lunes, 29 abril, 2024

Feminismo radical: hijas de Marx, Rousseau y Foucault

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Héctor Acuña
Héctor Acuña
Director Editorial de InformatePy

A menudo somos incapaces de prever las consecuencias últimas de las ideas que abrazamos en nuestra vida personal. Esa incapacidad es tanto más notoria cuando hablamos de las ideas predominantes en la vida en común. Las consecuencias lógicas de las ideas predominantes nos conducen a derroteros insospechados. En definitiva, siendo que es imposible que la acción humana suceda en el vacío ideológico, debemos reconocer que las ideas hegemónicas determinan en gran medida la evolución social.

Las feministas son un caso que ilustra con claridad el punto anterior. Dicen condenar la violencia contra la mujer, sin embargo, reclaman aborto legal, un acto quirúrgico de profunda violencia física y psicológica instrumentado bajo la engañosa apariencia de la benevolencia. El aborto legal que exigen es violencia dirigida sistemáticamente hacia la mujer, violencia institucionalizada. Por otro lado, no deja de ser llamativa la defensa que las mismas realizan de los violadores y pedófilos.

Intentaré explicar este punto, la defensa feminista de violadores y pedófilos, intentando integrar una razonable genealogía de las ideas, como diría Lord Acton. Este es un proceso tedioso, pero necesario, si el deseo es contribuir arrojando un poco de luz teórica sobre este desagradable asunto.

Las feministas defienden a los violadores y pedófilos porque son hijas de Marx.

Primero, es relevante mencionar que este feminismo radical fue pergeñado a la luz del marxismo. No es el feminismo burgués que exigía igualdad ante la ley, sino que, como digno engendro teórico del marxismo alega desigualdades estructurales, invisibles, por cierto, que no se pueden abordar mediante el instrumento de la igualdad jurídica, y que demandan la completa demolición del edificio social: destruir la infraestructura para que caiga la superestructura. No es por ello extraño que en todas las marchas feministas de marras se encuentren carteles que ordenen la destrucción del sistema capitalista.

Son hijas de Karl Marx por ello, principalmente, y eso explica porque hablan de que “la lucha es colectiva” y usan ese lenguaje tan «estructuralista«. Valga decir que Frederic Engels en su libro «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado» había adelantado argumentos para un marxismo cultural: «En la familia el varón es el burgués y la mujer el proletario», trasladando la lucha de clases a una lucha de sexos.

¿Por qué defenderían entonces a los violadores siendo hijas de Marx?

Para Marx y Engels toda la cultura burguesa está basada en los modos de producción. En otras palabras, la cultura está basada en las relaciones sociales y estas se fundamentan en las relaciones de producción. «La cultura de la violación» que denuncian a boca de jarro sería solamente una función del capitalismo explotador, exonerando así de culpas individuales a los violadores. La doctrina marxista es tan perniciosa, en última instancia, porque deteriora y, con el tiempo, elimina la responsabilidad individual. Ese materialismo desbocado, en el cual se nutre el marxismo clásico, no solo justifica la defensa de violadores, sino que sustenta teóricamente el filicidio intrauterino, o aborto: ¿qué puede ser más materialista que decir que un ser humano en gestación «es solamente un conjunto de células»?

Antes de la tragedia, siempre la estupidez. 

Las feministas defienden a los violadores y pedófilos porque son hijas de Rousseau.

Son hijas de Jean Jacques Rousseau porque se abrazan fervientemente el mito del buen salvaje, hasta el punto de que algunas feministas sostienen que, si se redujera la población masculina al 20% y se mandara a los hombres a campos de concentración, las mujeres volverían a un estado idílico, de bondad absoluta entre ellas, el que fue perdido debido a la intervención masculina en sus vidas. Rousseau decía que los seres humanos nacen buenos pero la sociedad los corrompe. Otro tanto dicen las feministas: las mujeres nacen buenas, se corrompen bajo el patriarcado. Sin patriarcado la humanidad sería perfecta. De ahí que procuren introducir en la educación estatal manuales para «nuevas masculinidades» o “contra la masculinidad tóxica».

¿Qué tiene que ver esto con la defensa feminista de violadores y pedófilos? Todo.

Una vez más si el hombre nace bueno, pero la sociedad patriarcal lo corrompe, entonces ¿no sería una injusticia encarcelar a una persona por algo que es responsabilidad de todos? Nuevamente las feministas, con un discurso colectivista, esta vez devenido de Rousseau, deben llegar a la última consecuencia lógica de sus postulados: defender violadores y pedófilos.

Las feministas defienden a los violadores y pedófilos porque son hijas de Foucault.

Michel Foucault llevó al extremo ambas teorías, tanto la de Rousseau como la de Marx, y no es extraño que, por lo tanto, sea considerado “padre de la teoría queer”.

El sistema dominante, la infraestructura económica, habría generado instancias de control social en la superestructura: el sistema penitenciario. 

Pero es precisamente la infraestructura, con su colonialismo, capitalismo y sistema jurídico basado en el individualismo, el que según Foucault causa el crimen, el robo, el asesinato. Si cambiamos el sistema, por ejemplo, de propiedad individual a propiedad comunal, el robo deja de existir, no hace falta punirlo y las cárceles terminan siendo innecesarias.  Con la violación es otro tanto. Las hijas de Foucault, las feministas, argumentan que encerrar a los violadores no resuelve el problema de la violación y apuntan a que «el sistema reproduce las violaciones». Dicen ellas que «los mecanismos punitivos no resuelven el problema» e incluso ensayan el alegato de que, si encerrar a los ladrones eliminaba el robo, el robo ya no existiría ¿No se percatan de que no existen soluciones perfectas en una realidad imperfecta?

Una vez más, al no asignar responsabilidades individuales, el colectivismo diluye la posibilidad de civilización en el solvente de la moral de la tribu.

En todas sus variantes, el hilo conductor de este totalitarismo moderno denominado feminismo radical es el colectivismo. Sin embargo, hay también otro asunto, no menos importante. Estas personas, las feministas, los socialistas y comunistas parten de un punto de partida espurio, previo a la experiencia, que se resume en la frase «el mundo no es lo que debe ser», «el mundo está mal».

Partir de la premisa a priori de que el mundo está mal y que, por lo tanto, te debe algo es causa eficiente y garantía suficiente para convertirse en un peligroso tirano que duerme con la conciencia tranquila.

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