sábado, 27 abril, 2024

Black metal y la propia narrativa

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Desde temprana edad recibí una respetable educación musical, suficientemente buena como para no caer en la elección de escuchar reguetón o cosas similares. Dirán algunos que esto es “elitismo” y “afectación esnobista”, pero bueno, no todos leyeron Tratados sobre Estética y dicen siempre que “de gustos no hay nada escrito”. No tienen la culpa, Señor, ten piedad.

Igual, en la sociedad de consumo y alienación capitalista, todo tiende a vulgarizarse y perder su encanto. Lo que antes era arte hecho por las sutiles manos de un alfarero, ahora es plástico, mucho plástico como diría la excelente canción de Rubén Blades.

“Era una ciudad de plástico, de esas que no quiero ver, de edificios cancerosos y corazón de oropel… Donde en vez del sol amanece un dólar, donde nadie ríe y nadie llora, con gente de rostros de poliéster que escuchan sin oír y miran sin ver… Gente que vendió por comodidad, su razón de ser y su libertad…”.

Aunque no es criticable la “comercialización” en sí misma pues no dejan de existir productos que incluso si fueron creados exclusivamente para el “consumo masivo” del populacho, no dejan de tener elementos de belleza y talento dignos de admiración. Por ejemplo, en el instante en que redacto estas líneas acabé de escuchar el “Coral N° 3” de César Franck, una obra majestuosa y espléndida que eleva hasta el paraíso, e inmediatamente después puse “Bark at the Moon” de Ozzy Obsourne porque sentía unas intensas ganas de reventar mis tímpanos. ¡Allí tenemos un ejemplo de “metal pesado” fabricado para las masas, pero igualmente brillante!

De todas maneras, el sistema siempre se encarga de manufacturar necesidades y narrativas con las cuáles manipular a los incautos. El “heavy metal” fue siempre cosa que ha generado reacciones complejas ante la sociedad desde que Black Sabbath y Deep Purple lo inventaron y popularizaron a inicios de los 1970s. Luego, el “establishment” buscó domesticarlo, quiso que fuera “mainstream” y manejó sutilmente los gustos para que esa corriente se mantuviera dentro de un “nicho” controlable. Hoy en día, con la cuasi “muerte” del rock n roll en todo sentido (esa sana rebeldía musical contra el sistema), solamente queda un grupo que persiste en sus antiguas “tradiciones”: el mundo del “metal pesado”.

Pero también allí existen profundas divisiones. Los “posers” (falsos metaleros) contra los “true” (auténticos metaleros). Hoy en día, el “heavy metal” tiene distintos rostros y facetas, como para todos los gustos, como para el más diverso y plástico “Marketplace” pero no deja de ser visto con malos ojos, sigue teniendo en su esencia ese elemento de “irreductible”.

Sin embargo, existe en el universo del “heavy metal” una tribu que es absolutamente incontrolable. De hecho, probablemente sea la más “anti sistema” de todas ellas, todavía más que los “thrashers” como los llamaba mi difunto amigo Micron the Machine, con quien tantas veces discutimos sobre estos temas en “Poyos la Mega”. Estamos hablando del llamado “Black Metal Escandinavo”.

Este es verdaderamente fascinante por su profundidad filosófica pero a la vez absolutamente siniestro por su condición de rechazo total a cualquier forma, aunque sea la más sencilla y mínimamente aceptada, por la sociedad en general. Podríamos decir que el “Black Metal Escandinavo” es refugio y sumidero de toda la pestilencia humana, pero arropado con una ferocidad técnica y unos sustentos ideológicos que tienen suficiente capacidad como para generar una trampa mortal en cualquiera que lo profundice.

No hay manera de congeniar al Black Metal con los principios del Bien, la Verdad y la Belleza que defiende cualquier humano razonable. Incluso sí alguien quisiera componerlo de manera “edificante”, esto sería imposible puesto que toda la estructura musical y sonora del género está creada para que sea una “contraposición” a los estándares naturales. Una escala “cromática” en el Black Metal se vuelve “anti cromática”. El “ritmo” se convierte en “anti ritmo”. Las melodías en caso de considerarlas como tales, en realidad son “anti melodías”. El mal solamente puede existir como contraposición al Bien…

De todas maneras, yo lo he explorado e incluso, mea culpa, disfrutado en mi juventud. Era la época en la que uno buscaba hallar alguna alternativa para enfrentar al sistema, algo con apariencia de auténtico y verdaderamente opuesto al “establishment”. Estudiar la vida e historias personales de cada uno de los pioneros del género del “metal negro” generaba una sensación de rebeldía y coraje, pero evidentemente, esto era solo un remedo. Recuerdo que escuchar el disco “Under the Sign of the Black Mark” de la legendaria banda “Bathory” generó un impacto profundo en mí. La canción “Enter the Eternal Fire” me dejó espeluznado (no encuentro otro adjetivo) por su, para variar, cuasi musical composición. E incluso hoy, incluso hoy, sigo escuchando con mucho gusto y mucho “mea culpa” la atrapante…

“Woman of Dark Desires… Woman of Eternal Beauty… Woman of Dark Desires… Elisabeth Bathory”.

Algún día hablaré sobre la “Condesa Sangrante”, por cierto.

