Estamos corriendo la tercera década del Siglo 21. Los nacidos entre los 70 y 80 ya superamos los cuarenta. Los Millennials, que fueron tendencia después del 2010, ya son treintones, fue la biología la que se encargó de bajarles la rebeldía. Así que el presente decenio se prepara para el ingreso a la vida adulta y laboral de los Centennials.
Los Centennials nacieron entre 1997 y 2005. Sus vidas transcurrieron bajo el ala del internet, casi con los smartphones pegados a la mano. Siempre han tenido a mano el acceso a la información de manera inmediata. Son, en términos geopolíticos, los primeros adultos que nunca conocieron el mundo antes de la globalización. Sus tiempos de espera respecto al consumo de información, productos o entretenimiento son sumamente cortos comparados con la generación de sus padres. Por ejemplo, los Z, que es como también se los conoce, nunca tuvieron que esperar más de unas horas para ver las películas de moda.
Los blogs de internet, especialmente, esos que están enfocados al marketing, siempre hablan de las habilidades tecnológicas de esta nueva generación. Además, de las grandes ventajas que tienen en la Aldea global, esa donde las fronteras comunicacionales ya no existen. Sin embargo, hay un detalle que casi nadie menciona: Los Centennials tendrán que pagar las cuentas de los desastres que causaron las generaciones anteriores. Veamos.
Justo en la época en que la Generación Z empezaba a nacer, Hispanoamérica era convertida en un feudo del Socialismo del Siglo21. Hugo Chávez, Evo Morales, Rafel Correa y otros hampones secuestraban las democracias regionales. Una tras otra, nuestras naciones devenían en dictaduras populistas. Empero, el quebrantamiento democrático no fue el único problema, sino que estos pandilleros se encargaron de dinamitar la economía.
Por citar un caso, en los albores del nuevo milenio, Bolivia se proyectaba como la potencia energética de Sudamérica. Asimismo, gracias a la Iniciativa de Alivio de Deuda Multilateral (MDRI), propuesta desde 2005, la deuda externa registró una notable disminución para el 2007, con un saldo de $ 2.208 millones. Es decir, el cocalero recibió un país con las finanzas saneadas y con unos ingresos jamás pensados en otro gobierno.
No obstante, y a pesar de encontrarse en el periodo de los precios altos de los commodities, el año 2008 el país empezó un nuevo proceso de endeudamiento. Mire lo contradictorio del asunto, el gobierno de Bolivia tenía ingresos altos, pero, al mismo tiempo, se endeudaba. Por donde se lo mire eso es un derroche mayúsculo.
El nivel de endeudamiento de los últimos años ―que coinciden con la época del 21F y el fraude electoral del 2019― ha sido tan alto que solamente el 2017 se registró un incremento de deuda de aproximadamente 30%. Como resultado de esa irresponsable gestión económica, la cuota a pagar ―capital, intereses y comisiones― alcanzó a $ 787 millones en 2019.
La Fundación Jubileo señala que, para el año 2020, los principales acreedores eran BID, CAF, privados (Bonos Soberanos), China y Banco Mundial.
La cosa va tan mal, que según un reporte del sitio especializado Bloomberg, a marzo 2023, los bonos soberanos de Bolivia cayeron entorno a los 70 centavos por dólar. Estos títulos incluso han generado pérdidas de casi un 7% este año, el tercer peor desempeño en el mundo en desarrollo después de Ecuador, un incumplidor en serie, y Ucrania, que está devastada por la guerra. Se la pongo en fácil, ¿se acuerda que nos dijeron que éramos la segunda mejor economía del mundo? Bueno pues, era una simple mentira, como todo lo que sale de las oficinas gubernamentales.
A los gobiernos alineados al Foro de Sao Paulo no les interesa la gestión económica, menos la salud o la educación. Su único objetivo es sostener el poder para, de esa manera, seguir enriqueciendo a los grandes cárteles de narcotráfico. El costo de la deuda externa lo van a trasladar, ya lo están haciendo, a quien tiene menos opción de defenderse: el ciudadano de a pie. Ya que mayores niveles de endeudamiento se traducen en más impuestos, más inflación y menos garantías para la propiedad privada. Pobres Centennials, tendrán que pagar las cuentas de un derroche en el que ni siquiera participaron.