Karl Marx es una de las figuras más importantes e influyentes de la historia moderna y, al mismo tiempo, una de las más controvertidas, incluso enigmáticas. Sus sentimientos hacia los judíos y el judaísmo siguen siendo objeto de debate. Empecemos abordando sus vínculos con el judaísmo.
Marx era descendiente de una larga línea de destacados rabinos ortodoxos que terminó con sus abuelos, ya que su padre Heinrich (nacido Hirschel Halevi) por más que se casó en una ceremonia judía, se convirtió al luteranismo, una de las principales ramas del cristianismo, antes del nacimiento de Karl con el objetivo de ejercer la carrera de abogado en una Renania post napoleónica, entonces bajo control prusiano en donde prevalecía el antisemitismo; una táctica que cumplió el propósito previsto ya que fue nombrado magistrado tan solo un año después. Por su parte, la madre de Karl, Henriette parecía estar más apegada a la cultura judía que su esposo, decía a sus amigos: «Sí, creo en Dios, no por el amor de Dios, sino por el mío».
Si bien Karl fue bautizado a los 6 años como protestante, se puede decir que su relación con la fe cristiana fue sustancialmente la formación religiosa que recibió en el sistema escolar prusiano.
No obstante, asistió a la universidad sin ningún tipo de fe ya que en la Universidad Humboldt de Berlín se unió a una organización conocido como “Junghegelianer” un grupo de estudiantes y jóvenes profesores de la universidad quienes eran seguidores del trabajo de Georg Hegel interpretándolo en un sentido revolucionario, lo que llevó a una defensa del ateísmo en la religión y la democracia liberal en la política (no confundir con el liberalismo clásico).
En la Universidad Friedrich Schiller de Jena, en el prólogo de su tesis doctoral, Marx cita las palabras de Prometeo en la obra de Esquilo:
¿Por qué Prometeo atraía tanto a Marx? Porque lideró a otros titanes en un intento de destronar a los dioses del Olimpo. Marx, como fiel discípulo de Prometeo, pasó su vida buscando destronar específicamente al Dios de la Biblia y a todos los dioses en general.
Arnold Ruge, amigo cercano de Karl Marx, lo instó a mudarse a París donde las leyes eran más liberales, y cofundó la revista Deutsch-Französisiche Jahrbücher. En 1844 publica el primer (y único) número de la revista, Zur Judenfrage (Sobre la Cuestión Judía), una reseña de dos obras de Bruno Bauer, su exprofesor universitario en la que argumenta que los judíos para lograr la emancipación política en Prusia debían renunciar a su conciencia religiosa ya que una emancipación política requiere de un estado laico. La verdadera emancipación política, para Bauer, requiere la abolición de la religión.
Esta es la primera declaración de Marx sobre los judios donde critica con desdén al judaísmo desde el punto de vista de la emancipación social, considerando a los judíos como la encarnación del capitalismo y los creadores de sus males.
En el ensayo, Marx va más allá de la cuestión de la libertad religiosa a su preocupación real por el análisis de Bauer de la «emancipación política». Marx concluye que, si bien los individuos pueden ser libres «espiritualmente» y «políticamente» en un estado laico, aún pueden estar sujetos a restricciones materiales de la libertad por la desigualdad económica, una suposición que luego sería la base de sus críticas al capitalismo.
Para entender las siguientes citas es necesario que definamos qué es el antisemitismo, y qué mejor que un antisionista como Joel Kovel, editor marxista y pionero del ecosocialismo:
Zur Judenfrage es uno de los grandes clásicos antisemitas ya que reduce la historia judía a una economía rudimentaria, y caracteriza a los judíos como la quintaesencia del capitalismo y la máxima representación de todos sus males:
Muchos especialistas se han manifestado en contra de esta obra de Marx, algunos ejemplos:
Paul Johnson, célebre periodista e historiador británico, ha argumentado que «el ensayo de Marx es casi un tratado antisemita clásico, basado en un arquetipo judío de fantasías y una conspiración para corromper el mundo».
Gertrude Himmelfarb, historiadora americana, argumentó que no se puede negar que en su ensayo Marx expresó puntos de vista que “formaban parte del repertorio clásico del antisemitismo”.
Robert S. Wistrich, destacado experto en antisemitismo, objeta que “el resultado neto del ensayo de Marx es reforzar un estereotipo antijudío tradicional, la identificación de los judíos como productors de dinero, de la manera más afilada posible”.
