En Paraguay, dentro del pensamiento colectivo, se confunden dos tipos de percepción de la realidad; una, la de la política real y la otra, la política del ideal.
La primera es la que efectivamente acontece, donde toda la clase política, o su mayoría, se encuentra, directa o indirectamente, haciendo parte del status quo; tanto colorados, como liberales, febreristas, encuentristas y los demás, son parte de este esquema, dentro del cual, se encuentra también gran parte de la población en general
La política real es aquella que sustenta a la anterior y la eleva por sobre cualquier mortal, son los que compran y venden votos, los que arrean o se dejan arrear, otros que convalidan con su ausencia y apatía, permitiendo lo demás, aquellos que no tienen esperanzas, o siquiera deseos, de un mejor mañana para todos por igual, pero sí en hacer camino, pisando cabezas, imponiendo la voluntad y según la viveza personal; total, en Paraguay el avance del civismo es más aparente que real, aparte de escaso, y no estar presente en la ciudadanía general.
Este hecho, da como consecuencia un planteamiento del gobierno y el poder en términos de aldea, del ellos contra nosotros, imponiendo a la fuerza la voluntad y aplicando el tribalismo colectivista sin dudar, satanizando al contrario y al rival; decorando el autoritarismo, con palabras sobre el bien y la moral o exhortaciones al ideal de democracia e igualdad, pero perpetuando una sistema político clientelar, donde prima la estructura, que todos conocen, haciendo oídos sordos a la verdad.
La otra, la fantasía que nos contamos, sobre palabras que no conocemos en la práctica, ni en su significación real, como democracia y libertad, un autoengaño donde unos son los malos y otros los buenos que nos salvarán; siendo que por lo común, o son iguales, o aspiran a cambiar a la condición de amos y no a situaciones en general, desestabilizando cuando hubiere lugar y oportunidad.
Es la mentalidad que cree no existe un mercado de votos y lealtad, donde extrañas compañías de alcoba no se encuentran para perpetuar o desestabilizar y todos votan a conciencia y sin especular, donde con esperanza, sueños y sobretodo ingenuidad, pero sin compromiso ni continuidad, sólo el patriotismo esporádico producto del hastío o algunos patrioterismos financiados, un mejor Paraguay se pretende traer a la realidad, ésta política de espejismos que sólo es funcional para mantener las cosas como están.