A los medios les gusta decir que la ola de protestas en Europa contra la vacunación obligatoria está organizada por “antivacunas”. Es una de las muchas manipulaciones que vienen lanzando desde el minuto cero de esta pandemia, como las etiquetas de “negacionistas”, e incluso “ultraderecha”, que ni siquiera saben lo que significa.
Desde el principio de la pandemia y la imposición de la ley marcial en casi todo el mundo, las protestas han crecido, hasta el punto de hacerse masivas a medida que los gobiernos se mostraban más desafiantes hacia las libertades y derechos más básicos, esos que en Europa creían que nadie se atrevería nunca a burlar.
En el movimiento contra la vacunación obligatoria y el pasaporte sanitario también participan activamente los que se han vacunado, e incluso los que recomiendan vacunarse, a pesar de los pesares. Son muchos los que se ha dado cuenta, unos más tarde y otros más temprano, que los estados de emergencia, las restricciones sanitarias, las vacunas y el pasaporte sanitario son mecanismos de control, es decir, de reforzamiento del poder político.
Actualmente sólo el 17 por ciento de los franceses se niega a vacunarse contra el coronavirus, mientras que casi la mitad de las personas expresan su apoyo o simpatía por el movimiento contra el pasaporte sanitario.
La agencia France Press ha enviado a sus reporteros a las movilizaciones contra el pasaporte sanitario y se han encontrado a muchos publicistas de las vacunas, en general, e incluso de las vacunas contra el coronavirus, en particular.
«Los estados de emergencia, las restricciones sanitarias, las vacunas y el pasaporte sanitarios son mecanismos de control, es decir, de reforzamiento del poder político»
El elemento común de unos y otros no es la vacuna sino la obligatoriedad, es decir, el retorno al fascismo o el reforzamiento de lo que jamás finalizó.
A diferencia de España, en Francia los sindicatos ha publicado comunicados recomendando la vacunación y oponiéndose a su carácter obligatorio. Lo mismo ha ocurrido con otras organizaciones sociales, que no están acostumbradas a presiones y chantajes tan descarados de sus gobiernos.
En Francia el pasaporte sanitario es obligatorio desde el 21 de julio en los locales culturales y de ocio y el lunes de la semana que viene se ampliará a los cafés, restaurantes, trenes de larga distancia, autocares y vuelos nacionales, así como a los pacientes y visitantes de los centros sanitarios y residencias de ancianos.
Desde que comenzaron hace tres semanas, las manifestaciones contra los pasaportes sanitarios son cada vez más numerosas. El sábado la policía francesa contabilizó más de 200.000 participantes y ha advertido de que pueden convertirse en un nuevo movimiento, parecido a los “chalecos amarillos” y cada vez más radicalizado.
“Soy camarero, nunca quise ser policía”, dijo Stéphane Grand, de 27 años, manifestante en Montpellier el sábado. “Me repugna que se nos pida que comprobemos quién está vacunado y quién no, eso hace imposible mi trabajo”, añade.
La vacunación obligatoria es uno de los diez puntos de alerta enumerados el 20 de julio por el Defensor de los Derechos Humanos, que denuncia “el control de una parte de la población por otra”.