El año 2015, el Banco Mundial publicó un informe que mostraba que desde finales de los 80 el número de personas que habían dejado la pobreza extrema era 6.600 millones. Es decir, que casi el 90% de la humanidad estaba escapando de la miseria y sus terribles incomodidades. Sin embargo, América Latina era una de las regiones del planeta que había decidido caminar en la ruta contraria, pues pobreza era lo que más habíamos producido.
Venezuela, que en los años 80 era considerada como la Arabia Saudita de América Latina, tenía, para el año 2023, al 51% de su población en condiciones de miseria y crisis alimentaria. Millones de pensionistas y obreros ganan un salario mínimo de 130 bolívares, equivalentes a 3,58 dólares, lo que deja a estas personas sin posibilidad de cubrir gastos primarios como la alimentación y la salud. El chavismo, de una manera muy cínica y siniestra, dice luchar contra la pobreza mediante bonos y transferencias; empero, se trata, en realidad, de mecanismos de sometimiento y dominación.
Asimismo, los años de colapso productivo y elevada inflación obligaron a que siete millones de venezolanos abandonen su patria. Esa enorme masa humana se trasladó a todos los países vecinos y, los más osados, se arriesgaron a cruzar el Tapón del Darién para llegar a Estados Unidos. Se especula que casi dos millones de venezolanos llegaron a las fronteras norteamericanas desde el 2015. No obstante, no todos son hombres de bien buscando un futuro, sino que existen muchos infiltrados del chavismo y otro tanto de pandilleros del Tren de Aragua.
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Pero los venezolanos no son los únicos en ingresar a Estados Unidos de manera ilegal. Son millones de seres humanos que diariamente intentan cruzar los límites de Estados Unidos, en especial, por la frontera sur con México.
Acá es válida una pregunta, ¿cómo se benefician las dictaduras del Socialismo del Siglo XXI con estas migraciones?
De dos maneras: 1) la llegada de remesas les permite acceder a dólares, pues los mandones se quedan con la divisa americana y le entregan pesos devaluados a sus ciudadanos, como sucede en Bolivia, Cuba y Venezuela; 2) ese enorme flujo humano desestabiliza los sistemas de salud y educación de Estados Unidos.
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La migración forzada es parte de la Guerra híbrida del Socialismo del Siglo XXI contra Occidente, en general, y Estados Unidos, en particular. Al respecto, Carlos Sánchez Berzaín, jurista y exministro boliviano, en su artículo: La migración en las Américas es causada, forzada y manipulada por las dictaduras del Siglo 21, expresa lo siguiente:
La inducción y manipulación de migraciones forzadas constituyen un conjunto muy grave de delitos que cometen las dictaduras del socialismo del siglo 21 como parte de su confesada «lucha contra el imperialismo», que consiste en el ataque con este medio a los Estados Unidos y que se extiende a las democracias de las regiones como Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Brasil, Panamá, Costa Rica y más.
En ese sentido, es que el presidente Trump, dentro de su política de seguridad interna, ha iniciado una campaña de deportación masiva de inmigrantes ilegales. En las primeras semanas de su segundo mandato, diez integrantes del Tren de Aragua fueron enviados a Guantánamo y otro grupo de colombianos fueron deportados a su país.
Obviamente, esas medidas no cayeron bien en los dictadores del Socialismo del Siglo XXI, ya que Gustavo Petro intentó jugar al revolucionario con Trump, aunque luego aceptó las condiciones, y Arce Catacora declaró que la migración debería ser un «Derecho Humano». Si bien, la deportación es necesaria, esa debe unirse a una política de Estado con respecto a los vecinos del sur, ya que una América Latina libre de dictaduras y con libertad es la verdadera forma de tener las fronteras de Norteamérica seguras.