Presentación de credenciales
Equipos de diseñador, hechos a medida. Los de Pep más aceitados por los años y la consolidación de las ideas y del modelo de juego: posesiones largas destinadas a desarmar sistemas defensivos y posiciones claves de determinados jugadores de acuerdo a la demanda del rival.
Los de Tuchel, flamantes, con la vitalidad de la pulsión de descubrir que lo ofrecido funciona y puede acercar a la gloria: como bien dijo de ellos Guardiola, cercanos para jugar y para recuperar, lejanos y profundos para hacer daño. Una maquinaria multifacética de corte alemán moderno.
Las cartas estaban echadas sobre el gramado.
La batalla táctica definitiva: La cobra azul Vs. el Águila de los cielos celestes
Pep lanzó a la batalla definitiva un onceno que, tal vez, mejor representaba el modelo de juego, con decisiones hasta lógicas como la de Rodri por Fernandinho; la apuesta por Kyle Walker para competir por derecha; Olekzander Zynchenko subiendo a altura de volantes para mayor volumen de pases. Y la más coherente de todas las decisiones que pudo haber tomado Pep: dejar a los dos centrales jugar mano a mano contra los delanteros rivales. Guardiolismo puro y duro.
Tomas Tuchel tampoco se traicionó, y su Chelsea de anoche fue el mejor representante de sí mismo. No lo pudieron haber representado mejor en la idea y el modelo de juego: tres centrales para saltar alternativamente a la presión y perseguir a las piezas móviles celestes en el medio, sin que la organización defensiva se viera resquebrajada; el ya afamado mediocampo comandado por N´Golo Kanté, ese prototipo definitivo del volante moderno box to box, pero también con la sabiduría en la lectura de Jorginho y la genialidad latente de Mason Mount. Arriba, dos colmillos letales inyectados de ponzoña: el eterno picador Timo Werner y el calculador detector de espacios Kai Havertz.
Las decisiones de Pep buscaron dominar a partir de la posesión del balón. La llamativa altura de Kevin De Bruyne, posteado sobre Thiago Silva fue, quizás, la solución propuesta por Pep para, por fin estirar al Chelsea y evitar la compactación del fantástico músculo constrictor del mediocampo azul. De todas maneras, a Chelsea le sobraba siempre un defensor más, y el City no conseguía nunca tener más hombres delante de la línea de la pelota, entre las líneas rivales para generar daño. Nunca consiguió hacerlo desde los pases, y salvó alguna rebeldía de Phil Fouden, no desbordó un implacable muro londinense.
Tuchel tenía listo el plan: engullir al rival por dentro, e ir directo a correr al espacio con los dos delanteros. Como Guardiola no se propuso ganar por fuera, con los extremos a pierna cambiada y los laterales sin desbordar, entonces por adentro estaba la ganancia de los azules. Armó una súper estructura, los sabidos tres centrales, más los laterales que también sumaban al medio, y los tres volantes: esperaban al rival para desarmarlo y lanzar ataques como zarpazos.
El ataque de la cobra azul
La cobra azul ya estaba saboreando con su lengua bípida la inminencia de la presa: Timo Werner y Kai Havertz corrían al espacio, combinaban diagonales, arrastraban marcas, sabían que estaban mano a mano con los centrales.
Llegó el momento preciso: 42´ marcaban y el City descubrió su vulnerabilidad en la pata derecha, Kyle Walker quedó en 1c2 vs Mount y Ben Chilwell; Mason frotó la lampará y lanzó un pase al espacio dónde debió aparecer la diagonal de La Cobra Havertz, en tiempo y forma, favorecido por un inteligente Werner que se llevó al otro central para afuera.
El resto fue captado por las cámaras del mundo, el slalom final versus Ederson quien quedó a mitad de camino y el veneno azul inoculado en todas las arterias del rival.
El arte del buen defender
Muchos daban por descontado que la tonalidad del partido sería la de un coral City desplegando el ataque con un mix de ciencia precisa y arte genial. Sin embargo, pudo verse la belleza de una organización defensiva como muy pocas veces, la de los londinenses.
En los casi 100´de partido, el Chelsea no fue topado desorganizado en fase defensiva. Siempre colocó en superioridad numérica a sus hombres a la hora de defender, y no permitió que los de Guardiola se colocaran entre líneas y a diferentes alturas para resquebrajar el muro rival.
Centrales que saltaban con el «falso nueve» guardiolista, y sumaban a la presión del medio, dos laterales – volantes (James y Chilwell) que comprimían para la marca, más los tres volantes configuraron el muro definitivo contra el que el City chocó incontables veces en la noche portuguesa.
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