La pandemia ha transformado completamente mi rutina y mi vida. Me desprendió de la gente que quiero, me alejo de mis hobbies, pero estoy supliendo con otras actividades.
Empezó la pandemia y mi vida empezó a marchar en soledad. Siempre estaba rodeada de gente, pero me sentía sola.
Toda esta situación me llevó a la más completa soledad. Y hasta descuidé mi alimentación.
A veces comía muy bien, a veces me refugiaba en los chocolates en barra para calmar mi ansiedad, mis preocupaciones, mi soledad y mi ira exaltada.
A veces estaba flaca, luego normal y luego gorda. Nunca mantenía mi peso. Mi alimentación dependía exactamente de estado de ánimo y mi nivel de estrés.
Llegaba a casa y me tumbaba en la cama, sin tomar siquiera agua.
En una ocasión llegué a llamarle a una amiga y le lloré en el teléfono.
También llegue a pedir auxilio a un amigo italiano. Me dijo que desde Roma no podía hacer nada por mí, pero que podíamos reunirnos por zoom.
A medida que pasaba la pandemia, yo me sentía más sola. Y al mismo tiempo, había gente que estaba detrás de mí, solo con la intención de dañarme.
Mi amigo de Italia me alentó. Me dijo que era una chica dulce y noble. Sus palabras me calmaron pero solo por unos días.
Recuerdo que era un martes normal, estaba de cobertura. Hice un enlace en vivo, pero apenas terminé. Luego de ese enlace, me desmayé. Me quedé totalmente inconsciente.
Hice un gran esfuerzo para abrir los ojos. Cuando pude abrir mis ojos, me di cuenta que alrededor mío estaba un montón de gente curiosa. Yo estaba tendida en suelo. Sentía mucha vergüenza y miedo. Estaba debilitada. La profesora Blanca Ávalos me trajo una botella de agua y me ayudó.
El camarógrafo, Diosnel López me llevó en sus brazos. Yo seguía mareada.
Me llevaron al hospital. Llegue en silla de ruedas. Allí lloré desesperadamente. El médico me dijo que todo estaba bien. Me preguntó por qué estaba llorando, le dije que tenía miedo y que era la primera vez que estaba internada y conectada a cables.
Me pidió que cuide mi alimentación, por mi salud, por mi trabajo, que requería mucha concentración.
Todo lo que pasé, lo relaté a un amigo escritor. Y él me dijo que plasmara todos mis sentimientos en la escritura, y que la escritura calma, ayuda a crecer y tal vez pueda ayudar a otras personas que están en la misma situación que yo.
Verdaderamente encontré un refugio en la escritura, en la lectura y en las conversaciones intensas con gente que sabe mucho de humanidades y filosofía.
Ahora, con más experiencia, considero que lo más importante es que siempre cuidemos nuestra mente y nuestra alimentación.
Los estándares de belleza que nos quieren imponer no importan. Los modelos viven en un mundo irreal. Solo importa la salud y el bienestar emocional.
Me alejé de la gente que hace comentarios sobre mi cuerpo, sobre mi busto, sobre mi cola y mi piel. Y empecé a rodearme con gente como yo, con sueños, con ilusiones, con corazón limpio y con alto contenido moral y humano.
Aprendí que las críticas hay que tomarlas en cuenta solo si vienen de gente seria y de gente del entorno. Otro dato, la gente que quiere ayudar no comenta en redes sociales. lo hace en privado y cara a cara.
Hoy estoy recogiendo mis pedazos y tratando de hacer una nueva vida. Miro el futuro con esperanza y optimismo. Siento que empiezo a despegar. Siento que empiezo a volar hacia un futuro mejor.
No se olviden de quererse mucho y de hablar con sinceridad. ¡La verdad nos libera!
¡Los quiero siempre!