John Jairo Velázquez Vázquez, uno de los guardaespaldas de Pablo Escobar, en varias entrevistas relató acontecimientos de su vida que, especialmente, para un extraño a nuestras realidades, pueden parecer ficciones de un tipo con demasiada imaginación. Penosamente, los millones de familias colombianas que perdieron seres queridos en manos de los cárteles pueden asegurar la veracidad de los hechos.
Popeye, como era conocido Velázquez Vázquez, también dejó testimonio de la ingeniería delincuencial que había montado El patrón. Toda la estructura del Cártel de Medellín se sostenía en la pobreza, o, mejor dicho, en la narcopobreza.
En las Comunas de Medellín, los barrios pobres que nutrían de asesinos a Escobar, no se podía montar un negocio sin la autorización del Cártel. Eso le generaba dos fuentes de ganancias. Primero, porque todos los negocios debían pagar su comisión. Y Segundo, porque al no existir oportunidades de salir de la pobreza, los adolescentes solamente podían escoger servir al patrón como prostitutas, sicarios o ambas cosas.
Adicionalmente, Pablo Escobar también descubrió que el poder de la cocaína podía tumbar gobiernos, corromper políticos y destrozar naciones. Eso lo llevó a cerrar acuerdos con Roberto Suarez, el más grande narcotraficante boliviano de los años 80; y Fidel Castro. El primero se encargaría de proveer la coca. El segundo prestaría las bases cubanas para introducir cocaína a los Estados Unidos por La Florida. Es cierto que esa sociedad duró muy poco, pero el comandante ya había probado las enormes ganancias que genera el narcotráfico.
Juan Reinaldo Sánchez, quien en vida fue seguridad personal del dictador cubano durante 17 años, relató que, tras el derrumbe de la Unión Soviética, Fidel Castro fundó el Foro de Sao Paulo con la intención de expandir su red delincuencial a toda la región. Pero a diferencia de Escobar, el tirano caribeño tenía un par de ases bajo la manga: el populismo y el apoyo logístico de Hugo Chávez.
Mucho ya se ha dicho sobre el populismo, pero se lo puede resumir en: Los nuevos pretextos para generar violencia en Latinoamérica. Eso que los populistas llaman «pueblo» es, en realidad, una pandilla delincuencial. En efecto, el actuar de las agrupaciones feministas, LGTB o indigenistas, todas ligadas al castrochavismo, no puede ser calificado como protesta social, sino como terrorismo, secuestro y destrucción de la propiedad privada y pública.
Los hechos demuestran que los países que han sido capturados por el castrochavismo se han convertido en narcoestados. Todo el discurso contra los Estados Unidos es, en el fondo, una defensa del narcotráfico. Por ejemplo, desde que Evo Morales y sus bandoleros secuestraron Bolivia, en el país se han incrementado los cultivos de coca ilegal de 3.000 a más de 40.000 hectáreas. De igual manera, varios policías de alto rango han estado implicados en redes de narcotráfico, entre ellos, el General René Sanabria.
Para empeorar la tragedia, en Nicaragua, Venezuela y Bolivia, mientras sus dictadores se llenan la boca de «antiimperialismo», cada año se ha incrementado la violación a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. Los Periodistas y opositores son perseguidos, están presos o en el exilio, los empresarios con sus bienes confiscados, los indígenas con sus territorios avasallados, el TIPNIS, por citar un caso, la economía destrozada, los médicos desplazados por la presencia cubana, las Fuerzas Armadas intervenidas, y siete millones de venezolanos han huido del hambre que generaron Castro, Chávez y Maduro.
En Hispanoamérica, nuestras vidas cotidianas son tan violentas y complicadas que parecen una serie de acción de 24 horas de duración. Obras como: La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, tienen muchos elementos que, tranquilamente, podrían ser noticias diarias de los medios de prensa. Las muertes de policías, la corrupción de la justicia, además de adolescentes convertidos en peligrosos sicarios, están presentes en la novela, pero también en los diarios de nuestros países. Para nosotros es muy difícil separar la fantasía de la realidad.