La Impunidad, etimológicamente, procede del vocablo latino impunitas. Es decir, de la situación resultante de no ser Juzgado o peor aún de no recibir un castigo.
En los últimos meses la impunidad se enseñorea con total desparpajo en nuestro país porque la clase política privilegiada mueve los hilos de la Justicia injusta, parcialista y sometida al poder político de turno para librar de los debidos procesos y de juzgamientos a políticos sindicados en hechos de soberana corrupción.
La ciudadanía en los meses de pandemia, con tiempo suficiente y con las herramientas disponibles para investigar por su cuenta sobre el destino de los fondos que debían ser destinados para enfrentar al terrible monstruo de una enfermedad totalmente desconocida -dicho al unísono por la comunidad científica mundial- que nos atemorizó a todos, por las consecuencias que podrían acarrear a nuestro país, inició sus primeras pesquisas, tal vez por curiosidad y por ocupar el tiempo de encierro en las casas se paseó por los portales de Contrataciones Públicas de los diferentes estamentos del gobierno.
A la par, anuncios rimbombantes del equipo que iba conducir esta emergencia y de los legisladores, que, haciendo gala de supuesta solidaridad, ofrecieron “donar” sus dietas en favor del bien común, hizo pensar que había una luz de esperanza para unirnos a pesar de las diferencias para no terminar todos diezmados.
Poco duró la esperanza, pues saltaron los primeros casos de abiertos pillajes y ventajas en las compras para combatir el COVID, empleados gubernamentales intentaron de por todos los medios y a través de MEDIOS MILITANTES de comunicación zafar de esa situación bochornosa, las denuncias no pararon, la agitación subió al tope, se abrieron carpetas fiscales, imputaciones, se forzaron “renuncias”, en fin, pan y circo para el pueblo.
A ocho meses del inicio de la historia, ningún responsable recibió castigo, ni el pueblo recibió compensación alguna.
Otras investigaciones catapultaron al MAGAZINE de hechos de corrupción del año en el rubro de las meriendas escolares, empezó de nuevo el ciclo de imputaciones, renuncias y escándalos, hasta ahí. Porque no logramos superar la meseta de las investigaciones por las múltiples chicanas jurídicas interpuestas por abogados de mala fe, que gozan con el respaldo evidente del poder político, del dinero y de la JUSTICIA tuerta, dura para los pobres, gentil con los acaudalados.
Fiscales denunciados, recusados y amedrentados, Jueces a medida y resoluciones acomodadas al punto de no apoyar al Ministerio Público, sino a los acusados.
Hasta la caja de resonancia de la voz del pueblo, el parlamento colaboró para frustrar las investigaciones de los pesos pesados de la política criolla paraguaya y lograr su IMPUNIDAD COLECTIVA. Nos soltaron la mano.
El pueblo, los comunes, las personas de a pie contemplan el ciclo de la impunidad una y otra vez de manos atadas. Porque ni protestar se puede cuando la Justicia tuerta pone el ojo sobre los comunes. El sentimiento que aflora en la ciudadanía no puede ser otro que el fracaso e impotencia tenaz ante la inacción de la Justicia, sobre todo cuando sabemos que los culpables están protegidos sin un sistema judicial que nos de seguridad de que los delitos serán investigados, juzgados y castigados.
