Mientras la comunidad internacional se moviliza por diversas causas, un genocidio se desarrolla en Nigeria sin recibir la atención que merece. Más de 50,000 cristianos han sido asesinados en los últimos 14 años, miles de iglesias han sido incendiadas y millones han sido desplazados de sus hogares. Sin embargo, el mundo sigue en silencio ante esta brutal persecución.
Grupos terroristas como Boko Haram, el Estado Islámico de la Provincia de África Occidental (ISWAP) y militantes fulani han llevado a cabo ataques sistemáticos contra comunidades cristianas, destruyendo aldeas enteras y sembrando el terror. Estos crímenes han provocado el desplazamiento de al menos 3.4 millones de personas dentro de Nigeria hasta 2023, generando una crisis humanitaria de enormes proporciones.
La violencia contra los cristianos en Nigeria no es un fenómeno aislado ni espontáneo. Se trata de una campaña de exterminio sistemático que busca erradicar una fe, borrar su herencia cultural y eliminar a quienes la profesan. Mientras que otras crisis reciben amplia cobertura mediática y condenas en foros internacionales, la masacre de cristianos en Nigeria apenas se menciona. El doble estándar en la respuesta global es evidente.
¿Por qué esta indiferencia? La corrección política y el miedo a enfrentar ciertas narrativas han convertido este genocidio en un tema tabú para gobiernos y organizaciones internacionales. Pero ignorar esta tragedia solo contribuye a la impunidad de los responsables y deja a millones de cristianos en un estado de indefensión absoluta.
El mundo no puede seguir mirando hacia otro lado. La persecución de los cristianos en Nigeria es una de las mayores crisis humanitarias de nuestro tiempo y exige una respuesta contundente. La comunidad internacional debe exigir justicia, brindar apoyo humanitario y tomar medidas firmes contra los perpetradores de esta barbarie. La historia juzgará con dureza a quienes opten por el silencio ante esta tragedia.