viernes, 19 abril, 2024

De la libertad al totalitarismo, de Menchi a la mecha

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Alberto Benegas Lynch dice: el liberalismo es «El respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo» lo que él mismo  explica que «respetar» no significa adherirse a ese proyecto, ni mucho menos querer imponer su criterio a otros. Este académico argentino expresa en esta sencilla frase lo que podría ser el cimiento para construir un sistema sólido de convivencia social. 

Sin embargo en nuestros días pareciera ir en sentido contrario, a lo mencionado por Benegas Lynch, y si miramos con detenimiento los procesos psicosociales de otras comunidades podemos notar que pagaron un alto precio por la pérdida de la libertad individual. 

Ese transitar en sociedad donde interactuamos a través de costumbres, tradiciones, creencias, pensamientos y donde vamos compartiendo cultura, es ahí donde nos enfrentamos a los sentimientos de ese ser humano en todas sus facetas, el miedo, el odio, la envidia, el afecto, la ira, el amor entre las infinitas expresiones que nos hacen diferenciarnos de los otros seres de la especie animal, algo que la psicología social explica muy bien.

Para describir sistemas totalitarios debemos ver la naturaleza del individuo, en sus inextricables acciones, permitiendo mandatos sin discutir, obedeciendo sin cuestionar, aceptar ciegamente o simplemente mostrarse escéptico en su accionar, todo esto no es aislado ni es exclusividad del paraguayo.

Está visto que los sistemas políticos más infames para la humanidad siempre tuvieron sus aliados desde la misma población, sería iluso creer que Kim Yong (líder de Corea del Norte) se mantiene en el poder siendo él sólo, o por citar a Nicolás Maduro en Venezuela tiene todo un ejército de séquitos viles dentro de la misma comunidad a quien su sistema destruye, dando miseria, hambre además de ir dividiendo familias enteras, estos dos referentes tienen gente que los aplaude en el mismo bando y desde afuera.

En Paraguay se puede percibir este sistema con las expresiones de personas conocidas y desconocidas que piden a gritos más leyes, más intervención del Estado, bastante orden imperativo, mayor protección del poder (gobierno); y algo que encanta a multitudes «más control» estas personas dispuestas a entregar su propia libertad, para limitar la libertad del otro, y así buscar responsables entre nosotros como amenaza para todos, las ansías de estar sometido diría Erih Fromm.

Para ejemplificar, refiero  las desafortunadas expresiones, de una comunicadora (Menchi), quien juzgaba a maestros por no haber recibido la vacuna, acusaba y daba por ciertas afirmaciones que ella misma se encarga de repetir como cotorra, con total caradurez, de forma altanera se llena la boca para  vilipendiar a este gremio. Esto sirve para entender cómo una persona pública puede recurrir a falacias de autoridad para infundir miedo, ese sentimiento que nos hace humanos y si este se apodera de nosotros nos obnubila, para actuar en consecuencia.

Ella al igual que millones de personas en todo el mundo han servido a poderes totalitarios para ir cercenando la libertad individual, mientras tanto va acechando esa ovejita que trae «justicia social» «Bien común» «Salud para todos» para convertirse en un voraz lobo totalitario. Así las aparentes dicotomías entre amor-odio, bien- mal, libertad-esclavitud, cielo-infierno están separadas por una  línea divisoria muy fina. 

Menchi pasó a ser la mecha para encender el fuego para posteriormente quemar a quien no piense como ella, azuzando a muchos que se van identificando con sus palabras, al igual que los kapos en los campos de concentración Nazi eran los verdugos de sus propios paisanos, estos eran los que más se ensañaban con sus iguales, los judíos.  

Los tiempos actuales nos exigen una constante revisión de los poderes que vamos admitiendo y las libertades que vamos perdiendo es por eso que cierro este resumen de lo cotidiano con una cita del libro El miedo a la libertad, cuyo autor atribuye a John Dewey la frase tan actual: «La amenaza más seria para nuestra Democracia, no es la existencia de los Estados totalitarios extranjeros. Es la existencia de propias actitudes personales y en nuestras instituciones de aquellos mismos factores que en esos países han otorgado la victoria a la autoridad exterior y estructurado la disciplina, la uniformidad y la dependencia respecto de el Líder. Por lo tanto el campo de batalla, está también aquí en nosotros mismos y en nuestras instituciones » .

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