jueves, 28 marzo, 2024

Lo personal no es político

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Héctor Acuña
Héctor Acuña
Director Editorial de InformatePy

Existen demasiados incentivos para que cada persona pretenda extender el ámbito de sus creencias personales hacia los demás, obligándoles a participar de sus utopías, sueños o esperanzas. La evidencia nos enseña que cada vez que alguien haya intentado, como proyecto, realizar una extensión ilegítima de sus creencias hacia los demás, el costo ha sido una gran infelicidad del mayor conjunto y el inaceptable precio de la más atroz violencia. La historia no nos cuenta nada bueno ni moral sobre las consecuencias de sujetar a todos a las creencias de unos pocos.

Cuando John Locke escribió su “Carta sobre la Tolerancia” (1690), era muy común que los Estados declaren formalmente alguna creencia con relación a la salvación de las almas y que la hagan prevalecer por medio de la espada, la persecución o la cárcel, medios diríase poco espirituales, dado que uno creería, con buen tino, que son preferibles primeramente la amistosa ministración, la persuasión, o el debate público. Es así entonces que el ámbito de la creencia, inmoralmente, se extendía hacia, y se superponía sobre, el ámbito de lo político, espurio principio generalmente aceptado por “el pueblo”, la gente de su época y gran parte del aquel mundo conocido.

En “tiempos modernos” (?) una de las máximas teóricas del feminismo de género, Kate Millet [1934-2017] escribió en su obra «Política Sexual» (1969) para beneplácito del hembrismo naciente: “El sexo reviste un carácter político que, las más de la veces, suele pasar inadvertido”[1].

Millet no decía nada nuevo. La noción de que «Lo personal es político», se encontraba ya en el clima de ideas predominantes, y meses antes, otra feminista, llamada Carol Hanisch,[2] integrante del grupo New York Radical Women, había escrito:

Una de las primeras cosas que descubrimos en estos grupos es que los problemas personales son problemas políticos. No hay soluciones personales en este momento. Solo hay acción colectiva para una solución colectiva.[3]

Por otra parte, Fredric Jameson,[4] crítico literario marxista diría, en 1981, que “absolutamente todo es, en última instancia, político” [5]. Estas expresiones, propias de la intoxicada atmósfera posmodernista de los 70, reflejan una maledicente contraofensiva contra aquel logro de la humanidad consistente en establecer instituciones que impidan que mezquinas preferencias personales gobiernen el destino del resto. El principio liberal clásico de separar los asuntos de conciencia de la acción gubernamental es una de esas restricciones legítimas para evitar subordinaciones fundadas en la acción violenta de los que pueden _ tienen el poder de _ intentar obligarte a “creer”, con el uso de la fuerza.

Aunque a decir de Locke:

Las creencias de los hombres no pueden ser dominadas por la fuerza, como no pueden ponerse unas nuevas en su pecho por medio de la violencia.[6]

Más allá de lo dicho por el inglés, «Lo personal es político» es el principio que articula las guerras tribales en nuestras deterioradas sociedades occidentales. Por ello, es importante insistir en que una justificación política para separar Estado y asuntos de Conciencia es la paz social. Lo íntimo, lo personal, se encuentra tan inextricablemente vinculado a lo axiológico _ al orden valorativo de las cosas que funciona como el cristal a través del cual vemos la vida _ que es imposible el debate racional si se lo interviene. El único proyecto político viable consiste en acordar unos principios mínimos de convivencia, dejando a las personas la libertad de vivir sus asuntos privados como consideren, de acuerdo a su propia conciencia.

En ese sentido, la mayoría de las personas con sensibilidades religiosas cristianas hemos entendido, después de dos mil años de historia, que el precio de la paz social es sacrificar la búsqueda de la sociedad perfecta al costo de la sociedad posible, principio que no comprenden aún estas mafias posmodernas que pretenden obligarnos a “creer” en sus visiones entenebrecidas de un supuesto futuro ideal. En ese sentido, el “progresista” promedio se comporta como el peor de los fanáticos religiosos: aquel que quiere imponer sus utopías mediante el uso de la fuerza de Estado.


[1] Política Sexual, Kate Millet, prefacio, p. 27.

[2] Carol Hanish es famosa por haber protestado contra el concurso de belleza Miss América en el 68.

[3] Lo personal es político. (2022, 28 de agosto). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 20:30, diciembre 11, 2022

[4] Fredric Jameson y Kate Millet nacen en el mismo año, 1934. El nace el 14 de abril y ella nace el 14 de setiembre.

[5] Explicando el posmodernismo: la crisis del socialismo- Stephen R.C. Hicks, p. 76.

[6] Carta sobre la tolerancia, John Locke, p. 113.

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