De hecho, Marx mismo deja en claro cuál era su posición en la emancipación judía:
De hecho, la opinión de que Marx era un antisemita es tan común que, en 1964, Shlomo Avineri, destacado politólogo israelí, afirmó que «Karl Marx era un antisemita empedernido, hoy en día se considera un lugar común que casi nunca se cuestiona».
Para entender por qué Marx relaciona al judaísmo con el capitalismo es importante conocer el contexto histórico. En los Años Oscuros, a finales del siglo XII, el papa prohibió a los cristianos practicar la usura que es el préstamo de dinero y el cobro de intereses por ese dinero. Por lo que en Occidente sólo los judíos podían ser banqueros y prestamistas pero al mismo tiempo no se les permitía poseer tierra y se les obligaba a vivir en pueblos y ciudades.
Originalmente un bourg era un castillo construido por un señor feudal con fines militares. Sin embargo, se extendió el nombre a las poblaciones que se desarrollaron en torno a estas construcciones ya que la relativa seguridad que daba a mercaderes y artesanos hacían atractiva la radicación en ellos, esto hizo que fueran convirtiéndose paulatinamente en pueblos florecientes. De ahí viene la palabra bourgeois que significa: habitante de una ciudad. Mientras que bourgeoisie significa: clase social formada especialmente por comerciantes, artesanos libres y personas que no estaban sometidas a los señores feudales porque, a diferencia de los campesinos, vivían en pueblos y ciudades. Marx había vivido un par de años en Francia, por lo que estaba familiarizado con estos términos.
Es decir, los burgueses eran la población formada por trabajadores independientes y pequeños comerciantes que vivían alrededor de un castillo feudal, desprovista de títulos nobiliarios, pero con un nivel de vida muy superior al del campesinado ya que acumularon riquezas monetarias y se erigieron como un nuevo elemento de poder, independiente del clero y la aristocracia. De hecho, muchos aristócratas empobrecidos cruzaron sus familias con burgueses adinerados para salvar económicamente su familia y compartieron así la nobleza de su linaje con los grandes mercaderes y, con el paso del tiempo, el dinero pasó a tener mucho mayor valor que los títulos nobiliarios.
Esto era algo que Karl Marx estaba totalmente al tanto en 1867 ya que cita y desarrolla este tópico en el tercer volumen de su obra Das Kapital en dónde dice:
Marx también remarca las palabras del miembro de un Comité británico que abordaba la crisis de 1847:
En 1856, Marx ya radicalizado en Londres y trabajando como corresponsal del New-York Daily Tribune, escribe The Russian Loan donde su grotesco antisemitismo estaba en plena exhibición:
Marx combinó su crítica moral del capitalismo con las tradicionales imágenes antijudías, no para reforzar el antisemitismo, sino para ennegrecer la posición moral de la sociedad capitalista. Que no sea sorpresa que 12 años antes en Zur Judenfrage Marx ya había dicho:
En 1860 Marx escribe Herr Vogt donde incluyó un ataque personal y antisemita contra Joseph Moses Levy, editor del diario Daily Telegraph, después de que publicaran un artículo de Carl Vogt en donde criticaba a Marx.
Al considerar a Marx y sus puntos de vista sobre los judíos, uno debe ir más allá de su infame ensayo y publicaciones, y también debe considerarse su correspondencia ya que contienen una amplia variedad de declaraciones antisemitas. Se refería a judíos en específicos con la palabra ‘judío’ como epíteto, por ejemplo:
Enfrentados con este claro historial de antisemitismo, muchos apologistas, no obstante, se retuercen de formas realmente extrañas para desinfectar lo que Marx ha escrito claramente y distorsionar quién era realmente. Muchos argumentan que Marx simplemente reflejaba una amplia antipatía social por el judaísmo en general y, por lo tanto, simplemente expresaba el pensamiento común de su época; que “judío” era un término de uso común para usurero; que Marx odiaba el cristianismo tanto como el judaísmo; que no hay registro de que Marx participe en actividades antisemitas o se una o apoye a organizaciones antisemitas; que estas declaraciones eran simplemente reflejos de su estilo de escritura «ingenioso» e «irónico»; y que, “a pesar de la fraseología torpe y los estereotipos crudos”, su propósito era defender a los judíos y extenderles plenos derechos civiles y emancipación política. Sin embargo, la gestalt de los escritos de Marx, tanto en términos de su filosofía como de su lenguaje, deja pocas dudas de que era un judío antisemita que se odiaba a sí mismo. El buen Marx y sus contradicciones.