Este 20 de septiembre de 2023 se celebraba en Nueva York la Cumbre sobre la ambición climática que contó con la participación de más de 100 gobiernos nacionales que viajaron a Nueva York para esbozar planes renovados para «frenar el calentamiento».
«El mundo está mirando y el planeta no puede esperar», sentenció el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
Pero, a pesar de las «alarmas» permanentes, el patrón se vuelve a repetir: frustradas cumbres, progresistas limitados y preocupados por mantener su imagen, expertos indolentes, gobiernos aislacionistas, intereses comerciales.
Según Naciones Unidas, el objetivo es demostrar que existe una ”voluntad global, colectiva de acelerar el ritmo y la escala de una transición justa hacia una economía global más equitativa basada en energías renovables y resiliente al clima”.
A pesar de las aspiraciones de Guterres, aquel mensaje no será creíble si de las cumbres no participan los países más contaminantes que a la vez resultan ser las dos mayores potencias mundiales.
Además de los mandatarios de Estados Unidos y China, tampoco asistieron Rishi Sunak, el primer ministro británico, y Emmanuel Macron, el presidente francés.
El martes en su discurso ante la ONU Joe Biden lamentó, de modo breve, el impacto del cambio climático que sufrió USA recientemente; sin embargo, últimamente también ha permitido una serie de nuevos proyectos importantes de petróleo y gas.
China, por su parte, si bien es el mayor productor de energía renovable a partir de la generación solar y eólica, también es el mayor productor y consumidor del mundo de electricidad generada con carbón, según expertos; ya avisó que alcanzará las emisiones máximas de carbono para 2030 y planea convertirse en carbono neutral recién para el 2060.