ante la tiranía. Esta es la diferencia entre el hombre libre y ciudadano y entre los que gustan ser serviles. Los primeros son los patriotas de la libertad, los segundos los globalistas de la agenda de la esclavitud. No hay puntos medios. O somos nosotros por la libertad o ellos por el servilismo.

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