¿Concedería usted que un amigo suyo tome un préstamo en su nombre? Posiblemente la respuesta sea no. ¿Permitiría usted que su amigo retire dinero de un banco en su nombre con la justificación de que usará el dinero solamente para favorecerlo a usted? No creo que nadie en su sano juicio proceda de tal forma. ¿Entonces por qué permitimos que un grupo de 45 senadores, 80 diputados y el presidente de la República tomen préstamos extraordinarios en nuestro nombre?
Una de las atroces políticas económicas de los Estados contemporáneos es tomar deuda en nombre de sus ciudadanos con la excusa de que se hace para favorecerlos. Recuerde usted que el Estado no es un Dios, sino personas de carne y hueso que capturan la burocracia estatal y se favorecen en ese proceso. ¿Usted cree que los políticos y burócratas tomarán deuda y que esos estratosféricos préstamos serán utilizados con criterios de bien común? ¿o terminarán siendo utilizados para pagar favores políticos, redes clientelares y el ya conocido estilo de vida aristocrático que caracteriza a la casta política?
Usted se dirá muy “demócrata” porque quizás “votó” por los que toman deuda en su nombre, pero nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos no eligieron nacer bajo el signo de la deuda, con onerosas cargas de intereses que pagar. La deuda pública es, primeramente, inmoral, porque no hay forma de responsabilizar a los tomadores de deuda por la misma, y además es antidemocrática, porque compromete a millones de niños, adolescentes e incluso a generaciones que aún no han nacido, a pagar una deuda que no han elegido.
Hoy en día cada paraguayo al nacer posee una deuda, que no eligió, de 1.894 dólares y el Congreso de la Nación nuevamente quiere endeudarnos por 600 millones de dólares.