lunes, 23 diciembre, 2024

La dialéctica de David y Goliat en un esperado duelo por eliminatorias

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Adan Amarilla
Adan Amarilla
Docente, entrenador, coordinador de proyectos.

Caracteres diferentes

Ser Goliat es sencillo: requiere ser poderoso y potencialmente peligroso para quién ose enfrentarlo; de magnitudes desacostumbradas además. Brasil es un Goliat para el fútbol de estas latitudes.

Ser David exige otras características, más finas, combinadas y complejas: pequeño pero consciente de sus limitaciones; sabedor de que dispone de una o dos chances, no más, y que puede ser letal en eso si se lo propone. Paraguay no termina de asumir que es David en este duelo, y eso puede ir contra sus posibilidades.

Brasil como Goliat

Va caminando por las praderas sudamericanas y deja surcos allí por dónde va. Mirada altiva, al tanto de los temores fundados que genera en su versión actual, desembarca en tierras paraguayas este Brasil evolucionado.

Sin la abundancia mágica de otras épocas, sí más sólido y complejo. Salvo Neymar, cuesta encontrar diamantes; pero es una estructura más colectiva y sistemática. La Canarinha coloca hombres a diferentes alturas, con movilidades indescifrables y constantes para dar progresión al juego.

Los laterales no se colocan como extremos, si no que aparecen como tales, causando sorpresa y falta de referencia en la marca; el equilibrio y la garantía de Casemiro hace que Brasil se permita el lujo de defender muchas veces solo con él y los centrales, y sin embargo casi nunca verse en apuros por una transición rápida en contra.

En ataque, las diagonales de regate y pase de Neymar son la destrucción de la organización defensiva del rival, porque coloca a los delanteros en 1c1 contra los centrales: Richarlison picando infinidad de veces al espacio y GabiGol atrayendo hacia el medio hacen mucho daño al rival.

Paraguay no termina creyéndose David

Ser David en oposición a Goliat no está mal: implica la deliciosa esperanza de que se podrá llegar a una victoria impactante si se cree en el potencial que se posee, y que es distinto al de Goliat.

Paraguay va recorriendo un camino que se supone, también, es de identificación. Y este camino no debe descartar aquellas características que lo hicieron fuerte en la historia: la fortaleza física, la intensidad en la marca, el juego con pelota detenida, el juego directo… Ese juego directo, despotricado sin fundamentos y por moda: a Paraguay le ha reportado los resultados positivos más importantes en la era pasada. ¿Por qué lo queremos descartar de por sí, como algo demoniaco? ¿Por razones estéticas nomás?

Para el duelo contra Brasil, se anuncia una posible línea con tres centrales (en boga en este tiempo, de nuevo). Tendremos un central más para las rupturas de los delanteros brasileños. El mediocampo será vital (¿cuándo no?): ni en el mejor de los escenarios debemos hacernos de la ilusión de la disputa por la posesión del balón y del juego combinado frente a los brasileños; sí ir convencidos de la tarea destructora de la generación de juego rival, para luego lanzar estocadas verticales para la voracidad de Almirón y Ángel.

¿Es poco? Puede ser. En la balanza, es mejor tener las ideas claras y estudiadas, y ejecutarlas bien. Como en todo, en la sociedad, etc., en el fútbol no somos abundantes de recursos, pero no hemos rehusado ir a ganar lo nuestro con nuestras propias armas. Así que, ¡allá vamos, Goliat! ¡Somos David!

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