Uno desciende más y más por el camino de la oscuridad, porque cuando la mente sigue con curiosidad y deseo de rebeldía, nada es suficiente. “Celtic Frost” y “Mercyful Fate” siguieron (y siguen formando parte de mi playlist). Hasta que gradualmente, lo horrible va mostrando su rostro descamado, leproso y fétido. “Burzum” y “Mayhem”, con todas sus polémicas y guerras internas que terminaron en asesinatos entre los integrantes de dichas bandas, con sus “canciones” (sí se las puede llamar así) con invocaciones satánicas y amenazas de muerte que luego se concretarían de manera ritual por Varg Vikernes, quien asesinó a su maestro Euronymous para “demostrar su poder”. El mismo Euronymous, antes de su deceso, había tomado la fotografía famosa del suicidio de su compañero de banda y la convirtió en portada del horrible y fascinante disco “The Dawn of the Black Hearts”. ¡El pestilente mundo del Black Metal! ¡Y conste que no estoy hablando de bandas todavía peores (y que prefiero no nombrarlas para no darles publicidad), con letras que dejarían a los discursos antisemitas de Joseph Goebbels como poemas de amor!

Yo disfrutaba de todo esto, de la música y de todo el contexto “anti-sistema” que había en ella. Incluso consumía de esa literatura. ¡Me sentía verdaderamente rebelde! El “Marketplace” hizo su efecto. Yo era un “bleker” (como diría, en burla, mi difunto amigo Micron the Machine, quien siempre despreció al Black Metal).

Hasta que un día, uno llega a darse cuenta que todo eso, absolutamente todo eso sigue siendo una mera pose. Una farsa, un engaño total. ¿Por qué existe algo tan perverso y por qué tiene esa capacidad de recolectar todo aquello que es espantoso en este mundo? Pues porque estamos aquí, en esta tierra bendita por la Divina Creación pero maldita por el pecado de los hombres, en donde algunos buscamos colgarnos de cualquier falsa esperanza para tratar de combatir contra un enemigo al que creemos invencible y del que pretendemos diferenciarnos a toda costa, como sea.

Aquí es donde vuelve el amigo Rubén Blades, para iluminar el asunto:

“La ignorancia que nos trae sugestionados con modelos importados que no son la solución… No te dejes confundir, busca el fondo y su razón, recuerda se ven las caras pero nunca el corazón…”.

Es creer en ilusiones y narrativas, incluso las mismas que pretenden ser “anti sistema” y no lo son. Es dejarse llevar por la propia propaganda, es permitir que el guion de los personajes que nos inventamos para crear alguna rebeldía termine convirtiéndose en verdad absoluta. Es un círculo vicioso, pues, que carcome el cerebro y el espíritu. Al final de la ecuación, nos queda que el “Black Metal Escandinavo” eran esos mismos “hombres plásticos” de las que nos habla Rubén Blades, simplemente, con otro tipo de maquillaje.

Afortunadamente, quizás por las plegarias de gente que me ama, encontré la Verdad y logré escapar de un mundo de mentiras alevosas y asquerosas. ¡Qué error, creer en la propia propaganda de una pequeña secta musical de mal gusto!

El problema que se pretende relatar con todo esto, utilizando a la excusa del Black Metal Escandinavo, es que uno de los principales peligros que sufrimos los seres humanos, en este “desierto de la híper-realidad”, de “simulacros y simulaciones”, en esta “sociedad del consumo” en la que todo es un “Marketplace de Plástico Barato”, es ahogarnos en nuestras propias narrativas.

¿Cuántos tienen la capacidad de replantear sus propias creencias? ¿Cuántos son suficientemente autocríticos como para reconocer que se han equivocado? ¿Cuántos se arrepienten, con verdadera contrición y propósito de enmienda?

Y a la vez, ¿cuántos jamás reconocerán que viven sofocados en sus propios relatos, en esas ideologías que sirven como consuelo y sucedáneo a la recta razón que debería permitirnos cuestionar con espíritu crítico aquello que nos parece, por meros caprichos personales, una “verdad absoluta”? ¿Cuántos se han aferrado tan firmemente a un relato propagandístico (por el motivo que sea), que ya son incapaces de distinguir entre la realidad y las apariencias, entre lo auténtico y los discursos ideologizados?

¿Cree Ud. que eso no le puede ocurrir, que está absolutamente inmunizado de caer en esta especie de agujeros negros de sinrazón? ¿Se siente tan incapaz de error, tan seguro de que esas ideologías que defiende son infalibles?

Sí hasta San Pedro dudó y negó a Jesucristo tres veces… ¿Qué sería Ud., simple mortal? ¿En cuántos errores está poniendo su fe?

Pero hay una alternativa. Siempre la hay. Es cuestión de buscarla, buscarla de corazón, buscarla con todas las ganas y con la intención de reconocerla cuando uno la vea. Sí existe esa intención, entonces la Persona que encarna al Bien, la Verdad y la Belleza se hará presente, de alguna u otra manera. Allí ya queda a cargo de cada uno saber reconocerla y escucharla… Cuando uno alcanza esa gracia inmerecida, todas las cosas van tomando su lugar adecuado, todo va ocupando el orden que le corresponde…

Evitar ahogarse en las propias narrativas, he allí la cuestión. Quizás muchos no tengan la capacidad de reconocer a la Verdad, pero al menos pueden seguir ese humilde consejo de alguien que vio a la oscuridad muy de cerca (y la oscuridad te devuelve su perversa mirada, no lo duden ningún instante): “evitemos ahogarnos en nuestras propias narrativas”.

Y ahora que ya dejé salir este tema que lo tenía pendiente por largo tiempo, regreso a mi cueva de metal pesado (aunque escucho a Rubén Blades de vez en cuando, como se puede percibir, pero César Franck es infinitamente superior a todos ellos).

Bark at the Moon!

(En memoria de mi amigo, thrasher pero no metalero, provida, profamilia, católico y patriota anti sistema, el luqueño Mariano Reyhardt Giménez alias Micron the Machine. Fuck the NWO!).

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